El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, ha emitido un claro llamamiento a la comunidad internacional para que se respete el derecho internacional en la gestión de la tensa situación entre Venezuela y Estados Unidos, insistiendo en la necesidad de encontrar cauces diplomáticos y de diálogo para una solución pacífica, a pesar de la postura mantenida por su país de no reconocer a Nicolás Maduro como presidente legítimo de Venezuela.
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La declaración de Sánchez se produce en un momento de notable escalada de las fricciones geopolíticas en el Caribe, las cuales han sido marcadas por el reciente despliegue militar estadounidense y las contundentes respuestas de Caracas.
En este contexto de máxima sensibilidad, el líder socialista subrayó la importancia de la prudencia y la adhesión a las normas que rigen las relaciones entre Estados.
«El no reconocimiento de la presidencia de Maduro no es óbice para que no se respete el derecho internacional y se encuentren cauces de diálogo que puedan dar solución a esta crisis de una manera pacífica», sentenció Sánchez, destacando la separación entre la postura política de España y la obligación de buscar una salida negociada y respetuosa con la soberanía.
España ha sido tradicionalmente una voz activa en la crisis venezolana, manteniendo un compromiso inquebrantable con la defensa de los derechos humanos y la restauración de la democracia a través de elecciones libres y justas.
No obstante, el Ejecutivo español ha matizado que, incluso en situaciones de profundo desacuerdo político y diplomático, la apertura de «espacios de diálogo» es fundamental para desescalar cualquier conflicto y evitar consecuencias impredecibles.
El Gobierno español, a través de estas declaraciones, busca reafirmar su papel como actor promotor de soluciones multilaterales.
El enfoque pone en valor la diplomacia sobre la confrontación, buscando que las tensiones bilaterales entre Caracas y Washington no deriven en una inestabilidad regional mayor.
La posición de Sánchez resalta la compleja ecuación que manejan las naciones europeas: por un lado, mantener la presión por un cambio democrático y, por otro, garantizar que los principios de no intervención y respeto al derecho internacional prevalezcan en el hemisferio, especialmente en un momento donde la comunidad internacional vigila de cerca cada movimiento.
El objetivo final, según la administración de Sánchez, es proteger a la población civil y facilitar un futuro democrático para Venezuela, siempre bajo un marco de resolución pacífica y legal.
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