La expansión de la megabanda criminal ‘El Tren de Aragua’ ha alcanzado uno de sus puntos más preocupantes: el control y la imposición de normas estrictas dentro del sistema penitenciario de Perú, reseñá El País de España.
Expertos y exfuncionarios de seguridad penitenciaria en Perú han alertado sobre cómo los reos venezolanos, cuya población en las cárceles ha crecido exponencialmente, están imponiendo su propia cultura presidiaria, generando graves conflictos con la población penal local.
La «Rutina»: Un código de muerte en la Prisión
El núcleo de la amenaza radica en la implementación de un código del hampa sumamente estricto, conocido como la «rutina», una serie de normas machistas y violentas cuya violación es castigada con la muerte.
Esta disciplina, originaria del penal de Tocorón en Venezuela, se ha instaurado en centros penitenciarios peruanos como Lurigancho.
Entre las reglas más polémicas que han provocado fricciones con los reos nacionales, se encuentran prohibiciones que buscan marcar una jerarquía de poder:
- Prohibición de afeitarse las piernas: Una norma que busca reforzar un machismo extremo.
- Prohibición de limpiar o «agarrar la escoba»: Realizar labores de aseo se considera una degradación, lo que se traduce en que los reos locales son forzados a convertirse en los «sirvientes» de los miembros de la banda.
Este fenómeno, impuesto por la banda ‘Tren de Aragua’, ha transformado la dinámica interna de las cárceles peruanas. Antes eran consideradas por los delincuentes foráneos como «jardines de infantes» debido al menor nivel de violencia organizada en comparación con las prisiones venezolanas.
La expansión del crimen transnacional
El problema es de magnitud transnacional. La Policía Nacional de Perú (PNP) ha realizado importantes capturas, sumando más de 520 miembros del Tren de Aragua detenidos, pero los expertos advierten que la permanencia de estos cabecillas en el sistema penitenciario permite que la organización continúe operando.
Al igual que ocurría en Venezuela y como se ha documentado en Chile, las cárceles se están utilizando como centros de operaciones para dirigir delitos en el exterior, como la extorsión, la trata de personas y el sicariato, mediante el uso ilegal de teléfonos celulares.
Los miembros de la banda demuestran una capacidad de adaptación y mimetización que les permite incluso forjar alianzas con bandas locales, creando células criminales binacionales.
Ante este panorama, el Estado peruano se enfrenta al desafío crítico de evitar que sus prisiones se consoliden como los nuevos cuarteles de operaciones de la banda criminal más temida de América Latina.
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