Graves problemas enfrenta, desde hace aproximadamente cuatro años, la infraestructura del piso 3 del Hospital Central de San Cristóbal, justo donde funciona la Unidad de Nefrología. En ese lugar está activo el servicio de diálisis para los pacientes renales.
Allí cuentan con once máquinas para dializar y todas estaban operativas para el momento de la visita hecha por el equipo de Diario La Nación. El servicio está dividido en dos áreas: una para pacientes negativos (con ninguna patología adicional), y la otra, con dos equipos, para enfermos positivos (covid-19, VIH y hepatitis).
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Leida Martínez, jefa del servicio, explicó que en ese instante solo tenían pacientes covid-19. Aclaró que no atienden simultáneamente a enfermos con distintos diagnósticos. “No podemos meter dos a la vez. Si es covid se dializa, y luego se hace la desinfección. Después le toca el turno al otro”.
Mauricio Méndez, de 33 años, se dializa día por medio en el hospital del Seguro Social, pero hace algunos días tuvo que ser atendido en el Hospital Central. Este hombre narró que para ganarse la vida y alimentar a su familia trabaja con una moto. Afirmó que no paga nada por la diálisis, aunque debe comprar los medicamentos para la tensión, las vitaminas que requiere y la heparina (un anticoagulante) que “falla bastante”. El valor de este último medicamento oscila entre 8 y 12 mil pesos colombianos, moneda de mayor circulación en el Táchira; en algunas farmacias el precio es más elevado.
La sede casi en ruinas
Esta edificación está muy deteriorada. Una gran extensión del techo destruida, goteras, olor a humedad, múltiples filtraciones, áreas completamente oscuras e inhabilitadas, y hasta murciélagos.
Familiares de los pacientes renales aseguran que esta situación, además de incrementar el riesgo de sufrir un accidente a las personas que se encuentran en el lugar, desmejora la condición de salud por los hongos generados por la humedad, situación que además incide en el estado emocional: causa depresión.
Luz Martínez, presidenta de la Fundación Pacientes Renales del Táchira (FundarenalTáchira), comentó que lamentablemente, bajo esas condiciones, atienden a los pacientes renales con covid-19, porque no hay dónde más dializarlos, así como aquellos que por alguna u otra razón están hospitalizados; además de algunas emergencias.
El techo se cae a pedazos
Al recorrer las distintas áreas del servicio de nefrología se pueden observar las críticas condiciones de la estructura física. El colapso del techo es evidente, así como el sistema de tubería de agua potable, y electricidad. Todo es producto de las filtraciones.
“Hoy esto no está inundado, pero cuando llueve, todo es agua, es una laguna, y así deben pasar los pacientes: mojado y con goteras”, dijo Leida y recalcó que por lo menos llevan 4 años en esas condiciones. El personal también corre riesgo e incluso varios han tenido accidentes en ese lugar.
A Cecilia Gauta, quien hace parte del personal del principal centro hospitalario de la región, hace algunos meses, en tiempos de lluvia, le cayó agua del techo en uno de sus ojos mientras hacía mantenimiento al lugar y le produjo complicaciones en la vista; además, ya tiene problemas en la columna. “Cuando llueve, todo se llena de agua. Allá mismo, en la Unidad, también se forman pozos. Y yo, como quien dice, ´la esclava Isaura´, saque y saque agua todo el día”, acotó y añadió que en estos momentos está bonito porque no ha llovido.
Otro de los problemas que han surgido por el abandono en que ha estado el servicio de nefrología del Central, es el tendido eléctrico. Ya se han registrado varios cortocircuitos, falla que, además de apagar el servicio, también podría dañar los equipos que allí funcionan.
Un tubo roto paralizó las diálisis
Cuentan que a principios de enero un tubo de aguas blancas se reventó en la Unidad de Diálisis del Hospital Central y ese evento paralizó la atención por una semana, mientras fue reparada la avería.
“Los enfermos se vieron forzados a esperar, rogando a Dios poder aguantar. Solo dos personas lograron dializarse en Barrio Obrero. Los pacientes con covid-19 tuvieron que aguantar siete días”, sostuvo la presidenta de la fundación y resaltó que cuando no se someten a este tratamiento, estos enfermos se van intoxicando porque su organismo no está en capacidad de filtrar las toxinas.
Hay pocos pacientes
Tanto el personal que labora en el referido establecimiento asistencial, como integrantes de la Fundación de Pacientes Renales del Táchira, afirmaron que a pesar de la capacidad operativa del Hospital Central, en cuanto a equipos se refiere, para atender a los enfermos renales que deben dializarse, en estos momentos son pocas las personas que reciben debido a la misma condición crítica de la estructura de la unidad.
“Prácticamente, solo estrictas emergencias, los que están hospitalizados por covid-19 o que no pueden salir a unidades extrahospitalarias porque son de alto riesgo, como los oncológicos”, refirió Luz.
Siete unidades de diálisis en Táchira
Luz Martínez, presidenta de FundarenalTáchira, indicó que en el estado hay un registro de 390 pacientes renales que se dializan en los siete centros que funcionan en la entidad, seis en San Cristóbal y uno en Colón, municipio Ayacucho.
De estos centros de diálisis, dos son hospitalarios: el Hospital Central y el del Seguro Social. Los cinco restantes son prehospitalarios. Todos se encuentran activos, aunque con limitaciones. “Los pacientes no pagan nada. Todo es aportado por el Seguro Social”, apuntó Luz.
Extraña reacción a la vitamina B
Luego de ser dializados, los enfermos renales deben recibir una dosis de vitamina B-12, generalmente abastecida por el Seguro Social. Extrañamente, el pasado mes de diciembre, un lote de ampollas provocó reacciones adversas que afectaron a los pacientes renales del Táchira. Una especie de intoxicación.
Algunos se brotaron, a otros les produjeron náuseas y vómito. Afortunadamente, con antialérgicos, lograron contrarrestar estos síntomas; por ello, fue necesario descartar, por lo menos para estos enfermos, estas ampollas, por lo que el mismo paciente debe adquirir esta vitamina.
“Este año, el Seguro Social no ha despachado y desconozco cuál fue el destino de la vitamina B-12. Al parecer, se devolvió”, comentó Martínez y agregó que actualmente se encuentra entre 8 y 12 mil pesos colombianos en las farmacias, y alcanza para 4 o 5 dosis. “Sin embargo, a muchas personas se les dificulta comprarlas porque no tienen ni para comer”, comentó Luz.
La alimentación no favorece
Otros de los factores negativos para la salud de los enfermos renales es la alimentación. Según relata el personal del hospital más importante de esta región andina y de la Fundación Pacientes Renales del Táchira, tristemente muchos “no tienen atención porque o gastan en el traslado hasta San Cristóbal o para mercado”. Destacaron que, a excepción de un centro de diálisis, todos están en San Cristóbal, y el de Colón no puede cubrir a toda la zona norte del estado.
Surge una esperanza
Luz Martínez informó que el alcalde de San Cristóbal se comprometió a contribuir en el rescate del servicio de nefrología y diálisis, y establecer el enlace con la gobernación del estado. “Ya iniciaron algunos trabajos”, subrayó.
“El alcalde Silfredo está al frente, tiene la intención y será el enlace con el gobernador Freddy Bernal, para que esa unidad sea reparada en su totalidad”, reiteró Luz.
Con información de: La Nación
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