Después de una semana de continuos giros en una tormenta política sin precedentes en el deporte, Australia canceló, por segunda vez, la visa del número 1 del tenis «por razones de salud y buen orden».
El viernes por la noche, mientras en España se iban a dormir, en Australia ya había amanecido y Novak Djokovic había pasado una entrevista con funcionarios de inmigración. Después, fue detenido por la Fuerza Fronteriza y trasladado a la oficina de sus abogados para preparar su caso antes de la audiencia del domingo, cuando un juez decidirá definitivamente si se ejecuta la deportación o revoca la decisión del ministro de Inmigración, Alex Hawke.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Serbia también se animaba con un comunicado: «Novak Djokovic no es un criminal, terrorista o inmigrante ilegal, pero las autoridades australianas lo trataron de esa manera. Fue atraído a Australia para ser humillado».
Y a la respuesta desde el país del tenista no faltó la Federación de Tenis denunciado «presiones políticas» por la cancelación de la visa. Tampoco de la familia real serbia. «Cada vez es más evidente que el mundo libre desciende por el camino de la tiranía», dijeron el príncipe Filip y la princesa Danica Karadjordjevic.
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En Serbia, los compatriotas del tenista estuvieron también animados con una campaña de apoyo en redes y televisiones. Porque, para muchos de ellos, Novak Djokovic, su mejor embajador, es el «símbolo del mundo libre».
El equipo legal de Djokovic, formado por cuatro abogados, apeló el viernesla decisión del ministro de Inmigración, Alex Hawke, de retirar el visado al tenista. Este sábado se hicieron públicos los documentos en los que Hawke expone con más detalle los motivos que le llevaron a tomar la decisión:
«A pesar de mi aceptación anterior de que la reciente infección del Sr. Djokovic con Covid-19 significa que tiene un riesgo insignificante de infección y, por lo tanto, presenta un riesgo insignificante para quienes lo rodean, me preocupa que su presencia en Australia, dada su conocida postura sobre la vacunación, pueda fortalecer el sentimiento antivacunación de una minoría de la comunidad australiana» .
Y continúa: «Su comportamiento puede alentar o influenciar a otros a emular su conducta anterior y no cumplir con las medidas de salud pública apropiadas luego de un resultado positivo en la prueba. También podría conducir a un aumento de los disturbios civiles del tipo que experimentó anteriormente Australia con mítines y protestas que en sí mismos pueden ser una fuente de transmisión comunitaria».
Con información de: El Mundo
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