No se sabe si algún gurú, de esos a los cuales es tan aficionada su esposa, le vaticinó al Super Bigote que sería el primero de «muchos presidentes chavistas» de Venezuela del siglo XXI.
Depende. El hombre no aclara si se trata de un orden cronológico, ante lo cual los venezolanos aspiramos a que sea “el primero y último presidente chavista”, o si la cosa va por alguna especie de “ranking” que se ha inventado él mismo, donde, de antemano, se coloca en el “top one”, y ante lo cual los venezolanos tenemos la certeza de que será imposible que en Venezuela haya en los futuros 75 años y medio que le quedan a este siglo, desde el comienzo lleno de violencia y odios en el mundo entero, un presidente con peor desempeño que él.
Por Peter Albers
Lo corroboran los desasosiegos y carencias que ya la casi totalidad de los venezolanos (restando la minoría que disfruta de las mieles del poder) venían sufriendo desde que a Hugo Chávez se le ocurriera ungirlo antes de irse, llevado por Caronte, a pagar por el daño que ya le había hecho al país.
En verdad, establecer un “ranking” de presidentes venezolanos de la Independencia para acá es tarea difícil. Podría servirnos de guía preliminar el número de plazas, en todo el país, que llevan el nombre de cada uno. Tal vez haya, escondida en algún polvoriento pueblo llanero o entre las brumas andinas, alguna “Plaza Pérez Jiménez”, “Plaza Juan Vicente Gómez” o “Plaza Juan Bautista Pérez”; a pesar de sus regímenes de terror y represión, los dos primeros hicieron algunas obras que aún perduran: carreteras y autopistas, hoteles.
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Otros, durante los relativamente breves intervalos democráticos, lucharon con empeño, y éxito, contra las epidemias y el analfabetismo; otros dotaron de viviendas dignas a los más necesitados; otros le agregaron la cultura a lo ya logrado, y Venezuela se convirtió en un referente musical en el mundo. Seguramente ocuparán altos puestos en el ranking.
Hubo tiempos cuando la bonanza económica llevó a muchos al desenfreno y a la dilapidación de los bienes públicos, y no pocos los desviaron hacia sus propias cuentas bancarias en el exterior, de difícil recuperación. Entre tales mandatarios, reconocidos “sottovoce” como delincuentes, no hubo distingos: con excepciones generalmente ya reconocidas, dictadores y demócratas hicieron por igual de las suyas, otorgando contratos y prebendas a cómplices en el despojo, realizando obras, suntuarias algunas, beneficiosas otras, bajo la consigna de “sin contratos no hay comisiones”. Ranking medio…
Ninguno ha sido tan nefasto como quien acaba de proclamarse “el primero”. Siguiendo los pasos de su siniestro antecesor, “sin obras, pero con comisiones” acabó, como lo saben todos los venezolanos, con las instalaciones petroleras, achacando a las llamadas “sanciones” el deterioro de las refinerías; la falta de mantenimiento de sistemas de generación y distribución de la energía eléctrica hace que los venezolanos recuerden a los seres más queridos de quien se proclama “el primero”, cada vez que se interrumpe el suministro y se dañan equipos y alimentos. Los enfermos acrecientan sus dolores, gracias a los hospitales desprovistos de equipos, personal y suministros médicos. El país se va quedando solo, la población se desespera.
Pero dejemos que historiadores y expertos en estadísticas y administración pública sean quienes estructuren ese ranking de presidentes venezolanos. Tarea ardua, la que les espera.
Pero, sea cual sea el orden, todos sabemos quién quedará de último en esa larga lista.
Por Peter Albers
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