Kamala Harris de 56 años y de tez oscura e hija de una inmigrante india y un hombre de origen jamaiquino ha sido la primera muchas veces en su vida se convirtió en la primera mujer negra en vicepresidencia de Estados Unidos.
Ella tiene un mantra que heredó de su mamá, una reconocida científica especializada en cáncer de origen indio: “Tú puedes ser la primera, pero asegúrate de que no seas la única”. La frase no podría aplicar mejor a la trayectoria profesional de Harris.
Fue la primera mujer negra en California elegida como fiscal de distrito, para entonces en San Francisco. Años más tarde, en 2011, fue elegida fiscal general del estado convirtiéndose en la primera mujer y primer ciudadano afroamericano en el puesto.
En 2017, llegó al Senado en representación de California marcando un nuevo hito. Harris es la segunda senadora afroamericana y primera de ascendencia asiática en la historia de Estados Unidos. Ahora, en el momento más importante de su vida profesional, es la primera mujer en la vicepresidencia y, además, de origen afro.
Su vida no es la de un político convencional. Sus padres no eran ricos, no fue a prestigiosas universidades y no siempre estuvo del lado correcto de la historia. Esta es la trayectoria de alguien cuya principal virtud es ser el rival del presidente más polémico de la historia de Estados Unidos.
Una carrera en la justicia de amores y odios
Su larga carrera en la justicia le ha traído reconocimientos, pero también críticas. Cuando trabajó en la oficina de la fiscalía de distrito de San Francisco, primero como asistente del fiscal y luego como cabeza de la entidad judicial, persiguió la prostitución juvenil en la ciudad y reorientó la ley para tratar a las menores como víctimas y no como criminales.
Además, según el medio estadounidense POLITICO, durante sus tres años como fiscal de distrito, la tasa de condenas aumentó de 52 a 67 por ciento. Otros sectores también reconocen un programa que fundó para la rehabilitación de personas condenadas por delitos de tráfico, distribución o posesión de drogas en San Francisco.
Sin embargo, también estuvo envuelta en situaciones que no la dejaron bien parada. Como la vez que un técnico de la fiscalía robó cocaína del laboratorio criminal del fiscal y manejó mal las pruebas. Harris no hizo públicos los hechos ni informó a los abogados defensores. Por ello, tuvieron que desestimar casi mil casos relacionados con asuntos de drogas.
Por otro lado, un programa que impulsó en 2010 contra el ausentismo escolar produjo tanto amores como odios. Este presionaba a los padres a enviar sus hijos al colegio con multas y otras medidas. El medio californiano especializado en política Calmatters, afirma que en poco tiempo la tasa de ausentismo bajó, pero algunos sectores calificaron las medidas como demasiado punitivas y señalaron que afectaban especialmente a familias pobres de minorías étnicas.
En los años posteriores, cuando ya estaba al mando de la fiscalía general de California, logró un acuerdo millonario a favor de las víctimas de la crisis hipotecaria, respaldó el matrimonio igualitario, defendió una ley contra el cambio climático y abogó por política pública a favor de la cobertura en salud a bajo precio para la población.
No obstante, algunos sectores critican de este periodo que no persiguió con suficiente determinación el abuso policial y su negativa a apoyar dos iniciativas que tenían como objetivo prohibir la pena de muerte en el estado. Estos dos asuntos han sido unos de los más importantes señalamientos que le hicieron durante las elecciones. Para sectores más a la izquierda, el pasado judicial de Kamala la muestra como una abogada de mano dura, demasiado punitiva y no lo suficientemente progresista.
En cuanto a su trayectoria en el Senado, sus especialidades son la seguridad nacional, asuntos de inteligencia y justicia. También participó en las sesiones presupuestarias y de impuestos. Además, el diario The New York Times resalta que apoyó e impulsó políticas para cambiar la situación de grupos vulnerables y marginados como lo son las mujeres, personas de color y los estadounidenses de bajos ingresos.
Kamala nació en Oakland, California, en un hogar de migrantes. Su madre, Shyamala Gopalan, llegó a Estados Unidos de Chennai, India, para estudiar una maestría en nutrición y endocrinología en la Universidad de Berkeley. Con el tiempo, se convirtió en una reconocida científica especialista en cáncer de mama. En sus épocas como estudiante conoció al padre de Kamala, Donald Harris, un jamaiquino que arribó al país también con el objetivo de estudiar en Berkeley. Solo que en su caso fue economía.
La pareja tuvo dos hijas, Maya y Kamala, pero cuando la última tenía 7 años se separaron. Desde entonces, Shyamala se encargó de ellas y se las llevó a vivir a Montreal, Canadá. Años más tarde, cuando ya era una mujer adulta, Kamala volvió a Estados Unidos a estudiar ciencia política y economía en la Universidad de Howard en Washington D.C. Luego hizo un doctorado en derecho en la Universidad de California Hastings.
Kamala es una mujer devota a su madre, quien falleció en 2009. En su libro de memorias La verdad que sostenemos, publicado el año pasado, le dedicó estas palabras: “No hay título ni honor en la tierra que atesore más que decir que soy la hija de Shyamala Gopalan Harris”.
Su mamá fue una mujer progresista que rompió con el estereotipo y el rol social de las mujeres en la India a mitad del siglo pasado. Se dedicó a cantar cuando era joven y luego a la ciencia. Cuando ya vivía en Estados Unidos se unió al movimiento por los derechos civiles de los años 60 al lado del padre de Kamala. Por eso, la vicepresidenta reconoce que se crió en un ambiente de organización y lucha social por los derechos de los afroamericanos.
Su interrumpida carrera a la presidencia
Harris, antes de ser elegida como la pareja electoral de Joe Biden, compitió en las primarias demócratas para ser la candidata del partido a la Presidencia. Durante este proceso recibió grandes donaciones de colaboradores del partido y fue reconocida como un personaje fuerte que cada vez destacaba más entre las líneas demócratas. Sin embargo, al final de 2019 desistió y cerró filas alrededor de Biden.
En su campaña en las primarias, señaló su crianza en medio de un ambiente de movilización a favor de los derechos civiles. Por ello, decidió presentar oficialmente sus aspiraciones presidenciales el 21 de enero de 2019, día de Martín Luther King. La simbólica ceremonia fue acompañada de una frase contundente que Harris quiere que sea su sello, aunque ahora desde la vicepresidencia. “Digamos una verdad incómoda: el racismo, la homofobia, el sexismo son reales en este país. Y son formas de odio antiguas con nuevo combustible. Y hay que decirlo, para poder lidiar con ello”.
Con información Semana
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