Opinión

Ausencia, desarraigo y ¿retorno?

El destierro del lar nativo siempre fue un castigo para quienes levantaron su voz frente a gobernantes avasalladores y dominantes. Lo sufrieron antes de la independencia, figuras como el valenciano Miguel José Sanz, expulsado en 1808 a Puerto Rico, de donde retorno cuatro meses después del 19 de abril de 1810.

Hubo también carabobeños que se ausentaron de su tierra para luchar junto a pueblos hermanos por romper el tutelaje del imperio español. Uno de ellos, José Trinidad Portocarrero quien participó en la batalla de Carabobo como capitán y luego ganó el grado de General guerreando durante nueve años en Colombia, Ecuador y Perú. Estuvo al lado de Bolívar en la hora de su muerte. Tras esa fatal desgracia, viaja a Venezuela donde apoya la Revolución Reformadora. Después que Páez restablece a Vargas en la Presidencia, que los insurgentes pierden Puerto Cabello y Carujo muere en Valencia, Portocarrero se va al exterior hasta 1848 cuando regresa a su casa de Naguanagua donde en 1855 fallece.

José Rafael Pocaterra Mac Pherson es un símbolo del exilio voluntario. A los 18 sufre una primera prisión por orden de Castro. Ya en libertad vive por tres años en Calabozo donde escribe su primera novela, el Doctor Bebé. En 1912 concluye en Caracas, Vidas oscuras. Su tercera obra, Tierra del sol amada, la escribe en Maracaibo, donde vive por cuatro años.

Entre enero de 1919 y enero de |922 sufre su segunda prisión en La Rotunda en cuyos calabozos hilvana los manuscritos de Memorias de un venezolano de la decadencia. Al salir de prisión decide su exilio voluntario en Canadá dónde permanece seis años. Participa en 1929 en la invasión del Falke y tras su fracaso regresa a Canadá. Vuelve a Venezuela tras la muerte de Gómez y forma parte de la élite política que asume la construcción de una institucionalidad democrática. Ante el asesinato del Coronel Carlos Delgado Chalbaud renuncia al ejercicio de toda función pública y se marcha al exilio en Canadá, ya no como vendedor de seguros sino como profesor de literatura. Retorna a Valencia en 1955, invitado por el Concejo Municipal para ofrecer el discurso sobre los cuatrocientos años de la ciudad. Después de recitar su Canto a Valencia, la de Venezuela, inicia su alejamiento a su patria. Al mes fallece en Canadá.

Por Simón García

Todos estas ausencias que mencionamos son distintas en motivos, objetivos y expectativas a las separaciones que han afectado a familias carabobeñas de todos los estratos cuyos hijos y nietos conforman la diáspora carabobeña del siglo XXI.

Ahora, una épica invertida narra las vicisitudes, angustias, sacrificios y logros de quienes bregan por hacer su propia vida en otras tierras, convencidos que aquí tienen menos condiciones y oportunidades que afuera.

La diáspora carabobeña es muy heterogénea. Ella reúne a personas con formación muy calificada como Asdrúbal Romero, ex rector de la UC o un muchacho de San Joaquín que se va este año a Nueva York, donde paisanos suyos, que no quisieron dispersarse, forman desde los años setenta una especie de colonia que le ayudará a tener un albergue provisional.

Hay la diáspora de asiento aéreo y la de morral. Pero la inmensa mayoría que desafiaron las trochas no vienen de problemas con la justicia y constituyen otro empaque de un informal proceso Carabobeño de exportacion de talentos.

Un joven porteño, Manuel Jurado que comenzó con el trombón, a los doce años, cuando apenas era unas palmadas más alto que el instrumento, es el inspirador de una iniciativa que reproduce una motivación similar a la del maestro Abreu: aplicar el poder transformador de la música a la elevación social y humana. Así, a golpe de ilusiones, propósitos sostenidos y una férrea disciplina emerge en Madrid, tras los atriles alquilados y el salón parroquial prestado, el milagro de la Orquesta Sinfónica Cruz Diez que une a jóvenes inmigrantes que ocupan sus domingos para dejar atrás el malestar de sus oficios sudacas.

José Manuel Reyes es de Naguanagua. Se formó en el Conservatorio de Valencia, la de Venezuela, como director de Orquesta. El 2022 fue escogido como músico del año en Carabobo y ahora da sus primeros pasos en Valencia, la de España. Actualmente es Director de la Banda Sinfónica de Petre. Se anuncia que una obra suya será estrenada en Viena este año.

Un anuncio similar esperamos de Paco Bugallo que en La Coruña lleva a cabo una reflexión crítica sobre su experiencia con el estudio de obras universales de la pintura y su reconstrucción mediante nuevos materiales, claves y formatos. ¿Cuáles nuevos caminos caminos imaginará?

En Tenerife el chef valenciano, Orlando Cubillán, representando al Restauran Seven, obtuvo el segundo lugar en el Concurso Gastro Canaria 2023 entre 140 competidores. En las Baleares un matrimonio de médicos formados en la UC, la Doctora Milagros Esaá es directora del Servicio de Pediatria y el Dr. Juan Clotés, un prestigioso especialista en vías digestivas.

Mirian Carolina Garbi Arias vive en Schofields en las afueras de Sydney. Su pregrado y postgrado en Ingeniería Química en la UC valieron para su ingreso en una destacada empresa química que cubre un importante sector del mercado. Ahora tiene a su cargo la Gerencia Técnica del Departamento de gases industriales y hospitalarios. Mientras en Melburne un profesional de la Contaduría no pudo resistir el llamado genético de una familia de músicos, cuyo fundador, Don Federico Gaester, dejó huella y escuela en Puerto Cabello y finalmente en Valencia. Ahora su nieto, Dagny un multinstrumentista, compositor y director compuso la primera salsa de Australia y se propone darle rango a este género musical.

En Miami, un valenciano, cuyo nombre no he podido rescatar, por la caída ya de dos días de Internet, fabrica una cerveza que se puede saborear en el acogedor garaje donde la hace. Andrés Baffigo, egresado de la UC, sostiene el reto de impulsar su pequeño negocio en Nueva York.

No es que no haya tropiezos, ni dolores, nostalgias, duras soledades y a veces llantos. Pero nadie quiere refugiarse en una queja. Todos saben que el éxito es pasar por muchos fracasos sin perder la alegría.

Al final habrá que evaluar, valorar y vibrar con la voluntad de salir adelante.

Por Simón García

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