La esperanza de un futuro mejor, impulsada por la profunda crisis humanitaria y económica en Venezuela, llevó a María (nombre ficticio para proteger su identidad) a cruzar el océano, sólo para caer en una brutal red de trata de personas y explotación sexual en Albania. Su testimonio es un crudo reflejo del riesgo que enfrentan miles de migrantes venezolanas que buscan oportunidades en el extranjero.
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María, madre de dos hijos, viajó al otro lado del mundo con la promesa de un trabajo digno. Sin embargo, al llegar a Europa, fue engañada y forzada a ejercer la prostitución, enfrentándose a la crueldad de sus captores y la deshumanización de la explotación.
Esta joven se convirtió en una de las muchas víctimas de trata latinoamericanas que son captadas con falsas ofertas de trabajo para terminar en clubes nocturnos de Tirana y otras ciudades albanesas.
De la captación a la cárcel
El calvario de María empeoró cuando, en lugar de recibir ayuda, fue arrestada por las autoridades albanesas. Según su relato, fue detenida cinco días después de haber llegado, junto a otras mujeres latinoamericanas, sin saber que la actividad a la que estaba siendo forzada era ilegal en ese país.
«No sabíamos que era ilegal. Si no, no hubiéramos venido», relató María, visiblemente consternada tras pasar varios meses encerrada en un centro de detención, a la espera de juicio. Esta situación subraya una problemática recurrente: muchas víctimas de trata son tratadas como criminales en lugar de recibir la protección y la ayuda que necesitan.
La trata de personas utiliza el engaño, la coerción y la necesidad para operar, siendo la vulnerabilidad económica de las mujeres venezolanas un factor clave para que caigan en estas redes.
El riesgo y la explotación: Una realidad global
El caso de María en Albania no es aislado. Organizaciones no gubernamentales y reportes internacionales han alertado sobre el alto riesgo de explotación sexual y laboral que corren las migrantes venezolanas, desde la frontera con Colombia hasta destinos tan lejanos como Europa y Asia.
La migración venezolana se ha convertido en una fuente constante de negocio para las redes de prostitución transnacionales.
«La prostitución, lo hacemos por necesidad… No solo nos maltratan, sino que también nos obligan a dar el 50% de lo que ganamos con nuestro cuerpo a los proxenetas,» aseguró otra víctima, Ana, resumiendo el brutal sistema de extorsión.
La historia de María es un llamado de atención urgente a los gobiernos y a las organizaciones de derechos humanos para combatir a estas mafias que transforman la desesperación en un negocio de esclavitud moderna.
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