Cursaba en la Universidad, protestábamos con especial énfasis la violación de los DD.HH, un día nos aguijoneaba la indignante condición del apartheid sudafricano, otro día nos lanzaba a la calle los desmanes de alguna de las profusas dictaduras latinoamericanas. Nuestros compañeros dirigentes universitarios siempre remataban sus discursos o declaraciones con una afirmación…»se están cometiendo crímenes de lesa humanidad». Siempre quedaba la inquietud de saber cuáles eran aquellos delitos.
Parece que la denominación esta originada en una carta abierta que el pastor protestante, de origen africano, George Washington Williams, dirigía en 1.890 al Rey Leopoldo II de Bélgica, para condenar la destrucción de la cuenca del río Congo y el exterminio de su población nativa, por parte de su ejército privado y sus socios comerciales. En el preámbulo del IV Convenio de La Haya se habla de crímenes contra las leyes de la humanidad.
Sin embargo, se ubican las fuentes filosóficas de los DD.HH, en el amor y compasión del Cristianismo primitivo, hace unos dos mil años. También en la Escuela Estoica de Zenón de Elea, el emperador Marco Aurelio y Epicteto, afincados en la visión cosmopolita y universal de la humanidad y su significación.
Hoy está consagrado, en diversos instrumentos jurídicos universales, como crímenes de lesa humanidad, aquellos delitos graves contra la inviolabilidad de la sagrada condición humana, y por supuesto, contra el derecho internacional, bajo la jurisdicción de la Corte Penal Internacional, según el artículo séptimo del Estatuto de Roma.
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Son crímenes de lesa humanidad o contra la humanidad, los siguientes once tipos de conductas del estado: el asesinato, el exterminio, la esclavitud, la deportación o traslado forzoso de la población, privación arbitraria de la libertad, la tortura, la violencia sexual, la persecución, la desaparición forzada, el apartheid o discriminación racial institucionalizada y los ataques inhumanos, cuando se cometen como parte de un ataque generalizado o sistemático contra la población civil.
Sigo pensando en el carácter social y político de la Educación, la cual no pude desentenderse de su responsabilidad de educar hombres, no solo para una profesión, sino para la Democracia y la Libertad.
Por Luis Enrique Vizcaya
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