La ciudad de Hamelín sufre una plaga de ratas. Un extraño personaje aparece, vestido con ropas coloridas y portando una flauta mágica, y promete liberar al pueblo de los roedores a cambio de una recompensa. Al tocar su flauta, las ratas lo siguen hipnotizadas hasta el río Weser, donde perecen ahogadas. Sin embargo, cuando el flautista regresa por su pago, los habitantes se niegan a cumplir su promesa. En venganza, el flautista regresa y toca una nueva melodía. Esta vez, 130 niños del pueblo lo siguen y desaparecen para siempre. Solo tres niños quedan atrás: uno cojo, uno ciego y uno sordo, quienes no pudieron seguir el ritmo.
Por Peter Albers
El cuento de los Grimm se basa en una fascinante leyenda alemana que mezcla magia, traición y misterio, arraigada en Hamelin (Hameln en alemán) una ciudad de Alemania.
Aunque la historia parece fantástica, la leyenda del Flautista de Hamelín tiene raíces en hechos históricos que han desconcertado a investigadores durante siglos, y algunos historiadores creen que podría tener una base real. Su origen se remonta al año 1284, cuando se documentó la desaparición de 130 niños en esa ciudad. En una calle hay una inscripción de 1602 que menciona la desaparición de los niños el 26 de junio de aquel año.
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Una teoría ampliamente aceptada por los historiadores sugiere que los niños eran en realidad jóvenes reclutados para colonizar regiones del este de Europa, como Transilvania. El “flautista” habría sido un locator, un agente que usaba música y ropas llamativas para atraer colonos.
Otra teoría es la de las ratas del cuento, ya que en 1284, Hamelín sufrió una grave hambruna provocada por los roedores, lo que llevó a muchos jóvenes a emigrar en busca de mejores condiciones de vida, y en un vitral de la iglesia anexa al mercado, construida hacia 1300 (16 años después del suceso) se aprecia la primera representación gráfica de los niños desaparecidos, pero, curiosamente no incluye ratas.
A diferencia de los demás cuentos, el “Flautista de Hamelin” no tiene un final muy feliz: 130 niños son víctimas de una invasión de ratas.
“El Flautista de Hamelin”, historia o cuento, sigue siendo actual desde ese fatídico 26 de junio de 1284, pues, a lo largo de la historia, muchos otros han hecho de “flautistas de Hamelin”: Los hubo, los hay y los habrá siempre: 1284 años antes, uno llamado Herodes hizo matar a muchos niños inocentes y, a partir de él, millones de niños han sido víctimas de prejuicios raciales o religiosos, o de desmedidas ambiciones de poder.
“La historia ocurre dos veces: la primera vez como farsa, la segunda como tragedia”, si me permiten tergiversar al funesto Carlos Marx.
Niños y adultos africanos fueron llevados contra su voluntad a América en las sentinas de los barcos negreros; niños judíos fueron apilados en vagones por seguidores de Hitler, rumbo a campos de concentración; niños yazidíes son asesinados en el norte de Irak por los terroristas del llamado “Estado Islámico”, niños palestinos o israelitas mueren impactados por los cohetes o los drones en una guerra que parece interminable; niños ucranianos sufren los mismos ataques lanzados por incondicionales seguidores de Putin.
Crímenes cometidos por déspotas que, como el flautista del cuento, han insuflado con su melodía perversa y engañosa su malicia a sus fanáticos secuaces, semejantes éstos a repugnantes ratas. Historia que nunca acabará, mientras haya mentes ingenuas dispuestas a seguirlos.
¿Cuándo aprenderemos a descubrir el engaño tras su traicionera y tramposa charla?
Por Peter Albers
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