Opinión

 ¿Sudacas y Venecos?

Madrid, 12 de mayo de 2005. En la barra de una tasca veíamos en el televisor una corrida de toros. Un hombre, tal vez contemporáneo nuestro, murmuró algo en contra del barman, un joven, de evidentes rasgos mayas:- “¡Sudacas teníais que ser, para ser tan bruto!” dijo en tono despectivo. No pude menos que responderle:

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– “Este sudaca, señor, viene de un país de donde también vinieron el oro y la plata que adornan las iglesias y palacios de este país suyo de usted. Era gente que sabía del movimiento de los astros cuando ustedes todavía creían que la Tierra era plana. Y a ese país emigraron, a causa de la Guerra Civil, miles de españoles que allá fueron recibidos como hermanos, consiguieron trabajo, prosperaron, y se les trató con respeto.”

– “¡Hombre! ¿y de dónde es usted?” exclamó, sorprendido.

– “De Venezuela, otro país de sudacas, a donde también fueron a pedir amparo miles de europeos que huyeron de los otomanos, de Franco, Hitler, Mussolini y Stalin, y a quienes tratamos muy bien, recibiéndolos con los brazos abiertos y dándoles hospedaje, comida y trabajo.”

Al madrileño no le quedó otra que pedirle disculpas al sudaca.

Por Peter Albers

A partir del reventón del Pozo Barroso en Cabimas (1922) la economía venezolana vino en vertiginoso ascenso, como el de un cohete espacial, hasta llegar a ser un destino muy apetecido por los habitantes de otras naciones con preocupantes índices de pobreza o sufrientes de las cruentas guerras que azotaron al mundo en el siglo XX.

Ya antes habían llegado los libaneses, que huían del Imperio Otomano. Eran sus súbditos, y, por lo tanto, el pasaporte era emitido por las autoridades otomanas, y decía “Imperio Turco”, por lo que eran registrados como “turcos” por las autoridades venezolanas y así se les llamaba. Luego les siguieron chinos, árabes, europeos (del este, peninsulares, italianos, canarios, etc.) pero aquel acontecimiento hizo que la población de nuestro país se incrementara vertiginosamente: de todas partes del mundo vinieron gentes a aportar sus conocimientos como artesanos, constructores, científicos, artistas, educadores, y un largo etcétera.

Pero llegó el momento, tras lustros de derroche y corrupción, cuando a Carlos Andrés Pérez le dio por regalarle un barco a Bolivia (que no tiene costas ni ríos navegables) no sin antes afirmar “administraremos la abundancia con criterio de escasez” pero lo que hizo fue dilapidarla con escasez de criterio, lo que provocó que Luis Herrera Campins afirmara, en su toma de posesión como Presidente Electo de Venezuela: “Recibo un país hipotecado”.

La crisis se agudizó a partir del nuevo siglo, obligando ese progresivo empeoramiento a los venezolanos, incluyendo los descendientes de aquellos inmigrantes, a emigrar en busca de las oportunidades de trabajo, calidad de servicios públicos, educación y asistencia social que habíamos ido perdiendo.

Por todo el mundo nos regamos los venezolanos, aportando la mayoría su conocimiento, su bonhomía, o su talento artístico. Pero pronto comenzamos a convertirnos, ya no en “sudacas”, sino en “venecos” indeseables, gracias a una fama inmerecida, creada por grupos dedicados a la producción y el contrabando de drogas, el comercio o el secuestro de seres humanos y la extorsión bajo amenazas de muerte y destrucción.

Pero, a pesar de los maltratos recibidos por autoridades xenófobas que buscan beneficiarse de esa diáspora, esa inmensa mayoría de venecos trabajadores, honestos y creativos, seguirá buscando contribuir con el desarrollo del país que los acogió.

Por Peter Albers


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