En nuestra niñez, acostumbramos decir disimular es un verbo para referirnos a la conducta censurable de algún par de juegos que se intentase pasar las normas, violar la equidad, en fin hacer una tropelía. Explica Kohlberth autor de la obra la teoría del desarrollo moral, que tales conductas en las cuales hacíamos de los fines medios, se daban bajo el supuesto de la connatural “precontractualidad propia de quienes aun no tienen madurez moral” Desde luego nos hacemos maduros y entendemos los limites modeladores de los hábitos y de nuestro carácter, decidiendo en cuales actos participamos y en cuales decimos abstenernos.
Tras veintisiete años de horror revolucionario, parece no quedar un lugar estanco de la horrida perfidia de esta no cosa, que se disfraza de revolución cuando en realidad es la suma de todos los vicios y extravíos del alma, del cuerpo, de la moral y de la conducta. Así se simula enseñar y aprender, hay un sistema de educación que no educa, por el contrario enferma, deconstruye con pobreza léxica y degenera la lengua y la gnosis. Un sistema de salud que no sana, sino se convierte en un templo para el dolor y el negocio del dolor. Elecciones que no eligen, pero lo que sí es seguro es que existe la posibilidad de reprimir, destruir y aplastar.
Por Carlos Ñáñez
En este caldo no siempre hay una historia épica para el ascenso del chavismo. Por el contrario, este trepa, conquista y coliza a sus adversarios, por medio del chantaje, del interés crematístico y mantener el estatus quo indemne en cuanto a cuotas miserables de poder, que no pongan en riesgo las miserables cuotas de poder de sus adláteres, quienes terminan comportándose como aquellos a quienes se oponían.
El chavismo logró minar los esquemas de la oposición. En tal sentido nos vemos obligados a disimular y asumirlo como un cruel verbo en infinitivo, para mantener el empleo, la ayuda social, para no ser sometido al ostracismo institucional.
Es tan grande el nivel de daño, de este tumor en el cuerpo moral del Estado, que ni los predios de la academia están libres del escalamiento del cancrum del chavismo. Debemos quienes nos dedicamos a la academia, disimular que se puede enseñar sin salario, sin baños, sin agua, sin infraestructura, manteniendo un optimismo que es además antiacadémico y demuestra la ignorancia de la conformidad . O la compra de la conciencia por una renta crematística, que cae de las fauces de quienes se devoran el erario público.
Es imposible disimular que el 28 de Julio violentaron la voluntad popular, torciendo la participación electoral y destruyendo la democracia. “Ese día la tiranía decidió mantenerse en el poder, pisotear la sagrada voluntad popular para tomar el poder”.
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En este fardo de país se producen ferias de industriales sin Industrias, en medio de un caos cambiario que ha torcido todas las estimaciones y nos lleva al fatídico trienio 2016-2018, con una alarmante inflación, la posible y casi tangible caída de 3.9% de la actividad económica. Pero en gruesas líneas, la élite cada vez mas retorcida, enjuta y limitada, disimula que nada pasa.
Finalmente, en Venezuela pasa de todo, desde presos políticos, muertes que se producen como consecuencia de la crueldad carcelaria, un éxodo bíblico, el horror de la Selva del Darién, la tumba del mar Caribe de los naufragios a Trinidad, el terrorismo de Estado y este espectáculo eterno. La obra de Manea en su máxima expresión “Payasos jugando a la política”[ CITATION Man06 \l 8202 ], con la diferencia de que el histrionismo y la payasada no son monopolio de quienes nos dominan, son la franca realidad de quienes se instrumentalizan para disimular que se oponen a la tiranía, mientras se juega a la elección, en donde ya están adjudicados los cargos.
La muerte cobra vidas, prosigue la diáspora, la escuela se derrumba y con ella se consolida al hombre nuevo, al homo saucio. En fin, yo no disimulo y denuncio a viva voz que esta situación es innominada, inviable por ineluctable y abyecta por inmoral. No se puede estar bien con Dios y con el diablo.
Mi consuelo, y el de muchos: Seguir siendo dueño de mi discurso, asumir este ostracismo con gallardía y estoicismo y tener la esperanza de que la justicia entrará erguida y resplandeciente para cribar a los justos de los tartufos. Para estos últimos aprovechen estos sus sucios y mustios años, disfruten el poder de chantajear con nuestros agobios. En la vida todo se paga, nada es gratis y menos la maldad.
Por Carlos Ñáñez
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