En la lucha política, soñar no cuesta nada. Es gratis. Pero hacer los sueños realidad, puede costar mucho o muchísimo. No es gratis: tiene un precio elevado. Si se está dispuesto a pagarlo, entonces el sueño se podría transformar en hechos; de lo contrario, los sueños se quedarían en quimeras, y lo que continuaría sería la pesadilla.
Superar la hegemonía despótica y depredadora que impera, es un sueño de la gran mayoría de la población. Abrir los caminos de un cambio efectivo, también.
Por Fernando Egaña
Y no es un sueño reciente. No. Ya tiene mucho tiempo. Se ha quedado en los vapores de la fantasía, como se dijo una vez, porque es iluso considerar que ese cambio efectivo pueda ocurrir por la aceptación resignada de la hegemonía, ante su fracaso generalizado y ante el sentimiento de rechazo que suscita.
Las tramoyas de diálogo y de votaciones confeccionadas lo demuestran. Si no se aprende es porque no se quiere. Y los que no quieren aprender, tendrán sus motivos, cuya naturaleza y circunstancia no quiero ponderar en estas breves líneas. Además, en gran medida no hace falta la referida ponderación…
No se puede convertir el sueño en realidad, con ambigüedad y tibieza. No importa que estén adornadas de elucubraciones habilidosas.
Al revés: la ambigüedad y la tibieza son obstáculos de marca mayor para el cambio real hacia la democracia, la justicia y la libertad.
Por Fernando Egaña
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