Opinión

Qué personaje Cristina Gutiérrez

En 1986, mis padres decidieron editar una revista con su amigo Leoncio Lucena Alvarado. Parece que Leoncio lo había hecho unos años atrás, pero no pudo continuar. Así empezaron a editar “30 Días, Rutas”, tendría una publicación mensual en un formato pequeño. No iban a hacerle competencia a “In-fórmate”, revista en la que todos ellos colaboraban, la idea era que sirviera de guía al valenciano. Ahí estarían, tipo guía telefónica, la lista de comercios, instituciones, servicios públicos, médicos, centros hospitalarios, farmacias, escuelas, sitios de ocio y todo lo que tuviera vida en Valencia. Por supuesto que, aquellos que quisieran que su negocio se destacara, pagarían su publicidad.

Por Anamaría Correa

Fue ahí donde por primera vez supe de Cristina Gutiérrez. Justo en el primer número de la revista, “segunda época”, el mes de noviembre de 1986, le hicieron una reportaje muy bonito titulado ”El arte de la danza o Cristina Gutiérrez” . La verdad, ni siquiera había leído el artículo, cuando mi hermano Miguel Ángel llegó furioso a la casa con el cuento de que una de las “clientes” que había pagado la propaganda de su escuela de ballet dijo que no quería continuar porque en la revista habían preferido homenajear a una bailarina de Caracas en lugar de hacérselo a ella. Mi mamá fue la que menos se preocupó, eliminaron la propaganda de la academia ofendida, yo leí la entrevista y a mí Cristina Gutiérrez, me encantó.

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Cristina nació en Caracas el 2 de octubre de 1958 y desde chiquita decidió cambiar las salidas a los parques y el jugar con juguetes por el ballet, entrando a la escuela de Keyla Ermecheo en Caracas. De hecho, siempre comenta que el primer día que se puso unas mallas y unas zapatillas de ballet, sintió como una magia le recorrió el cuerpo y se dijo a sí misma: yo quiero esto.  Para colmo, Cristina era vecina de Elisa Soteldo, una persona increíble, cantante y pianista, que acababa de regresar de Nueva York y a quien se le ocurrió hacer un coro con sus niños y los de los vecinos, creando así, “Las Voces Blancas”. Se estrenaron en Televisora Nacional, canal 5, para homenajear a las madres en su día. Para ese entonces, Cristina tan solo tenía ocho años y el éxito fue tan grande, que un directivo del canal ofreció un programa fijo los sábados, que se mantuvo al aire por cinco años.

Con Elisa Soteldo participó en múltiples actividades artísticas, además del programa de Televisora Nacional, hicieron programas especiales para la televisión, grabaron discos (LP’s de la época), montaron comedias musicales, espectáculos benéficos, recitales, conciertos, sin duda, una experiencia fabulosa para una niña pequeña que tenía el arte corriendo por las venas y gracias a Dios, sus papás fueron sus cómplices en todo. Eso sí, jamás abandonó sus estudios formales de ballet.

Además de seguir con Keyla Ermecheo, estudió en la Escuela Interamericana de Ballet, también en Caracas y tuvo otros muy buenos profesores, como Rafael Portillo, Laura Prieto, Gudelia Castillo, Melante Alexander, Alberto Suárez e Inés Mariño. Y estudió Jazz y danza contemporánea.

Se vino a Valencia a estudiar Administración Comercial en la Universidad de Carabobo y mientras tanto, aquí siguió con el ballet y el jazz, estudiando con Servy Gallardo, Flor Navarro, Harry Bell y Franco Gutiérrez. Aprovechó siempre el tiempo al máximo.

Cuando iba a Caracas era la asistente de la profesora Keyla Ermecheo en “Las Voces Blancas” y logró viajar con ellas a Dinamarca, donde obtuvieron en el Festival “La Flor Dorada”, el primer premio como mejor coro.

Sin duda, todo esto resultó para Cristina una serie de experiencias increíbles que la llevaron no solo a ser una gran bailarina, sino a ser una gran docente, su sueño dorado. Tal vez estudió en la universidad para complacer un deseo paterno, pero sin duda, le sirvió para gerenciar su empresa, una escuela de danza, donde el ballet sería la primordial enseñanza.

Se casó con Freddy Sánchez con quien forma una familia, que es otro de sus éxitos. Ambos tuvieron dos maravillosos hijos, Eduardo y Elizabeth, que hoy en día residen en España. Por cierto que Elizabeth no es bailarina, pero cómo canta. Es “Voz Universitaria”, es decir, ganó ese festival como mejor voz, cuando le tocó competir, hace unos pocos años.

El hecho es que Cristina y Freddy se quedaron a vivir en Valencia y, a mediados de los ochenta, Cristina abre su Escuela Superior de Danza Cristina Gutiérrez, para lo cual alquila una casa en El Viñedo. Después de algunos años, con la ayuda de su papá y de su esposo, construye en la urbanización El Parral, una edificación ad-hoc, en forma de zapatilla de ballet, que gana el Premio Nacional de Arquitectura 2000. Por cierto que le acaban de otorgar a la Escuela Superior de Danza Cristina Gutiérrez, la Orden “Arturo Michelena”.

Volviendo de nuevo al pasado, en 1999, una noche, Cristina asiste a un festival en Maracay donde el Movimiento Dancístico de Aragua, espacio que, de alguna manera, junta a todas las agrupaciones de danza del estado Aragua y otorga el Premio “Andrés Oropeza” a los más destacados. Y de inmediato Cristina pensó ¿Por qué no hacer lo mismo en Valencia? Así se reunió con todas las academias de baile del estado Carabobo y fundan Prodanza.

Ya son veinticinco años donde no solo se promueve la danza a nivel regional, se consiguió la unión de todas las academias, independientemente de su especialidad: ballet clásico, danza contemporánea, nacionalista, flamenca, árabe o cualquier otra tendencia. A lo largo de estos años, grandes representantes del arte en Carabobo han sido galardonados. Algunos ya no están con nosotros, como Juan Monzón, Nina Nikanorova y Lilian de Lizarraga, mientras que otros continúan representándonos con orgullo, como Marilse Vargas, Alma Yolanda, Matilde Mendoza, Eduardo Sanoja, Leonardo Cano, Jeniffer Reyes, Ángel Méndez, Greslie Kenny, Manuel Rojas, Ysfer Román, Nadiana Rodríguez y Andrea Cuevas.

Se me acabó el espacio y me faltó hablar de la Cristina Gutiérrez amiga, esa que da la vida por ellos. Que siempre los toma en cuenta, que no los abandona jamás.

Ahora, después de agradecer a Cristina por su inmensa contribución a la danza en el estado Carabobo, me viene a la mente una foto que vi una vez en su casa. En esa imagen, mi querida amiga Cristina, aún una integrante infantil de “Las Voces Blancas”, aparece linda, pequeña y menuda, con su mirada hacia arriba, como escuchando atentamente a sus interlocutores. Se encuentra en medio de una conversación entre dos grandes: Aldemaro Romero y Renny Ottolina. Definitivamente, en esa foto, son tres los grandes.

¡Qué personaje Cristina Gutiérrez!

Por Anamaría Correa


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