De la mano de una historia sencilla y sin grises que nació medio siglo atrás, La usurpadora no sólo se convirtió en una de las telenovelas más exitosas de la historia sino que consagró a su protagonista, Gabriela Spanic, como una figura internacional incluso más allá de América Latina. Pero el estrellato terminó volviéndose una cárcel para una actriz cuya vida real es digna de un culebrón, que incluye una verdadera hermana gemela con la que estuvo peleada por años y varios episodios de violencia.
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Un éxito remozado
La usurpadora, la historia de dos hermanas separadas al nacer que se reencuentran siendo adultas y viviendo dos realidades completamente diferentes, debutó en la pantalla de Radio Caracas Televisión en 1971. La telenovela, grabada en blanco y negro, tenía como protagonista a Marina Baura, en el doble papel de las gemelas Alicia Estévez y Rosalba Bracho, y al galán Raúl Amundaray como Daniel Bracho.
La telenovela, que se extendió por 300 episodios y tenía libro original de Inés Rodena, tuvo moderado éxito en el Caribe y su formato fue comprado y repetido varias veces en distintos países, con los títulos alternativos de El hogar que yo robé (México, 1981) o La intrusa (Venezuela, 1986).

En 1997 Televisa volvió a interesarse por la historia y decidió hacer su propia versión. A la hora de buscar una protagonista, fijó sus ojos en una actriz venezolana que había estado creciendo en diferentes papeles secundarios, pero no había tenido chance de tener su gran rol. Gabriela Spanic había conocido la fama siendo muy joven al presentarse al certamen Miss Venezuela 1992, lo que le sirvió como vidriera para trabajar como modelo y, de poco, dar sus primeros pasos en la actuación.
“Todo siempre fue difícil para mí. Yo no vengo de una familia de alcurnia o de una familia con dinero. Sin embargo, siempre soñé con ser actriz y desde chica me propuse hacer mi sueño realidad. No me fue nada fácil: yo tomaba el metro bien temprano, me subía a dos autobuses, lo que hiciera falta para estar en los castings o participar al menos de extra”, recordó Spanic.
Hasta que no comenzó a ganar su propio dinero con el modelaje, la venezolana pasó por muchas privaciones: “En varias ocasiones me enfrenté a peligros, a veces estaba en una carretera pidiendo un aventón porque no tenía dinero para el bus. En mis inicios vivía en un cuartito y a veces no tenía con qué comer. Yo recuerdo todo eso con tanto orgullo, no fue fácil pero aquí estoy”.
Gracias a esa tenacidad y a su talento, Televisa la convocó para esta gran producción, en donde logró el sueño de tener un destaque protagónico, aunque para eso debió abandonar Venezuela, a sus amigos y a sus afectos.
Prueba de fuego

Spanic se puso en la piel de Paola, una mujer fría y calculadora, y de Paulina, que era inocente y tímida. En el medio de ellas estaba Carlos Daniel Bracho, un hombre millonario y buen mozo, que sufre porque su esposa Paola sólo lo usa para satisfacer sus caprichos y por eso terminará enamorado de Paulina, sin conocer su identidad. En el rol del galán eligieron a Fernando Colunga, mientras que para darle categoría a la ficción llamaron a la argentina Libertad Lamarque como la matriarca de la familia, enfrentada con Paola.
Con expectativas de repetir el éxito de producciones similares, La usurpadora debutó en la pantalla de Televisa el 9 de febrero de 1998, de lunes a viernes a las 9:00 de la noche. El éxito fue inmediato y siguió creciendo a medida que pasaban los episodios, con más y más elogios para la actuación de Spanic, quien realmente jugaba a distintos extremos a la hora de interpretar a las hermanas.
El éxito del proyecto sin dudas hizo más llevaderas las largas horas de grabación del culebrón, que tuvo 120 episodios. Sin embargo, Spanic tiene otros recuerdos: “Aunque en general el clima en el set de la telenovela era bueno, viví muchos momentos de tensión y estrés detrás de cámaras porque mi acento, que tenía muchas marcas venezolanas, no eran del agrado de Beatriz Sheridan, encargada de la dirección”.
“Al principio no fue fácil, en Venezuela tenemos un acento muy particular, muy costeño, como el veracruzano, nosotros no pronunciamos las ‘s’. Ella me gritaba con su voz ronca: ‘¡Gabriela, ese acento!’. Me pusieron a trabajar con Adriana Barraza el acento, tuve la oportunidad de trabajar con ella, la amo con toda mi alma”, comentó la actriz sobre su colega, que años después conseguiría conquistar Hollywood.
Cuando la historia comenzó a volverse algo monótona, Televisa decidió hacer ingresar una nueva contrafigura para las hermanas gemelas. Adriana Fonseca se puso en la piel de Verónica Soriano, quien rivalizó con Paulina por el amor de Carlos Daniel Bracho. “A mí me tocó entrar a la mitad de la telenovela y pues sí, estaba un poco nerviosa porque entraba yo a hacer un triángulo amoroso con Fernando Colunga y Gaby Spanic y pues ellos ya estaban involucrados y demás, entonces fue muy emocionante y una gran responsabilidad”, recordó hace poco la actriz mexicana.
En el recuerdo de Fonseca, Spanic fue generosa y buena compañera, pero siempre enfocada en el trabajo: “Era mega disciplinada. La entiendo perfecto porque aparte es extranjera y tenía que trabajar el acento neutro, tenía que trabajar una personalidad buena y tenía que trabajar la personalidad mala malísima, entonces tenía que estar todo el tiempo superconcentrada y siempre estaba con un coach trabajando su acento”.
Algo que recordó Fonseca, y en lo que muchos de sus compañeros coincidieron, era que Spanic solía quedarse dormida en el set. “Le pasaba muy seguido, y no la estoy criticando, al contrario, la admiro muchísimo por todo el trabajo que hacía, se quedaba dormida. Parecía una cenicienta, bellísima, así su cara maquillada perfecta, pero dormidísima porque, señores, los llamados son a veces desde las seis/siete de la mañana y terminas a las 11 de la noche, entonces entre escena y escena, entre cambio de luz, entre cambio de set, ahí se echaba su pestañita y sí la vi varias veces. En estos tiempos ya le hubieran sacado mil fotos, pero en esos tiempos pues no había la tecnología que hay ahora con los celulares”, explicó.
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