Un profesor universitario con desnutrición, una familia que busca animales en los caños para comer y una empleada pública que come de la basura son tres historias que reflejan la crisis alimentaria en Zulia, donde los hogares se alimentan principalmente de carbohidratos.
Un plato con arroz blanco es el almuerzo de Iván Fernández, un profesor de la Universidad del Zulia (LUZ), quien en los últimos dos años debió hacerle dos agujeros nuevos a su correa para correr la hebilla y ajustar los pantalones talla 26 que le heredó su hijo.
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Iván, nombre ficticio usado a petición del entrevistado, impartió clases durante 30 años en una escuela de LUZ. En 2018 decidió jubilarse porque el desgaste físico superó su rendimiento. Ya para la fecha, su carro estaba dañado, comenzó a perder peso por la poca alimentación y porque debía caminar siete kilómetros desde su casa hasta la Universidad.
El profesor se come el arroz blanco sin ánimos, sin gusto, con indignación, pero agradecido porque, aunque poco, hay algo en su mesa. “A veces me obstina comer arepa sola en el desayuno, en el almuerzo y en la cena. Hay veces que sólo le echamos sal por arriba para que tenga un saborcito”, dice sentado en el mueble de la sala de su casa, el único patrimonio que le queda de su trabajo universitario.
Iván tiene 61 años, mide 1,70 metros y pesa 45 kilos, nueve kilos menos de lo mínimo requerido por su estatura, según el informe nutricional que le hicieron en la Escuela de Nutrición de LUZ. Nunca fue un hombre obeso, en parte porque era maratonista, un deporte que dejó de entrenar en 2017 cuando su dieta se empobreció.
A Iván se le pueden contar las costillas por su delgadez. En sus brazos y piernas se le nota la pérdida de masa muscular, y en su cara la piel le forra sus huesos. “Yo me veo en el espejo y me siento como esos hombres famélicos de África. No recuerdo nunca en mi vida que haya pesado 45 kilos, tendría que ser cuando estaba en tercero o cuarto grado”.
Hoy no le sirve su nivel académico
Un doctorado, siete libros publicados y 30 años como profesor universitario no le sirven a Iván para llenar la nevera de su casa desde 2017, cuando la devaluación y la hiperinflación pulverizaron los salarios de los trabajadores en Venezuela. Para diciembre de 2016 pesaba 61 kilos, comía cinco veces al día y su dieta era rica en vegetales, hortalizas, frutas y proteínas.
Un par de meses después empezó a perder kilos y a disminuir tallas en la medida en la que su alimentación dejó de ser balanceada, y se redujo en cantidad y calidad. Las compras en el supermercado eran menos frecuentes y comenzó a cambiar el pescado, la carne de res, el pollo, las frutas, verduras y hortalizas por arroz, pasta, harina de maíz, pan y yuca. “Ahora nos alimentamos con carbohidratos principalmente”.
Iván forma parte del 89,75% de la población que está en inseguridad alimentaria en Maracaibo, según el Reporte de Seguridad Alimentaria en Maracaibo 2020 de la Comisión para los Derechos Humanos en el estado Zulia (Codhez).
Las investigaciones de Codhez revelan que la dieta de los zulianos se basa principalmente en cereales como la harina de maíz y el arroz, plátanos y tubérculos. Al menos ocho de cada 10 hogares los consumen entre seis y siete días a la semana, de acuerdo con los datos revelados por la Comisión en el Informe de Seguridad Alimentaria en el estado Zulia – Marzo 2021.
El estudio indica que la carne de res, el pollo, los pescados y mariscos se consumen en apenas tres de cada 10 hogares hasta cuatro veces a la semana. Iván y su esposa solo prueban la carne molida una vez a la semana, y el pollo, tres veces en los últimos ocho meses.
¿Cuándo queda con hambre, qué hace?
«Cuando tengo hambre y no hay más, trato de dormirme. Me coloco los audífonos y escucho unos audios, una terapia de relajación con agua».
Iván no es el único que queda insatisfecho. Ocho de cada 10 profesores universitarios de Venezuela redujeron las cantidades diarias de comida debido a la situación económica, y 33% come menos de tres veces al día, según la Encuesta del Observatorio de Universidades sobre las condiciones de vida de la población universitaria, Enobu 2021, publicada el 20 de agosto de 2021.
Los salarios de Iván y de su esposa, una profesora universitaria con postdoctorado, equivalen juntos a 100 dólares mensuales, la mitad corresponde al sueldo y el resto son compensaciones que entrega desde julio de 2021 la administración de Nicolás Maduro por concepto de bonos a los trabajadores universitarios.
Ese ingreso alcanza para cubrir 29% de la Canasta Alimentaria en Maracaibo que se ubicó en agosto en 1.421.733.588 bolívares, el equivalente a 343 dólares calculados a la tasa del Banco Central de Venezuela correspondiente al 31 de agosto, según las mediciones que hace mensualmente la Cámara de Comercio de Maracaibo.
“Los profesores lo que sabemos hacer es trabajo intelectual, y no estábamos preparados para una crisis así. Aquí come bien el que tiene un oficio y el que está en negocios ilícitos”, dijo el profesor, quien reconoce que ha padecido de episodios de depresión por su situación económica.
Hasta hace cuatro años, Iván no entendía a las personas que iban al abasto a comprar dos papas y un tomate para el almuerzo. Ya le tocó. “El choque emocional, depresivo, que ha originado esta situación de crisis y de bajo poder adquisitivo en mí, no tiene nombre. Yo lloro por esto. El choque es por la impotencia de ver que no puedo comprar lo que quiero y la cantidad que quiero. Es una indignación”.
“¿Y cómo hace el pobre?”, se pregunta y se responde: “El pobre come porque siempre hizo trabajos de oficios, y siempre se las ingenió con estrategias para poder comer”.
Con información de : La Verdad
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