Franco Casella, una figura destacada de la política venezolana y exdiputado de la Asamblea Nacional por la Unidad Democrática, presenta muerte cerebral desde el 6 de agosto de 2025 luego de sufrir dos infartos en España, país donde se encontraba exiliado desde 2019.
Su deceso se produjo tras sufrir dos infartos que derivaron en un diagnóstico de muerte cerebral, una situación médica irreversible que, en el contexto español, activó el protocolo de donación de órganos.
Esta lamentable noticia pone fin a una vida marcada por la lucha política y el destierro, y ha generado una profunda conmoción entre sus allegados y la comunidad venezolana en el exilio.
La confusión inicial sobre su estado de salud, con reportes que mencionaban su fallecimiento prematuro, se ha aclarado con la confirmación de su muerte tras una progresión médica crítica.
Si bien se difundió que «tenía muerte cerebral», lo cierto es que esta condición es, en España, la base para la certificación legal de la muerte cuando se considera la donación de órganos.
La narrativa de su fallecimiento, por lo tanto, no se centra en una condición persistente de muerte cerebral, sino en el desenlace fatal que siguió a los infartos y la subsiguiente determinación de su estado encefálico.
Este informe busca ofrecer una clarificación definitiva sobre los hechos, abordando tanto su trayectoria vital como los aspectos médicos y legales que rodearon sus últimos momentos.
Los últimos días: Batalla por la vida y diagnóstico de muerte encefálica
Los días previos al fallecimiento de Franco Casella estuvieron marcados por una grave crisis de salud. El exdiputado sufrió dos infartos que comprometieron severamente su estado, impidiendo su recuperación.
Esta emergencia médica lo llevó a ser ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), un entorno donde se monitorea y mantiene a pacientes en estado crítico.
La evolución de su condición culminó con el diagnóstico de muerte cerebral, también conocida como muerte encefálica. En España, el cese irreversible de las funciones encefálicas constituye la definición legal de la muerte, un criterio fundamental para la donación de órganos.
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Es importante comprender que la muerte cerebral no es un coma ni un estado del que se pueda recuperar; es la confirmación médica y legal del fallecimiento de una persona, incluso si su corazón puede seguir latiendo artificialmente con soporte vital.
Por lo tanto, el periodo en el que se esperaba la donación de sus órganos no era una espera para una posible recuperación, sino un proceso para asegurar la viabilidad de los órganos de un donante ya fallecido, de acuerdo con los estrictos protocolos sanitarios.
Protocolo español de donación de órganos: despejando dudas
La situación de Franco Casella ha puesto de manifiesto el modelo español de donación de órganos, que a menudo genera interrogantes sobre su carácter «obligatorio».
Es fundamental aclarar que, si bien la Ley española de Trasplantes (Ley 30/1979, de 27 de octubre) establece el concepto de «consentimiento presunto», esto no implica una donación forzosa contra la voluntad de la familia.
El «consentimiento presunto» significa que toda persona es considerada donante a menos que haya expresado explícitamente lo contrario en vida. Sin embargo, en la práctica, el sistema español incorpora un procedimiento para salvaguardar la voluntad del fallecido.
Si el potencial donante no ha dejado constancia escrita de su deseo (a través del Registro de Instrucciones Previas o Voluntades Anticipadas), la última palabra recae en el entorno familiar. Se parte de la premisa de que los familiares respetarán la voluntad de su ser querido, y su decisión suele prevalecer.
Esto desmiente la noción de una donación «obligatoria» que ignore los sentimientos o creencias de la familia, ya que el sistema prioriza la consulta y el respeto a la voluntad familiar para mantener la confianza y la aceptación social del modelo.
La confirmación de la muerte cerebral es un proceso riguroso y ético.
Para proceder a la extracción de órganos de un donante fallecido por muerte encefálica, la ley exige que la muerte sea certificada por un mínimo de tres médicos. Estos profesionales deben incluir un Neurólogo o Neurocirujano y el Jefe del Servicio de la Unidad médica correspondiente (o su sustituto), y es crucial que ninguno de ellos forme parte del equipo que realizará la extracción o el trasplante.
Este protocolo de verificación independiente y multidisciplinar garantiza la absoluta certeza de la irreversibilidad de la condición, eliminando cualquier conflicto de interés y asegurando la integridad del proceso de donación.
Además de estos puntos, el sistema español se rige por principios de altruismo y anonimato. La donación es un acto desinteresado; está prohibido percibir cualquier compensación económica por los órganos.
Asimismo, la identidad del donante y del receptor se mantiene en estricto secreto, protegiendo la privacidad de ambas partes y evitando lazos emocionales o dependientes.
En casos de muerte accidental o bajo investigación judicial, se requiere la autorización del juez, quien debe concederla siempre que no obstaculice la instrucción de la causa y las circunstancias de la muerte estén debidamente justificadas.
Un vida en el exilio: De Altamira a España.

La vida de Franco Casella estuvo intrínsecamente ligada a la convulsa realidad política de Venezuela. Su exilio forzoso en España, que comenzó en 2019, fue una consecuencia directa de su participación en los eventos políticos de abril de ese año. Específicamente, Casella fue buscado por el gobierno venezolano tras los sucesos del 30 de abril de 2019 en Altamira, Caracas, y el supuesto alzamiento militar.
