La oposición venezolana enfrenta dos calvarios políticos, el suyo propio y el que le provoca el chavismo en su ejercicio despótico del poder. En uno de los frentes, Nicolás Maduro ha copiado la receta de Daniel Ortega para iniciar un carrusel de inhabilitaciones que le permita mantener el poder en Barinas, la emblemática cuna de la revolución. No importa el descaro ni la ausencia de argumentos.
A la inhabilitación a posteriori de Freddy Superlano, triunfador en las elecciones regionales del 21-N, le ha seguido la de su mujer, Aurora Silva, nominada para ser la abanderada para la repetición del 9 de enero. Otros dirigentes de peso en el estado llanero, como Julio César Rivas, también han aparecido por sorpresa como inhabilitados en los registros del Consejo Nacional Electoral (CNE).
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«El gobierno intenta silenciar la voz de rebeldía y cambio que arrancó en Barinas. Anoche (por el domingo) le dieron otro golpe continuado a la voluntad popular, impidiendo la candidatura de Aurora. Las acciones del régimen sólo confirman a Venezuela y al mundo que perdieron el apoyo del pueblo», protestó Superlano.
Con la activación de su rodillo revolucionario, Maduro pretende dejar el camino expedito para su candidato, Jorge Arreaza, ex canciller, ex yerno de Hugo Chávez y padre de su nieto favorito. Una decisión polémica en el seno del chavismo en Barinas, ya que aparta al derrotado Argenis Chávez, hermano pequeño del «comandante supremo», incluso con intercambio de golpes entre sus seguidores y los de Arreaza.
«Máxima unidad, el que quiera joder que se aparte», amenazó Diosdado Cabello, ‘número dos’ de la revolución. El también vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) se ha instalado en Barinas para conducir la campaña de la elección repetida.
El nuevo golpe electoral ha impactado sobre todo entre las filas de quienes habían apostado por regresar a la ruta electoral con la convicción de que es el mejor camino para enfrentar al régimen bolivariano. «Si esto es con Barinas, imagínense con la presidencial», advirtió el analista económico Henkel García.
«Los que usurpan el poder no ven en el voto un obstáculo a sus objetivos. Siempre podrán manipularlo o anularlo, sin que haya consecuencias. ¿Demostrar que son tramposos, que son dictadores? Todo el planeta lo sabe. El que es capaz de torturar, asesinar y desaparecer más aún roba votos», concluyó el fiscal destituido Zair Mundaray.
La pelea no es solo entre los revolucionarios en Barinas. La dimisión de Julio Borges como canciller de Juan Guaidó y su apuesta pública por la desaparición del gobierno encargado ha removido el avispero opositor una vez más. Una crisis larvada que ha estallado cuando vence el plazo (5 de enero) para que la Unidad Democrática tome posición respecto a la renovación por un año más de la presidencia encargada, para lo que Guaidó cuenta con el apoyo de Estados Unidos.
Mientras tanto, el coordinador de Primero Justicia (PJ) ya tiene sustitutos en el gobierno encargado: los embajadores Antonio Ecarri, que está en España, e Isadora Zubillaga, muy cercana al exiliado Leopoldo López, a través de la Oficina Adjunta de Relaciones Exteriores.
El movimiento de Borges, alineado con Capriles, ha provocado sin embargo fuertes críticas internas en PJ. Las acusaciones van desde que ha actuado en solitario hasta que no se había tomado una decisión consensuada sobre cuál es la alternativa que propondría PJ. Dirigentes de peso, que forman parte del gobierno encargado, incluso embajadores, se mantienen de momento en sus cargos.Más en El MundoUna mujer irá a la cárcel por publicar una fotografía artística con su hijo en la que salía desnudaMessi también paga en París su divorcio del Barça: preocupante sequía goleadora
En el seno de PJ se critica con dureza a la Presidencia encargada, pero la queja general contra Borges es que ha actuado en su propio beneficio político.
«Esta propuesta rompe con la política de la usurpación de Maduro, políticamente le quita presión a la dictadura, debilita el labrado apoyo internacional, divide aún más en lo interno. No veo lo positivo», se lamentó Andrés Velásquez, líder de la progresista La Causa R
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