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Docentes se reinventan para no dejar de ejercer su profesión

Ser docente en Venezuela va más allá de la vocación de enseñar. Cada 15 de enero se conmemora el Día del Maestro, esta vez, en medio de un déficit educativo que durante la pandemia del COVID-19 obligó a renunciar a 250.000 docentes en todo el país, según la presidenta de Formación de Dirigentes Sindicales (Fordisi) y maestra venezolana, Gricelda Sánchez.

Percibir un sueldo base de dos dólares mensuales sin seguro de HCM (Hospitalización, Cirugía y Maternidad), servicios fúnebres y mucho menos seguro social provocó la desmoralización y desmotivación de los docentes que se negaban a dejar las aulas de clase; aunado al acoso laboral del que son víctimas cuando plantean a los directivos de los colegios públicos y privados permitirles tener un trabajo externo a su profesión.

“Solo en el año 2021 despidieron a 3.000 trabajadores en los estados Portuguesa, Barinas, Táchira, Miranda, Trujillo, Nueva Esparta y en Distrito Capital. En Caracas, reportamos el caso de un docente que estuvo al borde la muerte por COVID-19 y en medio de esa situación le suspendieron el salario. Por eso nos hemos movilizado. Las 67 unidades del Instituto de Previsión y Asistencia Social del Ministerio de Educación (Ipasme) hoy están cerradas; solo están abiertas en Caracas y Aragua”, expone la representante sindical en entrevista con El Pitazo.

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Poco se habla de la salud mental de los maestros. En el periodo de 2019-2020, Fordisi confirmó el suicidio de varios colegas que, ante la falta de ingresos económicos, desnutrición y presión familiar, atentaron contra su propia vida.

“La gente no logra entender cómo después de años de trabajo y estudio hoy no tienen para alimentarse a sí mismos. Ya no solo se debe hablar de alimentar a la familia. ¿Cómo alimentarte tú mismo si devengas un salario de dos dólares?”, se pregunta la maestra venezolana Gricelda Sánchez.

Luisa Pernalete, docente graduada de la Universidad del Zulia (LUZ) y profesora del Centro de Formación e Investigación Padre Joaquín de Fe y Alegría, asegura que uno de los problemas de la educación venezolana es que no hay datos oficiales o una memoria y cuenta para conocer la realidad educativa del territorio. Para la también defensora de los Derechos Humanos, el declive de las instituciones no tiene nada que ver con la pandemia. En las escuelas públicas que componen al 85 % del país, las subsidiadas como Fe y Alegría y privadas, los docentes se han retirado por las precarias condiciones laborales desde el año 2015.

Fe y Alegría cuenta con 174 escuelas en todo el país y en el periodo escolar 2020-2021, 34 % de los docentes técnicos se retiraron de la institución para reparar artefactos tecnológicos. Pernalete, en entrevista con El Pitazo, sacó a colación que periodistas extranjeros no comprenden cómo los profesores subsidian su vocación y no pudo evitar recordar al subdirector de un colegio en Barquisimeto que enseña lenguaje y, a pesar de trabajar como subgerente en una pizzería, continúa asumiendo las áreas de docencia en el colegio. Ni siquiera las dificultades para trasladarse a las instalaciones lo detuvieron; en un momento dado comenzó a movilizarse en bicicleta. “Lleva la educación en el ADN” de , reafirma Luisa Pernalete.

Según la sindicalista Gricelda Sánchez, de cada 10 docentes, 6 se están dedicando a otro oficio, 2 abandonaron definitivamente la docencia y 2 siguen en servicio. Contamos 3 historias de formadoras venezolanas que se reinventaron para continuar ejerciendo una profesión que dejó de ser atractiva para los jóvenes:

Elba Salazar:
“Ser docente es de corazón y de alma”

A Elba Salazar, docente inicial, le faltan 3 años para jubilarse. Han pasado 22 años desde que comenzó a ejercer y, desde joven, le llamó la atención el área de educación. El deterioro del gremio la hizo sentir vulnerable en varias oportunidades.

“Me he tenido que hacer fuerte para no caer en ese cuadro de depresión. No es nada fácil. Yo estudié casi la mitad de mi vida. Primero hice el técnico, luego la licenciatura, después el postgrado y es triste ver que todo el sacrificio que hice por mi misma no me permite mantenerme”, expresa con lágrimas en los ojos, la maestra que financió sin ayuda de sus padres su carrera universitaria.

Su esposo le ha dado ánimo en las tantas veces que ha flaqueado y llorado con la familia. “Estudié para tener una mejora, una jubilación digna. Antes, con la jubilación podíamos ayudar a nuestros hijos con la inicial de un apartamento o comprabas el regalo de graduación, un carro. Ya no”.

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