Opinión

Tres noticias

Reviso las redes y los portales del día buscando tema para este artículo: a cumplir mi ritual de cada 2 semanas. Un recorrido breve por X (antes Twitter) arroja varias noticias que traen lo suyo. Para empezar, el Observatorio de la Diáspora Venezolana, una organización seria y confiable, nos dice que el número de migrantes desde Venezuela al día de hoy se ubica en 9,1 millones de personas, la cifra más alta reportada hasta la fecha; de los 30 y tantos millones que éramos a principios de siglo, el 30% se ha ido de su país. Como si Caracas, Maracaibo, Valencia y Barquisimeto se hubieran quedado vacías. 9 millones de desplazados buscando lugar en el mundo. 9 millones de riesgos, de esfuerzos y de nostalgias que llegan a ganarse la vida en tierra extraña, bien lejos de la pobreza, la inseguridad y la falta de libertades.

Por Alberto Rial

Entre esos 9 millones, hay 5 emigrados que salieron hace poco hacia EEUU, luego de una historia de tormento y aguante. Cinco paisanos que se mantuvieron asilados por 13 meses en la embajada argentina en Caracas, soportando el aislamiento, la tortura y el asedio de que es capaz el gobierno, y que fueron liberados en una bien llamada Operación Guacamaya, que nadie sabe a ciencia cierta cómo fue pero que dejó a los servicios represivos con los ojos claros y sin vista, inventando negociaciones que no existieron y cuentos mal echados. Al final, lo que quedó fueron serias dudas sobre la capacidad y alcance de la inteligencia oficial.

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En otra nota de actualidad, se informa sobre la inauguración en Caracas de un monumento en homenaje al ejército soviético, con estatuas de combatientes, banderita roja (se supone que es una réplica de una foto de soldados soviéticos colocando la bandera sobre el Reichstag alemán en 1945) y festejo nocturno de drones dibujando las caras de Maduro y Putin mirándose frente a frente. Celebrando en Venezuela al ejército rojo que invadió Hungría en 1956 y Checoslovaquia en 1968, cuando ambos países trataron de apartarse un poco de la asfixiante órbita comunista. Las mismas tropas que –a la usanza de la antigua URSS- hoy invaden Ucrania y llevan 3 años tratando de quedarse a sangre y fuego con una tajada de un país vecino y soberano.

La ceremonia de la Plaza de La Victoria (así la llamaron) ocurre después de que la delegación venezolana a la celebración del día de la victoria en Rusia se llevara 4 aviones full equipo con quién sabe cuántas personas a bordo (videos muestran que se fue una banda militar, con bailarinas y todo, a montar un performance tropical dedicado al imperio) para celebrar que el totalitarismo soviético derrotó al nazi en la II guerra mundial. Durante la estadía de la delegación venezolana en Moscú se firmaron unos acuerdos que se trataron de vender como estratégicos, pero que probablemente contengan más ruido que nueces, según ha sido y es la costumbre.

La tercera noticia que regalan las redes tiene que ver con la ya bien conocida Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos sobre la República Bolivariana de Venezuela. En esta ocasión, la Misión entregó un comunicado de prensa en el cual le exige al gobierno chavista cesar la desaparición forzada de opositores, una práctica que se ha vuelto cada vez más común después de las elecciones del 28 de julio de 2024, y que arrecia cuando los que mandan piensan que es hora de mostrar su poder y su falta de escrúpulos, o cuando les cuelan un rolling entre las piernas como acaba de pasar con la Operación Guacamaya. Al final, el secuestro oficial sin aviso, sin protesto y sin que los familiares del afectado sepan si está vivo, si se lo llevaron los cuerpos de seguridad o si fueron unos malandros para cobrar rescate, resulta en la inevitable declaración de la presidenta de la misión, Marta Valiñas: “Mantener a personas opositoras en condiciones de aislamiento e incomunicación es una práctica perversa e ilegal que puede constituir un crimen internacional”. Por supuesto que el chavismo niega cualquier acto ilícito y dice que la culpa es de la CIA.

Así anda Venezuela. Así termina cualquier repaso de las noticias en cualquier momento de cualquier día, semana o mes. Con una sensación de vacío y un grito –figurado o real- de hasta cuándo.

Por Alberto Rial


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