El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, utilizó un discurso ante tropas en la base naval de Yokosuka, Japón, este martes, para realizar una férrea defensa de los ataques militares que su país ha ejecutado recientemente contra embarcaciones en el Mar Caribe y el Océano Pacífico, supuestamente cargadas con drogas.
A bordo del portaaviones USS George Washington, el líder republicano respondió a sus críticos, particularmente a los «demócratas de la izquierda radical», que sugirieron que las naves atacadas solo estaban dedicadas a la pesca.
Con su característico tono incisivo, Trump declaró: «Los submarinos no pescan, ¿verdad? Ustedes saben más de submarinos que yo», refiriéndose a los semisumergibles usados por el narcotráfico.
El mandatario estadounidense elevó la apuesta al cuantificar la amenaza, asegurando que las embarcaciones destruidas transportaban una cantidad suficiente de narcóticos para «matar a {25.000}estadounidenses» por sobredosis.
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Trump insistió en que sus fuerzas están involucradas en una «guerra contra los cárteles» inédita, una batalla que, según él, ya se está ganando en la zona marítima.
«Estamos librando una guerra como nunca antes la han visto, y vamos a ganar esa batalla. Ya la estamos ganando en el mar», aseveró, prometiendo además que logrará detener la entrada de drogas «por tierra».
Esta contundente defensa se produce en un contexto de creciente tensión regional. Durante las últimas semanas, Estados Unidos ha intensificado su despliegue militar, destruyendo una decena de lanchas y embarcaciones semisumergibles cerca de las costas caribeñas.
Estos operativos, que han resultado en la muerte de varias personas, han provocado fuertes denuncias por parte de Caracas y Bogotá sobre posibles ejecuciones extrajudiciales y violaciones de soberanía.
Como señal de la escalada militar, el Pentágono anunció el reciente despliegue del portaaviones USS Gerald Ford, el más grande de su flota, en el Mar Caribe para reforzar el operativo iniciado en agosto.
Paralelamente, Washington ha mantenido la presión diplomática y económica, llegando incluso a sancionar al presidente colombiano, Gustavo Petro, y a su familia, acusándolos de presuntos lazos con el narcotráfico, acusaciones que el mandatario colombiano ha rechazado enérgicamente al defender la política antidrogas de su Gobierno.
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