Opinión

Süssmayr: El discípulo olvidado

A mitad de la década de los 80, en plena adolescencia, vi la maravillosa película “Amadeus», dirigida por Miloš Forman y ganadora de ocho premios Óscar. Como muchos, salí pensando que Antonio Salieri era el rencoroso villano y siempre consumido por la envidia a Mozart (¡spoiler alert!). La historia está muy bien contada, con drama, música y unas dosis generosas de ficción. Pero vamos a poner las cosas en su lugar… y a rescatar del olvido a otro personaje clave en esta historia: Franz Xaver Süssmayr.

La idea de una enemistad mortal entre Mozart y Salieri no nació con la película “Amadeus”, sino mucho antes, en la literatura del siglo XIX. La primera obra literaria conocida que habló directamente de esa rivalidad fue la pequeña tragedia “Моцарт и Сальери” (“Mozart y Salieri”) escrita en 1830 por Aleksandr Pushkin.

En ese breve drama en verso, Pushkin presenta a Salieri como un compositor correcto y trabajador, corroído por los celos hacia el genio natural de Mozart. Al final de la obra, Salieri envenena a Mozart con un vaso de vino. Esta ficción de Pushkin se inspiró en rumores que circulaban desde la muerte de Mozart en 1791, pero no tenía fundamento histórico. La obra de Pushkin fue muy influyente: inspiró después la ópera de Rimski-Kórsakov “Mozart y Salieri” (1898), y de allí pasó al imaginario popular europeo

Es decir, la semilla literaria de la enemistad -Mozart como genio infantil y Salieri como envidioso envenenador- nace con Pushkin en 1830. Luego, en el siglo XX, Peter Shaffer retomó ese mito en su obra teatral Amadeus (1979), que fue la base de la película de Forman en 1984.

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Por otra parte, Süssmayr no es un nombre que suene mucho. No hay caramelos Süssmayr, ni calles con su nombre en cada ciudad, ni series de Netflix sobre su vida. Pero si alguna vez han escuchado el Réquiem de Mozart -una de las obras más poderosas y conmovedoras de la música occidental-, habrán escuchado también la música de este joven compositor, nacido en un día impreciso entre junio y julio de 1766 y fallecido prematuramente de tuberculosis a los 37 años, el 13 de septiembre de 1803.

Mozart falleció antes de terminar su Réquiem, en 1791. Lo dejó inconcluso, incompleto, y con muchos bocetos a medio camino. ¿Quién se encargó de completarlo? Süssmayr. Tenía apenas 25 años y era uno de los asistentes de confianza de Mozart. No sólo conocía sus costumbres, su estilo y sus notas… también había compartido con él las angustias y las prisas del último año de vida del genio.

Por Juan Pablo Correa Feo

A diferencia de lo que muchos creen, no fue Salieri quien terminó la obra. De hecho, el mito de la enemistad entre Mozart y Salieri es más fruto de la literatura y el espectáculo que de la realidad. ¿Que eran diferentes? Seguro. ¿Que tenían sus choques de ego? Puede ser. Pero hasta donde se sabe, nunca hubo un crimen, ni veneno, ni confesiones en el lecho de muerte.

Mientras el chisme se extendía por Europa como una ópera bufa, Süssmayr se arremangaba la camisa y se dedicaba a la ingrata tarea de terminar una obra escrita por un genio moribundo. ¡Qué presión! Imaginemos que nos dan un rompecabezas con piezas faltantes, algunas notas, otras mal copiadas y con la instrucción de que tiene que sonar como si Mozart lo hubiera hecho.

Y lo logró. Con algunas decisiones discutidas -como incluir un “Sanctus” completamente suyo-, Süssmayr cerró la obra con dignidad y respeto. Claro, los puristas lo han criticado durante siglos. Algunos compositores / musicólogos modernos han intentado reescribir el Réquiem como “debería haber sido”. Pero para la mayoría del público, lo que conocemos y amamos es esa versión de Süssmayr.

Además, pongámonos del lado humano: Süssmayr no tenía un software musical, ni acceso a YouTube, ni mucho menos IA. Lo que hizo lo logró con papel, pluma, oído y memoria. Y con el amor de un discípulo que quería honrar a su maestro.

Franz no tuvo una carrera brillante ni larga. Su nombre quedó un poco sepultado bajo la sombra inmensa de Mozart. Pero su trabajo permitió que millones de personas en el mundo puedan seguir emocionándose con esa misa para los muertos que parece, paradójicamente, más viva que nunca.

Y sobre Salieri… bueno, hay que hacer justicia también. Fue un compositor respetado, maestro de Beethoven, Schubert y Liszt. No mató a Mozart, ni se volvió loco de envidia. Lo que sí hizo fue vivir muchos años más… lo suficiente como para ver cómo la fama de su supuesto rival crecía sin parar.

Así que la próxima vez que escuchemos el Réquiem, piensen en Mozart, claro… pero también en ese joven trabajador, humilde y algo tímido que, con coraje, sensibilidad y lápiz en mano, se atrevió a terminar la obra de un genio. Su nombre: Franz Xaver Süssmayr. Y sí, ¡se pronuncia más o menos “Zúsmair”!

De Süssmayr, escapando de la sombra mozartiana, escucharemos su Sinfonia turchesca en do mayor SmWV 403, interpretada por la agrupación alemana Concerto Köln & Sarband.

Por Juan Pablo Correa Feo

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