En su plan de gobierno, el presidente electo en Ecuador, Guillermo Lasso, propone crear nuevos puestos de trabajo, subir el sueldo mínimo a US$500 al mes, acabar con el hambre de más de un millón de ecuatorianos, atraer inversión extranjera y combatir la corrupción, argumento con el que ha golpeado a Correa y a Arauz.
Cercano a las ideas del Opus Dei, Lasso, casado y padre de cinco hijos, sorprendió a la ciudadanía cuando durante la campaña electoral propuso que la escultura de Quito de la popular Virgen del Panecillo rotara para que no le diera la espalda a los ciudadanos del sur.
Siempre ha sido un férreo opositor a cualquier propuesta de ley sobre la despenalización del aborto, incluso en casos de violación, pero en campaña se mostró abierto a escuchar a los ecuatorianos y a no imponer su visión e incluso habló de una posible consulta popular sobre el tema.

«El Ecuador conoce que uno de mis principios es la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, ahora, siendo un presidente de un Estado laico, yo me comprometo de manera absoluta a respetar el punto de vista diferente al mío, y si hay un criterio mayoritario reconoceré que esa es la manera de ver la vida de la mayoría de los ecuatorianos», manifestó el presidente electo.
Conocido popularmente como el «eterno candidato», esta era la tercera vez que aspiraba a la presidencia tras perder contra Correa en 2013 y contra Lenín Moreno en 2017.
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Carlos Ferrín, consultor en Comunicación Política, le dijo a BBC Mundo que Lasso ha cambiado en estos años: «El que compitió en 2013 era un empresario que intentaba ser político; el de 2017 lideró el momento más álgido del anticorreísmo y casi gana la presidencia».
En esa elección, Lasso se negó inicialmente a aceptar los resultados con acusaciones de fraude electoral. Sin embargo, el viraje político que hizo Moreno en el transcurso de su gobierno lo llevó a acercarse al actual mandatario, aunque se haya desmarcado del presidente en la campaña.
«Esta versión de Lasso 2021 para mí es la mejor, con sus pequeños problemas de salud, la caída que lo obligó a llevar bastón, es un candidato más humano, más rodeado de su familia, de sus hijos, como parte de un clan», concluye Ferrín.

Lasso, quien se autodefine como un liberal que «cree en buenas ideas y no en ideologías», prometió poner fin a las políticas de izquierda impulsadas durante el gobierno de Correa.
En ese sentido dijo que el voto por su contrincante Arauz era sinónimo de «volver al correísmo» y que eso podría llevar a Ecuador a convertirse en una «nueva Venezuela».
Y tras el triunfo de este domingo pareció haber logrado su objetivo.
Los retos
Si su tarea de batir a Arauz era un gran reto, también lo será manejar la economía de Ecuador, para lo que será necesario primero acelerar el plan de vacunación contra el coronavirus.
La economía ecuatoriana se contrajo por la pandemia un 7,8% en 2020 y las autoridades estiman que este año crecerá un 3,5%.
Sólo un 34% de los empleos en el país cumplen al menos el mínimo legal en horas o salarios.
Lasso ha prometido estimular la economía aumentando la inversión extranjera e impulsando la producción de petróleo, la exportación más importante de la nación sudamericana.

Promete además generar dos millones de puestos de trabajo, expandir el sector agrícola a través de préstamos a bajo interés y reducir progresivamente los impuestos.
Lasso presume de su pasado como banquero, algo que lo alejaba de algunos votantes, para defender que él sabe cómo crear empleo y financiar empresas a través del sector privado y que ahora hará lo mismo desde el público.
En ese sentido promete generar riqueza a partir de los recursos petroleros, mineros y energéticos mediante la participación del sector privado para reemplazar el financiamiento estatal.
Quizás esas dotes de empresario y de experto en finanzas son las que están detrás de que haya sido elegido por el electorado ecuatoriano frente al joven candidato de Correa en un momento de crisis económica por la pandemia y la deuda que agobia al país.
Eso llevó a Moreno a buscar la financiación del FMI, que inyectó al país US$7.400 millones.
«No queremos ocurrencias peligrosas como la de querer eliminar la dolarización; no creemos en ideas sacadas de la ineptitud. No queremos improvisación y vamos a demostrar que tenemos capacidad, voluntad y experiencia», dijo Lasso durante la campaña, en la que explotó su experiencia y solvencia empresarial frente a su joven rival.

Lasso es además firme en su defensa de la dolarización, que rige desde hace más de 20 años la economía del país y que es muy popular entre la población.
Sin embargo, Lasso se desmarca siempre de la crisis financiera de 1999 que llevó a esa dolarización, el llamado feriado bancario (se congelaron ahorros y cuentas bancarias) que aún está en el recuerdo de muchos ecuatorianos.
Justo después de eso y por solo un mes fue ministro de Economía antes de dimitir.
Por si la labor de crear empleo, reducir la pobreza, que aumentó con la pandemia, y lidiar con la deuda no fuera suficientemente complicada, Lasso tendrá en contra a la Asamblea Nacional, lo que dificultará la gobernabilidad de un presidente que busca ahora trasladar al sector público sus éxitos financieros en el privado.
Con información de la BBC
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