Opinión

El valor de educar

Una de mis mentoras en el campo educativo es la doctora Haydee Páez, exrectora de la Universidad José Antonio Páez y responsable en la actualidad de los estudios de postgrado en esa institución. En nuestras tertulias siempre recordamos el valor de la educación y lo que representa para la sociedad desde tiempos remotos, transformando al ser humano en una persona reflexiva, pensante y crítica, que sepa cómo actuar en momentos de incertidumbre, siempre apegado a principios éticos como la honestidad, el amor y la empatía.

Por Luis Alonso Hernández

Como proceso, la educación se vale de instituciones formales y no formales que terminan siendo responsables de lo que se transmite e inculca, por lo que desde hace tiempo me vengo preguntando, qué estamos haciendo mal en la escuela, liceos, universidades y en casa, para que millones de personas actúen como lo hacen: gente payasa afirmando bobadas y actuando como que si no tuvieran cerebro en redes sociales y otros cientos de miles, que les aplauden, consumen sus contenidos y les generan cuantiosos ingresos.

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La realidad es alarmante y debe convocar a esos docentes que siguen viendo a la educación como un acto de coraje, citando a Fernando Savater, quien siempre ha enfatizado en que además de enseñar a pensar, la educación también debe enseñar a desear, a cultivar la curiosidad y el amor por el conocimiento. El reto es grande, pero al ver a docentes como la profesora Haydee, que sigue activa diseñando políticas para mejorar nuestra realidad educativa y profesional, el corazón se nos inunda de buena vibra y mantenemos la esperanza de que podemos contrarrestar el basurero digital que inunda hoy día nuestro mundo.

Este valor que asignamos a la educación debe mantenerse como llama inquieta. Sabemos de la realidad de nuestros docentes en Venezuela, en su mayoría, mal pagados. Pero también sabemos que quienes siguen apostando a educar en las aulas están conscientes del contexto y desean enormemente contribuir con la transformación que requiere la humanidad. Desean elevar la condición pensante del ser, conscientes de que, a los hombres, se les educa, o se les padece en el futuro, como lo afirmó en sus Reflexiones el emperador Marco Aurelio. Es que hombres y mujeres con criterio, reflexivas y preocupadas por el mundo, atinan en la mayoría de los casos, cuando ejercen, por ejemplo, el derecho al voto. ¿Cuántas bestias se hubiera evitado el planeta, si la gente hubiese escogido a los mejores para gobernar?

En conclusión, la educación sigue siendo un reto y permanecerá como el reflejo de lo que es nuestro mundo, recordando siempre que el docente no está para pretender ser dueño de la verdad. Tiene la obligación, sin humillar a nadie, de generar espacios en los que el sano debate permita conocer otras perspectivas de mundo. El maestro, bajo ningún concepto debe desterrar la rebeldía y la inquietud. El mismo Savater lo sentencia en su obra: “no hay peor desgracia para los alumnos que el educador empeñado en compensar con sus mítines ante ellos, las frustraciones que no sabe o no puede razonar frente a otro público mejor preparado”.

En este sentido, si el docente no es capaz de aplaudir la perspectiva crítica de los estudiantes, debe hacerse a un lado. Necesitamos a maestros y profesores que den rienda suelta a la creatividad, aconsejando cuando es debido. Necesitamos a gente que recalque el valor de la solidaridad y lo que representa ser honesto en la actualidad. Confío en que, sumando voluntades, la deprimente descripción al inicio de este artículo, comenzará a cambiar. Recordemos que sin educación, no hay libertad.

Por Luis Alonso Hernández


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