Opinión

María Corina, una mujer liberal

«Para asegurar la democracia liberal, Venezuela debe exorcizar no solo el régimen y sus esbirros, sino también la visión del mundo que los puso en el poder.» Ricardo Hausmann

Hace siete años Elías Pino Iturrieta, analizando el problema del liberalismo venezolano, apuntaba: “El mensaje del liberalismo no florece en el país, debido a un descrédito que viene del siglo XIX sin lograr superación. Los técnicos que trataron de concretar las premisas de un designio liberal durante la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez quizá ignoraban la historia que conspiraba contra sus planes, o pensaron que bastaba con su voluntad para que el país llegara a la cumbre de la felicidad…”

Por Manuel Barreto

Y es que realmente ha resultado una desgracia el transitar más de veinte años del presente siglo, y todo el siglo anterior, sin la referencia formal de ningún asomo de conducción liberal, verdaderamente democrática; que propicie la responsabilidad social del individuo, con los indispensables valores morales y con seria preocupación por el trabajo, que, de manera directa, conducirían al desarrollo y progreso de nuestro país.

El politólogo Naudy Suárez lo resume con esta sentencia: “En Venezuela no ha existido nunca una auténtica ciudadanía. La sociedad venezolana pasó de la catalepsia gomecista y el imperio del caudillismo decimonónico a formas clientelares de democracia que permitieron el crecimiento descontrolado y abusivo de los poderes del Estado”.

Resulta un lugar común culpar a los partidos políticos como los causantes de esta prolongada tragedia nacional, entre tantas cosas, por haber convertido esas organizaciones en grandes máquinas de favores personales y familiares, que van desde un puesto en un ministerio hasta el otorgamiento de contratos públicos en condiciones inescrupulosas. Pero no toda la culpa debe achacársele al estamento político, puesto que a la sombra de éste medró buena parte del sector empresarial, que, incapaz de crecer por sus propios medios, no solo se asoció, sino que se sometió de servil manera a quienes detentan el poder. Extraña – por decir lo menos – resulta esa nefasta simbiosis con un régimen que le enriquece o le lleva a la quiebra y sobre todo que le ensalza o le humilla, según la dirección del viento.

Pero no solo una parte del sector empresarial se vio afectado por esa miopía sociopolítica. Lamentablemente los cantos de sirena populistas y demagogos también han sido escuchados por sectores de la clase media y de la clase trabajadora.

El peligroso vacío de valores que se fue creando nos complicó salir de este terrible marasmo, pero no es imposible puesto que ante cualquier cúmulo de adversidades siempre hay una ventana a la esperanza que se nos abre a la luz del día, a pesar de la obligada penumbra.

Pensamos que estos terribles años han resultado todo un aprendizaje, al replantearnos la democracia no como una garantía de abundancia, de tranquilidad, sino como una forma de vida; que ella no solucionará todos los problemas, pero de ella surgirán las alternativas para las deliberaciones y decisiones apropiadas y cónsonas con el bienestar del ciudadano. Y una alternativa segura, viable y que nos permitirá ingresar como debe ser a este siglo XXI, es el liberalismo.

Hoy Venezuela cuenta con el liderazgo de una mujer que ha logrado, a punta de rectitud, coraje y capacidad, abrir esa ventana a la esperanza, asumiendo el rol que la historia le tiene destinado.

Una mujer que si tiene el valor de defender sin tapujos ni medias tinta el liberalismo como fuente generadora de progreso de la sociedad, mediante el esfuerzo productivo mancomunado de esfuerzos de los diversos sectores productivos del país: sus empresarios, técnicos, empleados, trabajadores y obreros honestos y productivos.

Una mujer que entiende a plenitud que la libertad económica es imprescindible porque solo con ella se crea y distribuye riqueza real, mientras que con el socialismo, mediante una economía centralizada en las acciones del gobierno, tan solo se plantean mecanismos para distribuir la riqueza existente a partir de perversas medidas como la confiscación, la expropiación, o la emisión descontrolada de dinero, con los resultados que todos los venezolanos conocemos.

Una mujer que propicia la idea de un Estado reducido al máximo, tan pequeño como sea posible y tan fuerte como lo requiera un nuevo proyecto de Nación… María Corina, una mujer liberal.

Por Manuel Barreto

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