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Madres de la Maternidad del Sur: Nada nos devolverá a nuestros hijos, pero no puede pasar más

La mezcla de sentimientos es la misma. El dolor predomina y se combina con impotencia, tristeza, rabia y sed de justicia. Las madres de los niños fallecidos en la Maternidad del Sur no quieren que otras familias vivan esta historia. Por eso, denuncian todo lo que enfrentaron. Desean que sea la alegría la que se vea en los rostros de quienes salen de ese centro salud con sus recién nacidos en brazos y no en una urna.

Yusmaira Flores llegó el 3 de diciembre para que le realizaran una cesárea programada. Tenía 39 semanas y dos días de embarazo y, cuando fue ingresada a quirófano alas 3:00 p.m., lo que menos imaginó es que empezaría a contar 24 días para irse a casa sin su bebé.

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Su gestación siempre fue calificada como normal por su obstetra, por lo que no se esperaba ningún imprevisto. Jaziel Jiménez Flores nació, ella lo vio, era un niño grande de cuatro kilos con 100 gramos. Al terminar la cirugía ella fue llevada a un pasillo para iniciar el proceso de recuperación. Media hora después preguntó dónde estaba el bebé, al rato se lo mostraron y le indicaron que se iba a quedar en quirófano porque tenía insuficiencia respiratoria.

El costo de la salud pública

Pasaron 19 horas para que Yusmaria pudiera verlo nuevamente. Le habían puesto un dispositivo de presión positiva continua en la vía aérea nasal (CPAC) para ayudarlo con su respiración y le pidieron una interconsulta con una cardióloga a un costo de 30 dólares. Pero esa especialista llegó dos días después y en la Maternidad del Sur no permiten el ingreso de otros doctores si no es autorizado por el jefe de pediatría. Mientras tanto, el niño se complicó y fue trasladado a la Unidad de Terapia Intensiva Neonatal (UTIN).

El 5 de diciembre le solicitaron varios exámenes de laboratorios. El de procalcitonina arrojó que tenía una bacteria que, según Yusmaria, la adquirió su bebé y muchos otros, en el quirófano.

Al día siguiente llegó la cardióloga y determinó que el niño había sufrido una asfixia perinatal y tenía hipertensión pulmonar. Le indicó un medicamento que debía pagar la familia por 50 dólares cada dosis y debía ser administrado cada 48 horas.

Durante la visita en UTIN el 8 de diciembre, le dijeron a la madre que tenían que realizarle al bebé una flebotomía, (colocación de vía central), un procedimiento que implicaba una interconsulta con un cirujano pediátrico, todo por 100 dólares. Y como el niño no mejoraba, solicitaron reevaluación con la cardióloga, quien, una vez más, no fue de inmediato sino a los dos días.

Pero Jaziel estaba grave y fue intubado el 13 de diciembre. Tenía las plaquetas en niveles muy bajos y por eso lo intubaron y le hicieron cambio de tratamiento en el que su familia gastaba, al menos, 50 dólares diarios.

Los peores días en la maternidad

Al día siguiente le entregaron a su madre una manta llena de sangre. Ella preguntó la causa y la enfermera le dijo que no sabía porque estaba empezando su guardia. “Muchas veces me tocó respirar profundo y tragar grueso porque hay mucha falta de empatía y vocación de parte de enfermeras y doctores en la maternidad. En tres oportunidades me dijeron que el bebé en cualquier momento podía fallecer y que no podían hacer más nada”.

El 16 de diciembre me pidieron inmunoglobulina, que tiene un costo de 300 hasta 460 dólares y lo compré porque, según, con eso el bebé se iba a mejorar y lo iba a ayudar a combatir la sepsis neonatal. Pero el 23 una enfermera le dijo a Yusmaira que a su hijo se le infiltró el catéter pero, dos días antes, le habían entregado las mantas mojadas. “O sea, que no había sido solo ese día, las que estuvieron de guardia entre 21 y 22 no se habían dado cuenta, pero yo preguntaba y lo que me decían era que no sabían decirme”.

En la víspera de Navidad le pidieron 100 dólares más para una nueva flebotomía y, desde ese momento, el niño empezó a desmejorar más porque tuvo una hemorragia, sangró por la boca y nariz, le cambiaron el tubo dos veces, le hicieron transfusión de sangre, sin embargo, no había mejoría.

El día 27 ya no sangraba, pero estaba muy edematizado (hinchado), se estaba quedando sin oxígeno y, después de dos paros respiratorios, falleció.

«Le dañaron sus riñones»

“Esta es mi triste historia y mi hijo entró a UTIN de la Maternidad del Sur solo con una hipertensión pulmonar y dañaron sus riñones debido a la serie de antibióticos que les colocan y todos para la misma infección que nunca lograron quitarle hasta que salió sin vida de allí. Yo sé que denunciar no me van a devolver la vida de mi hijo, pero lo hago por la vida de los demás bebés que allí nacerán, ya que es la única maternidad pública que está funcionando”.

