No es una leyenda. Ocurrió a principios de 2022. Un migrante criollo, afectado por la selva del Darién fue testigo. Durante un operativo de salud pública, Roderick Chen-Camaño, epidemiólogo panameño, recibió en una jornada de atención médica a un paciente venezolano que rompió en llanto al interrogarlo para llenar la historia médica.
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El testimonio que recibió fue demoledor. En una de las montañas más altas de las 575.000 hectáreas que conforman la Selva del Darién, la madre de una familia haitiana se desplomó víctima de su esfuerzo físico. Su pareja, al constatar su muerte, tomó a uno de sus dos niños y lo lanzó por el precipicio. El muchacho forcejeó con él para impedir que hiciera lo mismo con el otro, pero no lo logró. Después de arrojar a sus dos hijos, se lanzó al vacío.
Son numerosos los casos de migrantes venezolanos fallecidos en el Darién, víctimas de bandas delictivas, crecida de ríos, agotamiento físico, caídas y situaciones vinculadas con el entorno de una espesa selva llena de insectos y animales salvajes de todo tipo. Quienes logran superar el tapón, sin embargo, seuelen sufrir terribles secuelas psicológicas.
Decisión de vida
Entiendo que nadie emigra para pasarla mal”, advierte sobre quienes deciden atravesar el Darién, Conchita Torres, psicóloga y autora de Equilibradamente, libro de autoconocimiento y exploración interna que ayuda a las personas a revisarse para enfrentarse a sí mismas y evolucionar. Sin embargo, asegura que debe existir “criterio” e investigación consciente y responsable al momento de investigar a lo que se enfrentaría una persona que decida cruzar la región que une a Colombia con Panamá.
Torres asegura que tiene como pacientes a personas que tratan de superar los traumas y secuelas emocionales que dejó el recorrido. “Cruzar el Darién es algo que puede afectar tanto física como emocionalmente. Yo tengo pacientes que vivieron la experiencia y estuvieron al borde de la muerte porque son condiciones extremas a las que no estamos habituados. Hay muchos temores. Los niveles de estrés se incrementan al tope”, afirma.
¿Posibles secuelas? Estrés postraumático y síntomas como irritabilidad, desconfianza, miedo, desinterés por cosas cotidianas de la vida e insomnio, entre otros. “La decisión de migrar es individual y es un derecho humano, pero lo recomendable es tener criterio. Tener certezas y no dudas de que se puede atravesar resguardando la salud física y emocional. Eso es complicado. Hay que pensar un poco más y no hacerlo porque un familiar o amigo lo hizo y en apariencia le fue bien”, señala.
Riesgos que no se asumen
Muchos venezolanos no analizan de fondo los riesgos de atravesar el Darién: la crudeza de los pasos, el impacto de la humedad, la crecida de los ríos, el vértigo de los precipicios más el peligro de los insectos y animales salvajes quedan en nada frente a la presencia de bandas delictivas que además de cometer asaltos violan a mujeres, hombres y niños por igual.
No se atrevan a cruzar por aquí y si se atreven sepan que hay riesgos de violación, secuestro y robo. Hay peligro de muerte. Si tienen niños, no lo hagan porque es exponer a sus hijos a la muerte. A nosotros nos robaron. A unos asiáticos los desnudaron y nos obligaron a ver. Nos quitaron todo el dinero, nos dijeron que no iba a haber violaciones si cumplíamos con las ordenes que nos estaban dando. No hay piedad, ni contemplación. Ahí la vida no vale nada, ni siquiera la de los niños”, recuerda Gabriela sobre su experiencia a mediados de 2022, según el reporte de Médicos Sin Fronteras.
Frederick, un venezolano que prefiere mantener su identidad real en reserva, asegura que aunque no se arrepiente de atravesarlo, de saber que sufriría lo que aún sufre, no lo haría.
Llegué hace casi 6 meses a Estados Unidos, pero siento que el Darién no lo dejaré de atravesar jamás”, asegura quien a lo largo del camino se encontró con dos hermanas que fueron violadas a solo tres días de terminar el recorrido.
Pero eso no lo marcó tanto como la cantidad de cadáveres que contó en sus 8 días de travesía. “Todos los días agradezco a Dios haberme venido solo. En algún momento pensé venirme con mi esposa y mi hija de 7 años, pero la culpa no me dejaría vivir. Yo conté dieciocho cadáveres. Los vi en carpas, con los cuerpos medio enterrados, descompuestos…a veces sueño que sigo adentro y que camino en círculos”, relata.
La niña no quisó regresar
Cheo y Ariana sufrieron con Tati, su hija de 5 años. La pareja venezolana intentó llegar a Estados Unidos en busca de un futuro mejor para ellos y para su hija de cinco años, quien los acompañó en una primera travesía que le dejó temores
“Hace meses cruzamos la selva del Darién, justo cuando la frontera de Estados Unidos estaba cerrada a los venezolanos y terminamos varados por un tiempo en Costa Rica. Más adelante, cuando llegamos a México, nos dimos cuenta de que no había oportunidades para nada. Allí solicitamos una cita para pedir asilo político y nos la dieron nueve meses después”, narra Ariana.
La travesía por el Darién es tremendamente arriesgada dependiendo, especialmente, de las inclemencias del tiempo y de otros factores como la presencia de grupos armados o de animales peligrosos. Llueve prácticamente a diario, por lo que el camino en ciertos momentos puede volverse muy resbaladizo y los ríos que atraviesan esta selva pueden subir mucho su caudal, convirtiéndose en trampas mortales.
Cuando sales de la selva estás exhausto porque es una batalla fuerte la que se vive ahí dentro. Vamos a intentarlo de nuevo pero esta vez sin nuestra hija porque si es cansado para un adulto, imagínense para una niña de cinco años. Es agotador, pasamos una vez por la selva con ella y ya no quiere volver a hacerlo, tiene miedo de volver a pasar por ahí y por eso decidimos dejarla en Venezuela y venir a luchar solos por ella”, explica Cheo.
Si bien migrar no es un delito, la decisión requiere de responsabilidad porque después del Darién falta atravesar Centroamérica y luego la frontera de México con los peligros que tiene consigo el Río Grande y las organizaciones criminales que pululan en la franja. Y aún debes llegar a comenzar de cero y sin garantías alguna de adaptación y superación.
Y Frederick es un buen ejemplo: “Quiero regresar. Me cuestiono mucho. A veces me digo que lo que viví tiene que valer la pena. Eso del ‘sueño americano’ no es tan así. Estoy yendo a una psicóloga que me trata de ayudar porque no quiero equivocarme y decidir en función a mi ansiedad y a mis traumas por el viaje”.
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Limyuth Salazar, la historia de la zuliana que volvió a nacer
Todos los meses hay malas noticias para familias venezolanas en el mundo que emergen de la Selva del Darién. El infierno vivido por Limyuth Salazar Vílchez y su real peligro de muerte en las gargantas del parque nacional panameño copó la prensa zuliana desde el pasado 5 de agosto cuando su madre, Milagros Vílchez, concejal de Maracaibo, pidió ayuda para salvar a su hija Limyuth Salazar, de 32 años.
Salazar enfermó en medio de la selva, estuvo en peligro por una sepsis y no podía caminar. Las personas con las que viajó el 31 de julio desde Venezuela, la abandonaron cuando no pudo caminar más por problemas en sus rodillas. El clamor de Vílchez fue determinante para que grupos de voluntarios la rescataran. Regresó a la capital zuliana la madrugada del 23 de agosto en un vuelo desde Panamá. Llegó con problemas gástricos e infecciones en sus pies y manos.
Con información de Versión Final
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