Opinión

Ciberacoso con pesas


La bióloga Diana Liz Duque trabaja en la Reserva Forestal Caparo de Barinas, conservando una parte del bosque, y con él, su biodiversidad y especies en peligro de extinción.

El pasado 7 de febrero publicó en Twitter y Facebook un llamado para que el entrenador Richard Linares dejara de publicar fotografías con las guacamayas que tiene, porque “la fauna silvestre no es mascota”, invitándole a publicar mensajes de conservación.

Linares respondió días después en Instagram, la única red que no usó Diana. Lo hizo usando una foto de la bióloga para exponerla, haciéndola vulnerable. En el post afirmó que ella trataba de crear una matriz negativa en su contra para que le quitaran las aves, asumiendo como un rédito no haberlas comprado, y pidiéndole a sus más de 2 millones de seguidores ayuda para “que le digan a @lizduquesa la verdad de como viven mis guacamayas”.

Con su redacción, era improbable que los mensajes a la bióloga fuesen testimonios de sus buenos oficios como dueño de aves. Logró acumular burlas, amenazas y desprecios, y como máximo trofeo, logró que cerraran la cuenta de Diana en Instagram gracias a la suma de denuncias de sus seguidores.

La bióloga narró este domingo en Twitter el acoso del que ha sido víctima y logró sumar la solidaridad de muchos, abriendo la posibilidad de que otros biólogos y conservacionistas se pronuncien, y que se volvieran a compartir trabajos como el de Helena Carpio en Prodavinci sobre las guacamayas, y el de Efecto Cocuyo que hizo Jeanfreddy Gutiérrez sobre la Reserva Forestal Caparo. Cuando puedan, revísenlos para darle justa dimensión a esta agenda.

Sobre la maldad del entrenador se monta una gruesa capa de arrogancia. Linares no ha asumido responsabilidad sobre el acoso que estimuló ni sobre la manipulación de su mensaje inicial. No se ha disculpado, celebró el cierre de la cuenta en Instagram de Diana, y habiendo acumulado miles de mensajes de odio contra ella, aún no ha desmontado el post inicial, por lo que sigue exponiéndola al escarnio.

Narrada la otra versión, con el desequilibrio que ha supuesto para ella recibir miles de mensajes de odio, un agresor con sentido de justicia puede ponderar su error, disculparse y corregir. No hacerlo es estimular su repetición en un país con severas debilidades institucionales, con poca seguridad personal ante el poder de los que tienen poder. Por eso declaro mi preocupación por la bióloga.

Ojalá alguien con auctoritas sobre el entrenador le ayude a entender la dimensión del acoso que desató, las consecuencias de sus mensajes y la bajeza de su conducta. 

No hay esteroides que compensen la ignominia.


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