Ella pidió a los organismos pertinentes que se aboquen a resolver esta situación y pide justicia por su hijo y por todos los bebés que vio en los 24 días que estuvo en la Maternidad del Sur.

Prácticas médicas cuestionables

El 5 de diciembre comenzó una historia médica para Hilary Matute a la que le hace muchos cuestionamientos. Ese día, con 35 semanas de embarazo, se despertó con sangrado y malestar, por lo que fue a la Maternidad Julia Benítez de Guacara.

“El doctor me dijo que me haría un tacto y lo que hizo fue introducirme un espéculo que me rompió la fuente”.

Después de eso le dijeron que en ese centro de salud no podían atender su emergencia y la refirieron a la Maternidad del Sur de Valencia, a donde llegó a las 8:00 a.m. Desde su ingreso sintió que el trato recibido no era el adecuado.

Le dijeron que tenía cuatro centímetros de dilatación, llenaron su historia, la llevaron al área de espera de sala de parto, donde las camas estaban mojadas y llenas de sangre, se puso una bata quirúrgica rasgada que fue lo único que le dieron. Dio a luz a las 12:57 p.m. a Oriel Mathias, un bebé de 45 centímetros y 2,400 kilos.

“En sala de parto solo estábamos la doctora y yo. Ella me puso al niño en el pecho y salió a buscar una cuna para ponerlo, pero no encontró. Mi hijo y yo estuvimos una hora desnudos porque no dejaban pasar nuestras pertenencias”.

Después le dijeron que el niño se quedaría en observación porque había nacido con insuficiencia respiratoria del prematuro. Le pidieron un CPAC que costó 110 dólares y le mandaron a realizar sus primeros exámenes cuyos resultados salieron bien.

Errores y silencios 

Al día siguiente, a Hilary le hicieron un legrado para extraerle lo que no había expulsado. A las 8:00 p.m. le permitieron ver al bebé. “Estaba en observación de sala de parto, en una cuna sobre un charco de agua”.

El día 7 de diciembre, durante la visita, se percataron que Oriel no tenía el CPAC bien puesto y estaba desmayado. No estaban las enfermeras de guardia en el área, cuando fueron ubicadas reanimaron al niño. Un día después, le indicaron otros exámenes de laboratorio, entre ellos un hemocultivo.  También le dieron una información que la alertó: estaba recibiendo antibióticos para evitar que contrajera una bacteria en quirófano y que el bebé había nacido con hipertensión pulmonar.

A las 5:00 p.m. del 9 de diciembre Oriel había sido trasladado a otra área sin avisarle a sus familiares. No lo conseguieron hasta que llegaron a cuidados mínimos transitorios en la maternidad. Allí les solicitaron otras medicinas y pidieron interconsulta con un cardiólogo y un cirujano para colocarle una vía central. Los especialistas llegaron al día siguiente pero, por error, le pusieron el catéter a otro bebé.

“El doctor se disculpó, salió a comprar lo necesario, realizó la cirugía y todo salió bien. Aunque mi hermana y yo sacamos varias veces a un gato de la sala donde estaban los neonatos y el cirujano haciendo el procedimiento”.

La misma historia de hongos y bacterias en la maternidad

El 11 lo trasladaron a la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales (UTIN) porque los médicos dijeron que se estaba descompensando, durante los días consecutivos le cambiaron el tratamiento y se confirmó que tenía cándida glabrata, un hongo que, según los médicos, fue contagiado por la mamá. Le indicaron un antibiótico que le costaba a la familia 80 dólares.

La caída libre parecía inevitable, como con el resto de los recién nacidos diagnosticados con bacterias u hongos en la Maternidad del Sur. Le transfundieron sangre, pagaron por una interconsulta con la infectóloga y, aunque lograron estabilizar su saturación de oxígeno, lo intubaron “porque había un ventilador disponible y había que aprovechar antes de que se lo pusieran a otro niño”.

Una de las doctoras le bajó 40 de oxígeno y, desde ese momento, el bebé descompensó con mucha frecuencia. Todos los días le decían a Hilary que podía morir y le pidieron inmunoglobulina, el único medicamento que la familia no pudo comprar, sino hasta el 19 de diciembre, porque costaba 500 dólares y en Insalud no había.

Aunque lo entregaron a las 2:00 p.m., el medicamento se lo iban a administrar a las 9:00 p.m. con el argumento de que había que esperar el cambio de guardia. A las 4:00 p.m. los padres de Orel entraron a verlo y la doctora les dije que el niño estaba muy delicado y que en cualquier momento le podía dar un paro cardíaco.

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