«La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti.”
John Donne (1572-1631).
Trescientos años después de haberse escrito este poema, Ernest Hemingway usó esa pregunta, para titular una de sus más importantes novelas, que encierra una historia de cruentas revelaciones de amor, odio y lucha en la desgarrada España de la Guerra Civil.
¿Por qué y por quién doblan las campanas? …
Se dice que el tañer de las campanas eran el reloj de mano de nuestros abuelos, por el toque sabían en que hora vivían. Las campanas eran el sistema de alarma cuando había un peligro. Pero también su repique reunía a los vecinos y anunciaba las fiestas. Eran el despertador y su toque ponía fin al día. En el pasado, las campanas convocaron a los fieles para la oración. Pero también convocaba su tañer, en el medioevo, a los pordioseros – clochards – (de cloche campana, en francés) a recibir su mendrugo. Y también doblan las campanas cuando alguien muere, con un tipo de repique diferente, monótono.
Por Manuel Barreto
Hoy de nuevo se están escuchando, pero no para convocar a las recordadas misas de aguinaldo. Es otro su repique, es por un régimen que en lugar de construir, destruyó; en lugar de lograr la armonía, sembró el odio, el resentimiento y la tristeza; en lugar de bajar los índices de pobreza, los triplicó transformando la corrupción en una especie de plusvalía y la educación formal en demagógicas misiones. Doblan por la hambruna y el desamparo de los servicios asistenciales de salud. Por la carencia del sustento y el incremento de la ruindad. Doblan por la espera del hambre que no espera…ni la muerte tampoco.
Doblan por la sumisión de los poderes que deberían controlarle, lo que le ha desnudado y lo muestra tal como es, sustentado en la coacción, exhibiendo la fuerza, el insulto y la furia, apresando a ciudadanos por exigir se respete el resultado de una elección que ha marcado un hito en nuestra historia… Ese hecho sociopolítico (que los psicólogos sociales denominan “Dispositivo analítico” o “Evento disruptivo”) que, por la fuerza de su impacto, logró cambiar el rumbo de nuestro país.
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Doblan con firmeza por la ira contenida, después de años de engaños, mentiras, agravios y manipulación de la opinión pública. Doblan con fuerza por esos seres perversos que destrozaron las instituciones y retardaron el ingreso de nuestro país al siglo XXI, mediante la demagogia, la ineficiencia, la corrupción y el populismo retrogrado
Doblan por sus «Niños de la calle»… hoy incontrolables pranes. Doblan con fuerza por esos esbirros que mancillan su uniforme y cuyo honor no se divisa, por esos grupúsculos armados sembradores de desgracia y dolor. Doblan en la OEA, en la ONU, en el Parlamento europeo y doquiera se comprenda el colapso de un pobre país petrolero, en manos de bandoleros.
Esas campanas tienen mucho tiempo doblando porque el pueblo venezolano no quiere dádivas, limosnas, ni miserables bonos, lo que quiere es respeto, trabajo, digno y justo; tiene sed de justicia. Ya el ciudadano – antes irónicamente llamado “soberano” – sabe que la hambruna fue ocasionada no por una guerra económica sino por una economía de guerra originada por la corrupción, la negligencia, la incapacidad y la ruindad de un sistema perverso que ya está agonizando, pero aún pretende atornillarse en el poder. Las campanas también han doblado en un sencillo y sentido homenaje a las víctimas y familiares de todos esos jóvenes que ofrendaron con sus vidas el rescate de nuestro país.
Hoy doblan las campanas por un régimen forajido, pero pronto las escucharemos repicar de júbilo por un pueblo noble que, con dignidad y coraje, supo recobrar su libertad.
Por Manuel Barreto
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