El drama que vive Venezuela, político y humano, golpea y preocupa de un modo especial a Brasil, un país que, sobre todo desde que Lula da Silva llegó al poder, y desde los tiempos de Hugo Chávez a hoy, fue un país fundamental y amigo en las relaciones internacionales. Tanto Lula como la expresidenta Dilma Rousseff participaron siempre en las elecciones venezolanas a favor de los candidatos socialistas. Las relaciones políticas y comerciales estuvieron siempre en primer plano. De ahí la dificultad de calificar hoy lo que está aconteciendo en el país caribeño, lo que tiene nervioso a Lula y explica las dificultades suyas y de su partido, el PT, en intervenir en el drama de los venezolanos.
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La presidencia del partido de Lula se precipitó primero y aceptó la victoria de Nicolás Maduro en las elecciones antes de que presentara siquiera las actas de las votaciones. Lula subrayó, para no comprometerse, que él “no era el líder de su partido”, y puso en marcha a su diplomacia para abrir un canal de diálogo con Maduro. Todo fue inútil. Han fracasado hasta ahora los intentos de mediación, mientras el régimen venezolano se cierra en banda.
Para la izquierda brasileña y para la de Lula no es fácil definir lo que ocurre en Venezuela. Más si se tiene en cuenta que siempre defendió que no es “una dictadura” y colmó a Maduro de elogios recordándole incluso que “la democracia es relativa”, algo por lo que fue duramente criticado.
La espina de Venezuela es mayor para Lula y su Gobierno progresista, ya que en Brasil la derecha se reorganiza a espaldas del ultra Jair Bolsonaro y aprovecha el caos del país caribeño, amigable con la izquierda brasileña, para refregárselo en la cara a la izquierda brasileña.
Es tanta la tensión en Brasil sobre lo que acontece en Venezuela y la disputa por calificar políticamente al Gobierno de Maduro, donde Lula insiste en que no se trata de una dictadura, que ha entrado en el asunto de forma personal el presidente del Tribunal Supremo, Luis Roberto Barroso, una de las figuras más sensatas de la corte.
Su intervención ha sido seguramente motivada por las cifras ofrecidas por el diario O Globo que recoge noticias de la ONG Foro Penal, según la cual Venezuela tiene el mayor número de presos políticos del siglo en este momento. Más de 1.500 personas fueron detenidas por motivos políticos en un mes. Venezuela cuenta con el mayor número de presos políticos en casi 25 años. De ellos, 114 son menores de edad.
Ante todo lo que está aconteciendo en Venezuela, el presidente del Supremo brasileño ha querido salir al paso para decir con énfasis que el régimen venezolano actual no puede ser calificado ni de derechas ni de izquierdas. Se trata sencillamente de un “naufragio político”, y lo califica gráficamente de “desastre humanitario”, como lo ha confesado a Guillermo Amado de la edición digital Metrópoles.
Para mayor información en El País
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