Opinión

De cine, de historia y de ejemplos

«La vida de un ser humano, por no hablar de su libertad personal, carece de importancia. Pero el amor a la libertad es innato en todos los seres humanos y todas las naciones, y no se puede reprimir por mucho tiempo. La Historia nos enseña que la tiranía nunca ha perdurado..» Wladyslaw Szpilman (El pianista del Ghetto de Varsovia)

«La esperanza es el impulso que nos mantiene vivos incluso en los peores momentos… El valor no está en ganar todas las batallas, sino en no rendirse nunca» Oskar Schindler

A ochenta años del genocidio llevado a cabo por el régimen totalitario de Adolfo Hitler, aún muchos jóvenes israelitas se preguntan por qué los judíos se dejaron conducir al matadero como corderos. Durante los primeros días del régimen nazi no concebían que alguien pudiera despojarles de sus derechos como alemanes y de su identidad, que pudieran convertirse en parias en su propio país. Y a eso se unia el hecho que se animaba a los no judíos a traicionar a sus vecinos judíos e instalarse en las casas y negocios que abandonaban.

Por Manuel Barreto

En «Les Jours de notre Mort» (Los días de nuestra muerte), Russet escribía…»El triunfo de las S.S. exige que la víctima torturada se deje conducir al patíbulo sin protestar, que reniegue de sí mismo y se abandone hasta el punto de cesar de afirmar su personalidad».

En el mundo insólito que vivimos, los conjuntos de individuos que viven en la dispersión, una condición común -Sartre llamaba «series» a esos conjuntos- se comportan de un modo que les hace enemigos unos de otros y por ende, enemigos de sí mismos. Durante un pánico, por ejemplo, la gente se pisotea, se atropella, se ahorcan, materialmente se matan entre sí, amplificando y creando un desastre total, que una evacuación racional del lugar en cuestión, hubiese contenido, o evitado.

Gracias al VII Arte, hemos podido visualizar, tanto en «La Lista De Schindler», como en «El Pianista», la habilidad que tuvieron los nazis en «serializar» a los judíos e impedir que esas series se convirtieran en grupos.

En el Ghetto de Varsovia, las S.S. dividieron la población en Parias y Privilegiados: Sólo los primeros eran víctimas de las redadas; pero la segunda categoría era dividida de nuevo, hasta la liquidación final.

Hubo, sin embargo, un intento de resistencia, el cual fue aplastado fácilmente… Los alemanes habían planeado liquidar el ghetto de Varsovia en tres días, pero los combatientes resistieron durante más de un mes ¿No conducía a ninguna esperanza? …y eso explica por qué se reúnen tan pocos al momento de resistir.

Fueron, así mismo, conductas «seriales» las que suscitaron los «técnicos» cuando procedieron a las primeras selecciones, muy de manual, muy alemanas. Todos los hombres que anhelaban sobrevivir, al considerar la masa de la cual formaban parte se decían: «Si me niego, habrá otro para ejecutar ese trabajo en mi lugar, y por lo tanto, moriré por nada».

En efecto, el enorme material humano del cual disponían los nazis, no podía ser constituido únicamente por héroes. Previendo la sumisión de los demás, cada uno se resignaba a someterse como ellos. Aquella trampa era ineludible a menos que previamente se hubiesen dado consignas de resistencia y que cada uno hubiera estado persuadido de que todos los observaban. No era el caso, por innumerables razones, la primera de ellas, porque la situación era tan aterradora que durante largo tiempo nadie quiso creer en su realidad (El efecto paradigmático hecho «Ceguera Total») puestos brutalmente ante ella, los judíos estaban sumidos en una zozobra análoga a la que crean los pánicos, y no tenían medio alguno de coordinar sus conductas, sólo tímidamente llegaba a intentarlo.

Los «técnicos» organizaban pruebas «eliminatorias». Son agudas, pero aún distantes de la crudeza de la realidad, las imágenes del alemán que ordenaba, entre sarcasmo, risa y crueldad, aquella infeliz danza al son de los violines…

Durante un minuto, nadie se movía, restallaba el látigo, los feroces dientes de los canes, o el tiro indiscriminado…

Ahora bien, estos jóvenes israelitas contemporáneos que han defendido con fiereza inusitada, legendaria, sus 22.000 kilómetros, que permanentemente se enfrentan a unos vecinos dispuestos a aniquilarles, han comprendido que el heroísmo no es innato; desde la infancia toda su educación tiende a inculcárseles en forma de valor aguerrido, marcial, tal como lo estamos viendo en estos momentos.

Los hombres del Ghetto eran simples ciudadanos a los que nadie había preparado para afrontar una muerte violenta y atroz.

Como durante los primeros meses los equipos eran liquidados y sustituidos a un ritmo muy rápido no tenían tiempo de imaginar formas de resistencia. Lo milagroso es que, a pesar de todo, algunos de ellos lo hubiesen conseguido y que muchos resistentes del Ghetto le siguiesen.S

Su proceso es justamente el inverso del de la abdicación. Si basta algunos cobardes para que la serie entera se conduzca cobardemente, en cuanto aparezca un grupo, bastan algunos héroes para que la gente, recobrando confianza unas en otras, comience a atreverse.

Viktor Frankl, un extraordinario filósofo que logró sobrevivir Auschwitz, dejó apuntado en su obra El hombre en busca de sentido’: «El modo en que un hombre acepta su destino y todo el sufrimiento que éste conlleva, la forma en que carga con su cruz, le da muchas oportunidades -incluso bajo las circunstancias más difíciles- para añadir a su vida un sentido más profundo. Puede conservar su valor, su dignidad, su generosidad. O bien, en la dura lucha por la supervivencia, puede olvidar su dignidad humana y ser poco más que un animal, tal como nos ha recordado la psicología del prisionero en un campo de concentración. Aquí reside la oportunidad que el hombre tiene de aprovechar o de dejar pasar las ocasiones de alcanzar los méritos que una situación difícil puede proporcionarle.» Manuel Barreto Hernaiz.

Por Manuel Barreto

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