Resulta complejo poder compilar cuando comenzó la crisis cambiaria en estos complejos veintisiete años de revolución involutiva, pero creo recordar con frío tino que en 2001, Hugo Chávez el caudillo de cara pintada, decidió levantar el régimen cambiario de la república, desde un sistema de flotación entre bandas heredado de la segunda administración del Dr. Caldera, hacia un sistema de libre flotación. Su idea nunca estuvo embridada por el desconocimiento, perseguía el desorden, la entropía y la posibilidad de que la política se lograse jerarquizar sobre la economía. Así produjo un conjunto de leyes que terminaron, por hastiar a la gerencia de Petróleos de Venezuela, quienes fueron las primeras victimas de la irascibilidad revolucionaria, expoliados con un silbato en la boca en cadena nacional y acusados de conspiradores, fueron literalmente defenestrados del corazón industrial del país y suplantados por militantes del otrora chavismo devenido en socialismo arcaico.
El año 2002, luego del paro petrolero, se instaló en el país un férreo control de cambio. Luego en 2007, al manipular los ceros de la moneda, se lograba la fijación de un tipo de cambio de 4,30 bolívares por dólar, constituyendo un retorno manido a la Venezuela saudita.
El chavismo, praxeológicamente, siempre fue incapaz de lograr calma en el objetivo intermedio del tipo de cambio. Las muestras son los fracasos de corrupción e ineficiencia enumerados de seguido:
- CADIVI
- SIMADI
- SICAD
- MODELOS DE SUBASTAS
Todas estas salidas terminaron en estruendosos fracasos. Durante los primeros años de la administración de Maduro 2013, comienza la caída libre de la actividad económica, con una contracción del 75% del PIB. En 2015 se produce la primera y única rendición de cuentas del Ejecutivo a un poder Legislativo de mayoría opositora, saboteado desde el primer memento por acciones que lograron desconocer la elección libre de los parlamentarios de Amazonas. Se demostraba el talante poco democrático del gobierno.
Por Carlos Ñáñez
Durante 2015, 2016 y 2017 no se ofrecieron cifras del INPC, se iniciaba la conducta de obviar el problema y negar su existencia. Es a finales de 2018, cuando se ofrecen cifras oficiales de inflación, con 130.000% para ese año. De allí la dolarización fáctica surgió tímidamente como una propuesta de medición, pero en 2019, un apagón general en la república con una duración de seis (06) días empujaron a los agentes económicos a emplear los dólares de sus ahorros, para pagar bienes de primera necesidad, pues todas las plataformas bancarias fallaban y no existían bolívares en una economía desmonetizada.
Controversias de Maduro frente a la dolarización
Mostrando su comportamiento connaturalmente fascista, el gobierno inventó el tema de la guerra económica, un enemigo externo e intangible. Luego acudió al ardid de que la dolarización era una válvula de escape, reconocido en una entrevista concedida a Ramonet, en el año 2022, aquel año del eslogan “Venezuela se arregló”. Nunca, e insisto, desde la praxeología han entendido el funcionamiento de la economía, siempre han despreciado la libertad económica y por ende la procura del bienestar, para eso asumen a la planificación centralizada y sus mecanismos de arbitraje y racionamiento.
¿Pero como el dólar pasó en el discurso oficial de una válvula de escape a un guarismo criminal? La respuesta puede subyacer en el vencimiento de la licencia de Chevrón y lo que ello supone: ocho mil millones de dólares menos para el país, 46% del ingreso nacional y el posible agotamiento del monto fijo de 4 mil millones de dólares para las transacciones de la economía nacional.
Las contradicciones cambiarias del régimen dan cuenta de la vigencia de la frese de Von Mises, esa que reza: “El socialismo es incompatible con el cálculo económico” (Von Mises, 1968).
