La incertidumbre continúa. La madre de todos los choques sigue en el aire. Los vecinos nos miran y nos dicen que es por aquí o por allá; unos protestan y otros sugieren que no nos dejemos abusar, o que nos dejemos pero solo un poquito, que lo importante es evitar la violencia y lo demás ya se verá. El régimen se muestra sobrado, con su discurso inverosímil, soez, pomposo y cursi a la vez. Tiene a sus esbirros en la calle metiendo gente en la cárcel porque son periodistas o defensores de DDHH o pertenecen a una ONG, o porque les sale del Arco del Triunfo. Cualquiera que los vea y no los conozca se cree que tienen la situación bajo control; incluso puede pensar que de verdad ganaron las elecciones y el cuento del hackeo es cierto y los opositores solo están haciendo bulla porque son de derecha. Personajes lamentables como Evo Morales y los españoles JC Monedero y Pablo Iglesias se han manifestado por las redes dándole todo el apoyo al chavismo y ratificando la veracidad de lo que proclamó el CNE venezolano el 29 de julio en la madrugada. Es notable el guabineo y la neolengua de los panas de Maduro en la región, Lula, Petro y AMLO, que están muy al tanto del fraude y piden las actas pero se inventan rodeos y arabescos para no llamar a la dictadura por su nombre.
Por Alberto Rial
El detalle que todos sabemos, rojos incluidos, es que el Sr. Edmundo González ganó las elecciones por 37 cuerpos de ventaja. Y lo sabemos porque las evidencias son demasiado, digamos, evidentes; porque no hay forma ni manera de meter una cabra tan grande en un juego y esperar con la mirada hacia el piso que nadie se dé cuenta. Y encima, después de la cabra, patear la mesa y llamar a unos malandros para que impongan el orden, “su” orden, mientras inician la huida hacia adelante con recursos ante los poderes sumisos del TSJ, los babalaos y vaya usted a saber quién más.
A estas alturas, el juego está trancado. La Plataforma Unitaria, respaldada por los pelos del burro en la mano, solo está dispuesta a negociar una transición ordenada hacia la salida del régimen en enero de 2025, o antes de ser posible. Hay una propuesta aberrante, que salió de los gobiernos de Colombia y Brasil, y que nadie acepta, para repetir las elecciones y formar un gobierno de coalición. Y el chavismo está mostrando su flanco más agresivo con el respaldo de militares y cuerpos de seguridad, colectivos incluidos, para hacer ver que ellos ganaron, que no hay entendimiento posible y será hasta 2030 porque ellos, por si no lo saben, tienen la fuerza.
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Lo que viene es difícil de predecir, pero hay algunas señales interpretables. El régimen va tomando el camino de Nicaragua y Cuba, reprimiendo, encarcelando y aprobando leyes que prohíben la libertad ciudadana. La comunidad internacional –el mundo libre, se entiende- ha reclamado con informes y declaraciones (se acaba de firmar un comunicado de 22 países más la Unión Europea pidiendo respeto a los DDHH y publicación verificada de las actas electorales, y una resolución de la OEA en términos similares) y probablemente se escale a sanciones si no hay avances en el conflicto. La Plataforma Unitaria sabe que tiene una mayoría superior al 70% de la población y llama a manifestarse en contra de la trampa (ayer sábado debe haber habido concentraciones en las principales ciudades de Venezuela y en más de 60 urbes alrededor del mundo) y a llevar la protesta y la activación ciudadana hasta el final, donde quiera que esté ese final. Finalmente, los militares, pues bueno, son los militares. Como decía el presidente Herrera Campins, los militares son leales hasta que dejan de serlo, y el caso venezolano ha sido una muestra del zig zag verde oliva, desde el combate a la guerrilla de los 60 para defender la democracia hasta los golpes de 1992 y la toma del poder en 1998.
Venezuela está bajo la amenaza de que la dictadura que gobierna se vuelva aún más intolerante, cerrada y castrense de lo que es. Hay más de 4 millones de paisanos que han declarado su intención de irse del país si los rojos se quedan mandando. Por otra parte, la salida de la crisis tiene que venir desde adentro, porque la solidaridad del exterior no es suficiente y no hay Marines ni cascos azules que hayan mostrado la intención de acercarse a resolver este asunto. Será la gente, que es mucha, la que siga poniendo presión.
Por Alberto Rial
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