Las decisiones que se conciben en las organizaciones en su día a día no pueden ser producto del capricho ni de la casualidad. Por el contrario, han de estar sustentadas en procesos cognitivos y metodologías que, si bien pueden variar en su enfoque, deben guiarse siempre por la lógica, la racionalidad y la ética (es decir: en el deber ser).
En este marco, resulta fundamental distinguir entre dos conceptos que, aunque en ocasiones se confunden, marcan diferentes maneras de afrontar y resolver los problemas: la heurística y las erística.
La palaba heurística deriva del griego antiguo heuriskein que significa «encontrar» o «descubrir». En esencia, la heurística se refiere al arte o ciencia del descubrimiento, y se aplica a los métodos y estrategias prácticas que se emplean para resolver problemas y concebir las decisiones que conviene adoptar e implementar, especialmente en situaciones donde no se dispone de soluciones óptimas garantizadas (como lo son las de situaciones repetitivas que tienen una solución determinada). A diferencia de este concepto, la palabra «erística» que también proviene del griego pero significa «arte de la disputa» o «técnica de la discusión» y deriva de ἔρις (eris), la diosa de la «disputa» o «conflicto», y de téchne, que significa «arte» o «procedimiento» y está asociada con el debate sofístico cuyo objetivo es ganar la disputa, en lugar de buscar la verdad. Vaya diferencia.
Comprender esta diferencia no sólo ayuda a aclarar cómo se ha de cumplir todo proceso decisorio, sino que también permite potenciar los aspectos positivos de cada enfoque y evitar sus posibles riesgos.
La heurística tiene reglas prácticas, atajos mentales que facilitan la decisión en contextos de incertidumbre o limitada información. Se basan en la experiencia, el sentido común y la simplificación de procesos complejos, permitiendo dar una respuesta de manera rápida y eficiente al problema enfrentado. Por ejemplo, una organización que, ante una crisis, decide reducir riesgos siguiendo una estrategia comprobada, está aplicando una heurística en su proceso decisorio. La clave de las heurísticas es que están diseñadas para ser útiles y efectivas en la mayoría de los casos, aunque no garantizan siempre la solución óptima ni evitan errores o sesgos cognitivos. Su valor radica en la agilidad, la practicidad y la adaptabilidad, cualidades esenciales en entornos dinámicos y cambiantes. El resultado generará el conocimiento que quedará plasmado como información para una contingencia futura.
Por Chichí Páez
Por otro lado, la erística representa un enfoque completamente diferente y, en muchos aspectos, controvertido. Originada en la antigua retórica y palabras asociadas con técnicas y estrategias destinadas a ganar debates, persuadir y confrontar ideas, a menudo sin preocuparse excesivamente por la verdad o la coherencia lógica. En el ámbito organizacional, la erística se traduce en tácticas de manipulación, argumentación artificiosa o en la búsqueda de la victoria a toda costa, incluso a costa de la ética o de la fundamentación racional: ¿cuál es el precio a pagar? Este enfoque puede resultar en decisiones que parecen inteligentes o convincentes en el momento, pero que a corto, mediano o largo plazo pueden generar efectos nocivos de toda índole. La erística no busca necesariamente la mejor solución, sino la más persuasiva o la que permite imponerse en un debate o confrontación.
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La diferencia fundamental entre las decisiones heurísticas y las erísticas radica en su orientación y en sus valores subyacentes. La heurística, en lo positivo, se apoya en la racionalidad práctica, buscando soluciones generalmente eficientes para problemas reales. Es un proceso de decisión que se apoya en criterios éticos, lógicos y en la experiencia, orientado a la resolución efectiva de situaciones complejas, sin perder de vista la integridad y el beneficio colectivo.
En cambio, la erística prioriza el triunfo argumental, la persuasión y, en ocasiones, la manipulación, sin necesariamente atender a la verdad o al interés común. La erística puede ser útil en contextos de disputa o negociación donde la persuasión es clave, pero resulta peligrosamente inapropiada cuando la finalidad es decidir por lo responsable y ético.
En el contexto organizacional, la correcta utilización de heurísticas puede ser muy beneficiosa. Permite a los líderes y equipos simplificar problemas complejos, reducir la carga cognitiva y decidir ágilmente frente a la incertidumbre. Sin embargo, deben ser conscientes de sus límites y de los sesgos que puedan introducirse, como el sesgo de confirmación o la aversión a la pérdida. Es importante complementarlas con análisis racional, datos verificables y principios éticos que aseguren decisiones muy equilibradas y responsables.
Por otro lado, la erística, si bien puede tener su espacio en ciertos contextos específicos, como negociaciones o debates estratégicos, pero suele ser menos recomendable en la gestión cotidiana. Su enfoque en la victoria argumental, en ocasiones a costa de la ética, puede socavar la confianza interna y externa, deteriorar las relaciones y promover un ambiente de desconfianza y manipulación. La moralidad y la transparencia deben prevalecer sobre el deseo de ganar un argumento a toda costa. Pero… tiene validez cuando hay dos opciones presentadas por diferentes personajes y en el debate entra la argumentación como elemento determinante para escoger. El riesgo está en que el resultado puede inclinarse a favor de la no mejor opción, pero sí la mejor presentada y defendida.
En conclusión, aunque tanto lo heurístico como lo erístico son recursos cognitivos útiles en diferentes contextos, las organizaciones deben promover el uso de aquellas prácticas que se fundamenten en la racionalidad ética y la búsqueda de soluciones que beneficien al propósito organizacional. Las decisiones responsables, informadas y transparentes son el camino para evitar que las decisiones organizacionales se conviertan en caprichosas, arbitrarias o manipuladoras.
En definitiva, aunque ambas maneras de pensar y de actuar (heurística y erísticas) son recursos cognitivos, su correcta elección y aplicación puede marcar la diferencia entre una gestión responsable y ética, y una que peca por la arbitrariedad, la manipulación o la falta de consideración por los valores fundamentales. La conciencia acerca de estas distinciones es, sin duda, un paso esencial para fortalecer la autoridad moral y la efectividad de las decisiones en cualquier organización, muy especialmente ahora cuando está presente la inteligencia artificial.
Desde acá aseveramos que juntos, podemos dar forma al futuro del aprendizaje organizacional y preparar a su organización para el éxito en la era digital.
Por Chichí Páez
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