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La suspensión de licencias, condicionadas con la celebración de elecciones libres y el posterior arrebato de la voluntad popular del 28 de julio de 2024, que supuso la eliminación fáctica del portal del Consejo Nacional Electoral ( CNE), la ausencia de actas desagregadas por centros y mesas y la eliminación de los códigos de seguridad, así como la divulgación de los escrutinios en acto público, dan cuenta del quebranto de la calidad de la democracia y de la “propensión al empleo de la fuerza, la represión y el miedo para sostener a una hegemonía en el poder” (Linz, 2019). La democracia en Venezuela no existe y la libertad menos, solo el miedo y la represión, la barbarie y el estado natural de la violencia son las pulsiones libres en este colapsado país.
Del 25 de mayo de 2025 a la criminalización del tipo de cambio
Hace más de ocho días se convocó a un proceso manido de adjudicación electoral. Una sociedad fracturada en la confianza, no acude a votar y se encarece el coste del sufragio. “Cuando el contrato social se fractura y la voluntad popular se pervierte, no hay consenso” (Buchanans,J; Tullock,G, 1993), no se requería ser un erudito en economía electoral, para saber que la no participación sería la dimensión ganadora en esta farsa, empero los intereses para conservar cuotas de poder, que no están garantizadas con un régimen que no reconoce acuerdos, permitieron montar ese espectáculo y a tan solo dos días, el 27 de mayo, se venció la licencia de Chevrón y las expectativas cambiarias siguieron incrementando la presión del esquema paralelo hasta un valor de brechas inmanejables.
Inhabilitados para producir una política monetaria que revierta el nivel de “monetización del déficit y financiar el mismo con los rendimientos derivados de las ganancias de los impuestos progresivos” (Hansen, 1964), decidieron como siempre buscar a un tercero en disputa, endilgándole que una página web era capaz de poner en jaque al Banco Central de un país petrolero con más de ochenta años de historia. Es decir, que un sujeto anónimo, vestido de playera, fue capaz de dictar la política cambiaria y poner en jaque a un edificio de 24 pisos, lleno de técnicos en materia monetaria.
La ira se impuso y en la simplicidad del chavismo, sí no se debate y se criminaliza el pensamiento crítico, la batalla se vence pues se obvia el problema al ignorarlo, suspendiendo los portales ya no existe cotización distinta al dólar oficial. Vaya simplicidad, es menester que se aclare si nos decantaremos por un tipo de cambio fijo, entre bandas, libre o de flotación sucia, con la intervención del Banco Central de Venezuela, no podemos vivir torturados por el peso de la incertidumbre.
La política cambiaria se genera entre los agentes económicos, pero la “Banca Central define el régimen cambiario” (Hawtrey, 1933). Hoy mismo no sabemos cual es el régimen cambiario, solo sabemos que existe un nuevo delito “terrorismo financiero”, este traído de la barbarie que retorna desde el 2010. Los esquemas policiales han invadido nuestros entornos privados, desde el cierre de la aplicación al cambio, hasta las hórridas advertencias, de miembros infiltrados en los canales de chat vecinal, quienes amenazan con denunciar a quien venda divisas por encima de su valor oficial.
Finalmente el resultado será el regreso de la escasez, la paralización de las muy precarias transacciones y la posibilidad clara de una depreciación agresiva del tipo de cambio oficial. Es necesario advertir que no sea usada la tasa del euro oficial, pue se exponen a sanciones pecuniarias y penales. Empleen el tipo de cambio oficial de 97,31 Ves/USD vigente hasta el martes 03 de junio.
Todo depende de la evolución de esta crisis y de las expectativas, pero eviten ser victimas de acusaciones de terrorismo financiero, son momentos de cuidarse y cuidarnos, de todo y de todos. Aquí tenemos infiltrados en las filas de la oposición, cooperantes a quienes no les temblará el pulso para defenéstrarnos a la justicia del horror. El llamado es a tener prudencia, templanza, fortaleza y justicia, poniendo la fe en la última, quien entrará erguida y dichosa, para cribar a quienes fuimos dueños de nuestros actos y a quienes se vendieron cual Judas.
El mal no prevalecerá, recordemos siempre ese discurso de León XIV, nuevo PAPA, de este convulso mundo. ¡Que la paz del señor superior a cualquier razón nos acompañe!
Por Carlos Ñáñez
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