En aquella fecha, un grupo de funcionarios de la Guardia Nacional se sublevó contra el gobierno, liberando a Leopoldo López de su arresto domiciliario y dirigiéndose al distribuidor Altamira con la intención de tomar la base aérea La Carlota. La supuesta implicación de Casella en estos hechos llevó al levantamiento de su inmunidad parlamentaria.
Ante la persecución, Casella buscó refugio en la Embajada de México en Caracas el 14 de mayo de 2019, donde permaneció por cuatro meses. Su permanencia en la sede diplomática fue un periodo de profunda soledad y desesperación, al ver cómo sus compañeros eran detenidos y perseguidos.
Finalmente, el 20 de septiembre de 2019, tomó la arriesgada decisión de abandonar la embajada y huir de Venezuela junto a su esposa e hija. Su travesía fue extremadamente peligrosa, sorteando 35 puntos de control policiales y militares, incluyendo uno de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), hasta lograr llegar al aeropuerto El Dorado en Bogotá, Colombia, desde donde finalmente pudo viajar a España.
Desde ese momento, Franco Casella se radicó en España, donde vivió los últimos años de su vida. Su historia es un testimonio de los peligros y las presiones que enfrentan las figuras de la oposición en Venezuela, demostrando que el exilio no fue una elección, sino una necesidad para su supervivencia y la de su familia.
La dificultad de su escape subraya la constante amenaza bajo la que vivía.
La esperanza de un regreso que no fue
A pesar de la distancia y los años de exilio, Franco Casella nunca perdió la esperanza de regresar a su natal Venezuela. Esta aspiración fue una constante en su vida en el extranjero, y la reiteró públicamente incluso en 2024, cuando en una entrevista concedida al medio español VoxPopuli, Casella ratificó su deseo de volver a Venezuela, pero siempre bajo la condición de contar con garantías que aseguraran su seguridad y la de los suyos.
En esa conversación, el exdiputado enfatizó la necesidad de «reinstitucionalizar la libertad del pueblo», «recuperar el sistema de justicia» y generar un proceso de «reconciliación» dentro y fuera del país, mostrando su compromiso inquebrantable con el futuro democrático de su nación.
La trágica progresión de su estado de salud, con los dos infartos y el diagnóstico de muerte cerebral, puso un abrupto y definitivo fin a esta esperanza.
Su fallecimiento en España, lejos de la tierra que tanto anhelaba, convierte su historia en un arco narrativo de profunda tristeza. El sueño de retornar a una Venezuela libre y democrática, que lo impulsó durante años en el exilio, quedó truncado por una inesperada crisis de salud, dejando un vacío en el corazón de quienes compartían su visión.
Legado y reacciones

La muerte de Franco Casella ha resonado profundamente en la comunidad política venezolana y entre quienes lo conocieron. A lo largo de su trayectoria, Casella se destacó por su incansable trabajo en defensa de los derechos humanos en Venezuela y por su lucha constante por la libertad de su país. Su compromiso con la causa democrática fue una característica definitoria de su vida pública.
Las reacciones a su fallecimiento han sido de dolor y reconocimiento. El exdiputado Luis Florido lamentó su partida, señalando que el corazón de Casella «no resistió la preocupación por su país», y lo recordó como un «luchador incansable por la causa de Venezuela».
El politólogo Ángel Medina también expresó sus condolencias, destacando la «batalla que dio durante los últimos meses» y la dureza del exilio.
Por su parte, la exdiputada Mariela Magallanes describió a Casella como un «amigo y luchador incansable», enfatizando que «el exilio duele y hoy, duele aún más». Magallanes añadió que Casella «se fue como vivió estos años: con dignidad, con coraje, resistiendo el destierro que duele», subrayando el costo humano de su activismo y la profunda pena de morir lejos de su hogar.
Estas expresiones de pesar, provenientes de figuras relevantes de la oposición venezolana, evidencian que, a pesar de la distancia geográfica impuesta por el exilio, el impacto de Franco Casella y su legado perduraron en la lucha por la democracia de Venezuela. Su muerte no es solo una tragedia personal, sino una pérdida sentida por un movimiento colectivo.
El fallecimiento de Franco Casella en España, tras una compleja situación médica que incluyó dos infartos y un diagnóstico de muerte cerebral, cierra un capítulo doloroso en la vida de un exdiputado venezolano exiliado.
La vida de Casella fue un testimonio de la resiliencia y los sacrificios que enfrentan los disidentes políticos. Su huida de Venezuela, marcada por la peligrosidad y la incertidumbre, y su posterior vida en el exilio, reflejan el alto costo personal de la lucha por la libertad. A pesar de la distancia, su esperanza de regresar a su país natal nunca se extinguió, convirtiendo su muerte en un desenlace trágico para un sueño inalcanzable.
El legado de Franco Casella, como defensor de los derechos humanos y luchador incansable por la democracia venezolana, perdurará en la memoria de sus compañeros y en la historia de la diáspora política de su nación.
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