Opinión

La consulta no es mala sino inútil

Tienen todo el derecho Guaidó, su G4 y su entorno en hacer esta “consulta popular”. Así como los que deseen participar en ella también. Se puede tomar como una forma de expresarse, así como lo es pronunciarse en las redes sociales, otros medios de comunicación y cualquier forma de manifestación de protesta en contra del régimen. Dicho esto, obsérvese tanto el contexto como el instrumento buscado.

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Por supuesto, no debe considerarse la bobería de algunos de sus promotores cuando afirman que no participar significa apoyar al régimen; chantaje completamente idiota que busca eludir una discusión sensata sobre el instrumento adoptado.

Las preguntas ya conocidas son del siguiente tenor: 1) ¿Exige usted el cese de la usurpación de la Presidencia de parte de Nicolás Maduro y convoca la realización de elecciones presidenciales y parlamentarias libres, justas y verificables? 2) ¿Rechaza usted el evento del 6 de diciembre organizado por el régimen de Nicolás Maduro y solicita a la comunidad internacional su desconocimiento? 3) ¿Ordena usted adelantar las gestiones necesarias ante la comunidad internacional para activar la cooperación, acompañamiento y asistencia que permitan rescatar nuestra democracia, atender la crisis humanitaria y proteger al pueblo de los crímenes de lesa humanidad?

Las respuestas son obvias. Es un atrevimiento cacofónico, cuando se quiere oír el eco de lo que se grita. Recordar el cese de la usurpación no es un esfuerzo que deba hacer la mayoría de los venezolanos sino el propio Guaidó que abandonó el tema desde el año pasado, cuando había fuerza y momentum. Retomarlo ahora parece recubrir la verdadera propuesta que son “elecciones presidenciales y parlamentarias libres, justas y verificables”, en las cuales –según el segundo a bordo del interinato, Leopoldo López – “si hay elecciones y participa Maduro, no tendría problemas”-. Variantes de la mamarrachada del 30 de abril.

Solicitar a la comunidad internacional el desconocimiento de lo que ya ha desconocido es también cacofónico. James Story, embajador de Estados Unidos para Venezuela, estrechamente vinculado al G4, ya lo ha dicho. Así como los representantes de otros gobiernos amigos de la causa venezolana. Ni qué decir sobre “adelantar las gestiones necesarias ante la comunidad internacional” para activar su apoyo, cuando se ha clamado para que el interinato (el que está haciendo la solicitud) sea quien mueva el TIAR (ya aprobado pero congelado), la Responsabilidad de Proteger, invoque el artículo 187, numeral 11 de la Constitución, vigente de tarde en tarde.

De manera que las preguntas han sido contestadas con el sacrificio de los venezolanos por dos décadas. No hay que descuidar nunca a la reina obsesiva que todos los días preguntaba: “Espejito, espejito, ¿quién es la más bella?” y el espejo respondía invariablemente y a lo caribe: “¡quién va a ser mamita! ¡Eres tú, mi reina!” Hasta que un día volvió ante el espejo con la misma pregunta y la respuesta fue diferente: “No mija, bájate de esa nube, ya no eres tú; es ¡Blanca Nieves!”. La indiferencia frente a la consulta es también una respuesta o, peor, alguna operación electrónica de los rusos, cubanos y criollos, para hacer que el espejito diga: “Nanai, nanai”.

Esta consulta, han dicho sus promotores, es una manera de movilizar, de hacer que una reactualización de la conciencia cívica, republicana y democrática, vuelva a ser protagonista. No parece haber entusiasmo alguno salvo en los miembros de los partidos que han mangoneado la Asamblea Nacional por años y sus periferias inmediatas. Esto mostraría que esos promotores no han leído bien al país en las actuales circunstancias. Un primer elemento es que los ciudadanos se movilizan cuando el camino señalado engancha con una situación en la que el cambio de régimen se aprecia como posible, sea cierto o no; es la idea de que un empujón produce el cambio deseado. Un segundo elemento es el grado mortal de deterioro de las condiciones de la mayoría dentro y fuera del país que se mueve entre el hambre y el deseo de rebelión inmediata.

La consulta como respuesta a las elecciones írritas de Maduro del 6 de diciembre invoca una imposible comparación de números y, por tanto, la tentación de su inflación; así como del boato que puede caracterizar a uno y otro evento, sobre todo en circunstancias en las que el régimen estará tentado a botar la casa por la ventana. Desde hace años se sabe que la mayoría está en contra del régimen y, por tanto, no hay que seguirlo averiguando. Lo que debería preocupar es el creciente número de ciudadanos que se distancia del régimen y de la oposición; no son sectores sin opinión o ni-ni, sino en muchos sentidos gente hastiada del manejo de los asuntos públicos por ambos sectores: son de oposición, pero no de la oposición que está al frente en este momento.

Seguir haciendo como que se representa a los que ya no se sienten representados, seguir hablando en su nombre como si nada hubiese pasado, no sólo es irrespeto y farsa sino terrible equivocación estratégica, porque la verdad es que el interinato ha avanzado en el camino de su disolución por su propia conducta errática; pretender revivirlo con esta consulta es colocar la carreta delante de los bueyes. Solo si se adoptase una conducta unitaria de verdad (no al estilo “vénganse conmigo los buenos”) y una estrategia que se centre no en las negociaciones, en “competir” con Maduro, en volver a variantes de la mamarrachada del 30 de abril (en la dulce espera del Maikel, Padrino López y demás esbirros), sino en reunir la fuerza indispensable para obligar a la salida del régimen, los descreídos volverán a creer, los desesperanzados volverán a tener esperanzas, los ateridos por el abandono empuñarán las banderas.

Carlos Blanco


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