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Entre venezolanos por un país: Las redes de ayuda mitigan la crisis

Ante la situación que se vive en el país y la presencia del coronavirus han afectado el desarrollo de los venezolanos; es por ello que varias personas se han unido para crear redes de ayuda que mitigan la crisis.

Blanca, Ángel y Alí esperan con ansia la llegada del lunes. Son ancianos que viven solos en Caracas, asediados por la pandemia y la crisis pero, al inicio de la semana, reciben de vecinos voluntarios los almuerzos de los siguientes cinco días, atención contra el virus y, lo más importante en una sociedad a la que le faltan cinco millones de personas, compañía.

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“La situación es terrible, nosotros recibimos una pensión de aproximadamente 400.000 bolívares que, al cambio, viene siendo como 1,30 dólares mensual, ¿qué puede hacer una persona con 1,3 dólares mensual?”, se pregunta Blanca, de 81 años, mientras ahoga sus lágrimas a la puerta de su casa.

Blanca, que ha trabajado toda su vida, enfrenta el 2020 como el peor año posible. A la devastadora crisis económica que padece Venezuela se suma la social. Cuatro de sus hijos han abandonado el país junto a ocho de sus nietos.

En la situación más vulnerable posible, la pandemia, que supone una amenaza terrible para los mayores, le obliga a extremar las medidas en un país con un sistema de salud colapsado en el que asomarse a un hospital da más miedo que la propia enfermedad.

 Ayuda ciudadana, la única respuesta

Su situación no es única y los venezolanos lo saben. Lo saben los cerca de cinco millones que han abandonado el país en busca de un futuro mejor y también los que se han quedado y luchan cada día por salir adelante. Entre estos últimos, ha germinado la imperiosa necesidad de ayudarse unos a otros con el foco puesto en los más desvalidos como única solución a la crisis, la pandemia y el éxodo.

Ese es el caso de la periodista Verónica Gómez, a la que un día llamó un amigo y le dijo que quería llevar ayuda a las personas mayores, solas y asustadas por la pandemia.

“No quiero ir a ancianatos, quiero ir a las casas de los abuelitos que no tienen a sus chamos (muchachos) aquí, que se tuvieron que ir del país”, recuerda Gómez que le dijo su amigo.

Así nació el plan Buen Vecino, un puñado de ciudadanos que saben que la ayuda de quien vive en el mismo edificio es la única con la que cuentan muchas personas en una Venezuela en la que las redes personales y familiares se han quebrado con la emigración.

“Hemos ido creciendo y hoy repartimos 1.000 comidas semanales para 200 abuelos. Esos abuelitos se van alternando y así vamos repartiendo a unos 1.000 abuelitos durante un mes”, detalla Gómez, cabeza de un grupo de 13 voluntarios que recorren Caracas llevando la ayuda, en unas ocasiones en vehículos y, en otras, en bicicleta por la escasez de gasolina.

La mayoría de quienes reciben la ayuda son jubilados de entre 70 y 80 años, cuyos hijos están fuera del país, y que están “solitos en casa y a esos abuelitos los inscriben vecinos que los ven solos”. Sin embargo, también reparten almuerzos a algunas personas más jóvenes.

“Llegábamos hace 5 meses y estaban impecables (…) hoy día, la ropa les queda grande, no se afeitan, o no se meten la camisa por dentro porque se ponen tristes, están en casa, en confinamiento desde hace mucho tiempo, están solos, no hablan con nadie y la labor más grande que tiene el plan Buen Vecino ni siquiera es la comida, es la compañía”, asegura.

Con información de: La Patilla


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