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Mi relación con la gaita zuliana

El mes de noviembre representa para nosotros, los músicos, algo especial pues el 22 se celebra el Día Mundial del Músico en honor a Santa Cecilia, patrona de los músicos. Además, si el músico es gaitero zuliano, la celebración es por partida doble pues el 18 es el día de la Virgen de La Chiquinquirá, “La Chinita”. Para más, el 8 de noviembre es el día del gaitero en conmemoración de la desaparición del “monumental” Ricardo Aguirre.

Por Juan Pablo Correa Feo

Para mis amigos no venezolanos, es necesario mencionar que la gaita zuliana no tiene nada que ver con la gaita gallega ni con la gaita escocesa. Ni siquiera es un instrumento musical. La gaita zuliana, en su concepto originario, es un género musical del estado Zulia, al oeste
(occidente) de Venezuela, frontera con Colombia. La gaita es más que un género: a pesar de que se puede tocar/cantar durante todo el año, tiene su momento triunfal desde la víspera de la fiesta de la Chinita, el 17 de noviembre, hasta el 31 de diciembre y primeros días de enero.

Por eso, muchos la asociamos con las fiestas navideñas. La gaita es parte del ADN zuliano. Un zuliano puede ser ateo, budista, hare-krishna, marxista-leninista, pero de pronto puede advertirte que “no te metáis ni con La Chinita ni con la gaita”. En cuanto a su instrumentación,
se compone principalmente por cuatro venezolano, tamboras con todas sus variantes, furros o furrucos, y en la modernidad se añadieron el piano, el bajo eléctrico, otros instrumentos de percusión latina e incluso violines, saxos, trombones, trompetas y hasta la guitarra eléctrica.

Los mismos instrumentistas hacen de coro, además de cantantes solistas. Existe toda una clasificación de gaitas, pero las más conocidas son la gaita de furro, la gaita de Santa Lucía, la gaita de tambora y la tamborera. Repito, entre muchas otras.

Quiero hacer un paréntesis sobre la charrasca: Este curioso instrumento idiófono consiste de un cilindro metálico, hueco pero muy pesado, tallado con estrías o líneas paralelas y equidistantes y cuyo ejecutante frota con una varilla metálica, a una velocidad rápida, con
tiempo subdividido al compás de la gaita. A pesar de tener dos agujeros en su parte inferior para introducir los dedos, el charrasquero posa el instrumento entero en su antebrazo, de la forma que la mano que sobresale tape o no el cilindro, cambiando el timbre sonoro a su
criterio.

Mi hermana Anamaría ha sido y es una de las mejores “charrasqueras” que he conocido. Y lo certifican gaiteros de alto calibre. Ha grabado como charrasquera en muchísimos discos e incluso en su boda, se lució con su traje de novia… y su charrasca cuando la fiesta se prendió.
Dato curioso: Venezuela es uno de los pocos países que tienen géneros musicales para las fiestas de navidad: las parrandas y los aguinaldos principalmente. Pero eso es tema para diciembre.

Lo que quiero decir es que la gaita, por adopción, engrosa esta lista de géneros navideños, aunque su letra generalmente es totalmente profana, inclinándose un poco a la protesta social, como aquella en donde le pide a La Chinita que cuide a su pueblo azotado por el gobierno. Se canta hoy con más vigencia que nunca: “Madre mía, si el gobierno no ayuda al pueblo zuliano, tenéis que meter la mano, y mandarlo pa’l infierno” (La Grey Zuliana, 1968).

Voy al meollo de este artículo: En mi casa, desde niño, la gaita zuliana ha sido un miembro más de la familia, gracias al amor que mi hermana Anamaría le ha tenido desde niña. Igual mis hermanos Miguel Angel y Toby, grandes gaiteros, miembros de grupos de gaitas y amigos de
gaiteros. Pero en mi caso, no, debo admitirlo ahora con cierta vergüenza. Nunca había sido gran seguidor de este rico género zuliano y sé que mis padres tampoco, por lo de “prohibir la gaita en casa”. De niño, me parecía algo escandaloso y aturdidor. Luego, en mis años de
estudiante de conservatorio, mis abominables y arcaicos esquemas mentales me impedían acercarme a estas manifestaciones urbano-folklóricas, por demás interesantes desde el punto de vista etnomusicológico y, por qué no, fenomenológico.

Anamaría, tal como lo dijo ella misma en uno de sus artículos, formó parte de “Los Vocalistas de La Gaita”, fundó la agrupación “Los Fuleros”, ha compuesto decenas de gaitas y actualmente es la directora musical de FIGA, el Festival Intercolegial de Gaitas, y que a lo largo de los años ha formado a nivel nacional a numerosos jóvenes en el campo de la gaita zuliana. Es más: Los colegios
participantes de FIGA ahora son bandas casi profesionales de la región, convirtiéndose en alta competencia con agrupaciones ya reconocidas.

Pero a mediados de 1990, yo recién llegado de Caracas como estudiante “clásico”, Carmen Luisa Flórez me invita a formar parte de “Burbujas y algo más…”, una mezcla entre los más prestigiosos grupos gaiteros valencianos de los 80’s: Las Burbujas, los ya mencionados
Vocalistas de la Gaita, Los Chiculinos, Bejuma 80, Soto 80, Los Querrequerre, y Los Fuleros, donde ya había estado mi hermana Anamaría.

Ese momento coincidía con mi rol de director fundador del experimento de la Camerata Barroca de la Universidad de Carabobo la cual,
estilísticamente hablando, era antípoda de la gaita. Pero, por el cariño con los integrantes, me sumé. Fue rudo dividirme como “director de una agrupación especialista en música de los siglos XVII y XVIII” los martes y jueves en la tarde, y “director de gaita zuliana” los lunes y
miércoles en la noche. Fue más lo que aprendí que lo que pude aportar. Gracias a esa experiencia con “Burbujas y algo más…” conocí, por ejemplo, a Hogares CREA, lugar al que dediqué por entero diez años de mi vida, al lado de mi querido Padre Rivolta, por citar un
ejemplo.

La gaita, que en teoría es zuliana y suena en noviembre y diciembre, pero que en la práctica es de todo el territorio nacional, y que suena todo el año, para los que vivimos físicamente fuera de Venezuela, nos impacta muchísimo. “De lejos, dicen, que se ve más claro” dice Serrat en
Soneto a Mamá. A la distancia, la gaita nos llega más claro. La sentimos como regalo navideño que alimenta el alma, y convierte de nuevo estas cuatro paredes en otro hogar venezolano más.

Del gran Ricardo Aguirre, y especialmente a los zulianos que viven en el exterior, la Grey Zuliana.

Por Juan Pablo Correa Feo

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