Las cofradías de los diablos danzantes de Venezuela acumulan décadas de tradición y conocimientos ancestrales que se desarrollaron de forma aislada y se configuraron como únicas, con elementos que las distinguen en cada localidad, pero en base a una raíz, la adoración al Santísimo Sacramento
Hoy, día del Corpus Christi, es la cúspide de la celebración religiosa más multifacética del país. Con un fundamento cultural y religioso, las diferencias entre cada expresión se basan principalmente en las particularidades locales, la evolución histórica y la influencia de las culturas indígenas y africanas específicas.
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La tradición se centra en un profundo propósito religioso y en el cumplimiento de promesas. La manifestación ha sido desde sus orígenes una celebración de la festividad católica del Corpus Christi, que conmemora la presencia de Cristo en el Santísimo Sacramento de la eucaristía.
Su objetivo principal es rendir culto al Santísimo Sacramento del altar y celebrar el triunfo del bien sobre el mal. Los creyentes encarnan al diablo para, finalmente, someterlo y vencerlo. Es una forma de penitencia y devoción.
Diablos diferentes en cada localidad
La más llamativa de las diferencias es la ubicación geográfica. Las cofradías se asentaron en la cordillera de la costa, en el centro del país, pero también al norte de los llanos venezolanos.
Y aunque hay once diablos danzantes reconocidos por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, muchos otros con la misma fe y tradición.
Los de Yare son los diablos danzantes más conocidos, y también los de Naiguatá. Tal vez por ser localidad cercanas a Caracas, la capital.
Pero en Carabobo hay una variedad vistosa de diablos. Los de Patanemo, los de San Millán (en Puerto Cabello), los de Canoabo (unos de los más antiguos), los de Yagua, los de Valencia, los de Tocuyito y los de San Diego de Alcalá.
La mayoría tiene su origen a mediados del siglo XVII, sinergia de un entramado intercultural de tradiciones indígenas, españolas y africanas.
Máscaras y vestimenta: unos diablos coloridos
Si bien el rojo es el color dominante en muchas vestimentas de los diablos danzantes, algunas cofradías incorporan diferentes colores y estilos. Por ejemplo, en San Rafael de Orituco, el traje es rojo y negro, para burlarse del diablo.
En Naiguatá son de gran riqueza y se elaboran a partir de ropa blanca pintada con motivos de la hostia y la cruz. El velo que conecta el traje con la máscara es blanco, a diferencia del rojo de Yare.
Sin duda, las máscaras más llamativas son las de los diablos de Yare. Son grandes y estrafalarias, hechas con papel almidonado o alambre, y pueden ser de toro, perro o demonio. Pero regularmente con cachos. Los capataces llevan máscaras con más de dos cuernos.
En Naiguatá, las máscaras aceptan la influencia del bestiario del Caribe y la cultura popular global, pudiendo emular desde una estrella de mar hasta una cebra africana o un cerdo.
En las tierras interiores, de tradición agropecuaria, las máscaras pueden tener cuernos de ganado y ojos de pesadilla, como en San Rafael de Orituco.
Las máscaras de Chuao tienen gran semejanza con las de Zaire. En Chuao, los diablos llevan rabo que sacuden libremente al bailar. Mientras que en la cercana Ocumare de la Costa, las máscaras son de ornamentación sencilla pero con una textura rugosa.Y en Cuyagua son menos relevantes en el disfraz, que lleva siempre un velo blanco.
En Tinaquillo, se hacen con tela metálica pintada y moldeada hacia adelante, y su diseño (barba y cuernos) puede depender de la jerarquía del diablo que la porta.
Es allí en Tinaquillo que se han incorporado satén y nylon, y los trajes han evolucionado en complejidad y solidez iconográfica. Las cáscaras de tapara se han sumado a piezas de plástico y zapatos de goma.
Tambores, “cajas”, maracas y el cuatro
Un instrumento musical presente en todas las cofradías de diablos danzantes venezolanos es la maraca. Mientras que el tambor puede aparecer sustituido por una “caja” en algunas manifestaciones, como la de Yare.
En Cata, San Millán, Cuyagua, Turiamo, y Tinaquillo, el cuatro marca el ritmo principal de las danzas. En Chuao usan tanto la caja como el cuatro. Otros instrumentos incluyen cascabeles y cencerros. En Orituco también usan la tambora.
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