Uno de las cualidades destellantes del pueblo venezolano es el cultivo de la fe. Mientras más crece la precariedad, más fe irradia. Sea desde la invocación religiosa, Cristo, La Virgen, José Gregorio en el liderazgo, frente a una dificultad de salud, económica o la emocionante batalla deportiva.
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Pero es en la Política, por razones de su poder permeador, donde más singularmente se expresa. Siempre tiene un inacabable ahorro de esperanza escondido en algún vericueto del corazón. Es aquí donde comienza la hibridación de la valoración ética y política del liderazgo humano y la poderosa energía de la fe de lo posible, combustible nuclear de lo que se pide a Dios y se le exige a los humanos que están al frente.
Por Luis Enrique Vizcaya
¿Que es la fé? En nuestra cultura es una mezcla, una energía, que une lo religioso en su diversidad, lo humano en la confianza a un liderazgo, su propuesta y, la convicción de que es posible. San Pablo lo consagraría así: «Fé es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve». Otros agregarían “Cuando nos esforzamos por alcanzar una meta digna, estamos ejerciendo la fé, porque demostramos nuestra esperanza en algo que aún no podemos ver «.
Quienes resienten de estas consideraciones, apuestan al camino de la convivencia burocrática, los intereses grupales individuales, sumidos en una incredulidad financiada por el poder.
Para quienes no tienen fe en el cambio, y su cultura les hace creer que política es traficar en el mar de la viveza, no es recomendable que lo hagan por el Mar Caribe. Dios no ayuda a los malos.
Para quienes no tienen fe, sólo creen en hechos, deben valorar la consolidación nacional de una política y una fuerza ciudadana mayoritaria, que no acude a sus simulacros electorales. La conformación de una coalición de países, son evidentes signos de avances internacionales para favorecer un cambio.
Dios está con quienes tenemos fe en la libertad, la democracia, la dignidad humana, la prosperidad, la fe para alcanzarlas.
Por Luis Enrique Vizcaya
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