Elon Musk se ha confirmado como el látigo de la gran apuesta legislativa de Donald Trump en el inicio de su segundo mandato, su descomunal ley fiscal y de gasto, la llamada ‘One Big Beautiful Bill’ (‘Ley Una Grande y Hermosa).
El hombre más rico del mundo ya mostró sus desavenencias con la propuesta en los primeros compases de su legislación, cuando empezaba a quedar de manifiesto que, contra lo que suelen defender los republicanos en campaña, no asumía gran responsabilidad fiscal. Ese fue uno de los motivos de su ruptura -otro fue sus diferencias en su política arancelaria-, que le llevaron a la salida del Gobierno de EE.UU. y del círculo íntimo de asesores del multimillonario neoyorquino.
Ahora, en los compases finales de la tramitación de la ley, en medio de negociaciones arduas entre los republicanos del Congreso para sacarla adelante, Musk ha amenazado con crear un partido alternativo si la ley sale adelante y con esforzarse por echar de sus escaños a todos los legisladores que la apoyen.
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«Si esta ley demencial resulta aprobada, se formará el Partido de América al día siguiente», aseguró Musk en un mensaje en su red social, X, en medio de las votaciones en el Senado de una ley que, según la Oficina Presupuestaria del Congreso, aumentará el déficit de EE.UU. en 3,3 billones de dólares en una década. «Nuestro país necesita una alternativa al partido único Demócratas-Republicanos para que la gente realmente tenga voz», añadió.
Un poco antes, amenazó a los republicanos que pensaban votar a favor la medida, que son la gran mayoría. «Todos los miembros del Congreso que han hecho campaña a favor de la reducción del gasto gubernamental y que ahora votan de inmediato para el mayor incremento de deuda en la historia debería caérsele la cara de vergüenza», condenó Musk, cuya labor en sus apenas cuatro meses en la Administración Trump fue impulsar un Departamento de Eficiencia Gubernamental para meter tijera al gasto público. «Y perderán sus primarias el año que viene, aunque eso sea la última cosa que hago sobre la faz de la Tierra», añadió en una amenaza que no es vacía.
Musk fue, de largo, el mayor financiador electoral de los republicanos en la campaña del año pasado, con casi 300 millones de dólares de su bolsillo. Su cartera puede agitar unas elecciones legislativas el año que viene donde, como permite la legislación electoral de EE.UU., son contribuciones a candidatos alternativos pueden ser ilimitadas.
Sin embargo, es difícil pensar que Musk tenga apetito para muchas nuevas aventuras en política, después de que su gasto multimillonario del año pasado haya acabado en una relación impetuosa, volcánica y, por fin, explosionada con Trump.
El impulso de la ley fiscal y de gasto, con la que el presidente de EE.UU. pretende financiar buena parte de su ambiciosa agenda política, fue calificada como «abominación asquerosa» por Musk el mes pasado. Eso acabó en una pelea en redes sociales en directo entre el hombre más rico del mundo y el hombre más poderoso del mundo, en la que Musk llegó a defender que Trump no había revelado todos los documentos del caso Jeffrey Epstein -el inversor acusado de pederastia y abusos sexuales- porque en ellos aparecía el propio presidente.
Ambos recompusieron la relación, pero Musk vuelve a dejar claro ahora su oposición a la ley. Aunque el objeto de sus críticas no es Trump, sino los republicanos en el Congreso que están a punto de darle su espaldarazo.
Con información de EFE
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