Este par de poderosas palabras, crimen y castigo, nombran la obra de brillo universal de Fedor Dostoievski. Salvando rigurosas distancias, las emplearé para designar el momento político que vivirá el país este 25 de mayo. La comisión de un crimen contra la voluntad soberana nacional y el castigo, expresado en el estruendoso silencio, la desaprobación firme de la ciudadanía venezolana.
Debe quedar claro que tal decisión no es abstención, es la participación activa, sonoramente silenciosa de la mayoría ciudadana de la Nación. La condena clarísima a una traición, las 30 monedas por delante, llamémoslos los 30 carguitos, la cual desconoce la voluntad soberana de los venezolanos, consagrada el 28 J. con la elección de Edmundo González, como Presidente Constitucional.
Por Luis Enrique Vizcaya
Estamos en presencia de un momento político, no un simple proceso electoral. Más que una precipitada maniobra normalizadora, es un grave intento de desconocer el fundamento de la existencia constitucional de la Nación venezolana, la soberanía residente en sus ciudadanos, consagrada en la jornada cívica del 28 J. Es vital recalcar que tal intento debe ser asumido como un momento político grave, crucial, para la existencia de la Nación venezolana.
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Se hace necesario precisar e insistir en la posición que ha asumido el país: 1. Hacer respetar la decisión de casi 8 millones de venezolanos. 2. Exigir el respeto a la Constitución Nacional y la normativa legal vigente, cumplir el proceso legal con presentación de actas, resultados. 3. Cumplir un proceso de transición pacífica hacia la democracia.
No es desdeñable una breve referencia a este singular proceso: es pronosticable la abundancia de quejas y denuncias, no nos referimos sólo a la eliminación del QR, única garantía técnica de validez de actas. Será notable la pronosticada ausencia de representantes de mesas y será visible la debilidad de votación que recibirán dirigentes y organizaciones, ya escasamente votados en primarias. Tampoco se sabrá de su votación del 28 J. por cuanto apoyan al gobierno para pasar la página de esos resultados.
Ahora pueden distinguirse claramente los dos modos de obrar y concebir la política en Venezuela, las dos culturas políticas, en las cuales he insistido en artículos anteriores.
Se ha venido conformando una nueva cultura política de horizontes genuinamente nacionales, éticos y aspiraciones de eficiencia y progreso frente a la visión que sobrepone intereses partidistas y grupales por encima de la nación.
El río de la historia, de la dignidad y claridad política, de un país que ha pagado siempre los platos rotos mientras otros celebran, se los ha llevado por delante en tiempos de invierno y resurrección.
Por Luis Enrique Vizcaya
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