Venezuela, sancionada y en crisis, busca convertir pequeñas y recientes victorias en materia de turismo en una apuesta ambiciosa para atraer viajeros internacionales, un plan que, aunque cuenta con el apoyo del Gobierno y el sector privado, tiene en contra las debilidades de un sector venido a menos en la última década.
En los últimos meses, el país ha multiplicado los vuelos internacionales, recibió a miles de cubanos y rusos a través de planes turísticos, activó los créditos para el sector y eliminó, luego de dos años, las pruebas de Covid-19 en los aeropuertos, todo para hacer del turismo «uno de los motores de la economía», como aspira la administración de Nicolás Maduro.
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Esas intenciones no hacen desaparecer el hecho de que Venezuela sigue con una oferta aérea diezmada, en comparación con 2013, numerosas carreteras en pésimo estado, el financiamiento es insuficiente y permanecen fallos en todos los servicios básicos, lo que resta atractivo a la oferta turística.
Ante ello, el sector privado reitera que el negocio del turismo ha quedado relegado durante décadas en la economía petrolera, por lo que, augura, hace falta más que el retorno de un crucero -como el que arribó con casi 500 europeos los primeros días del año a un puerto en la isla de Margarita, por primera vez en 15 años- para surfear las complicaciones.
Con todo en contra
El presidente del Consejo Superior de Turismo (Conseturismo), Leudo González, explicó a EFE que el sector, conformado por unos 15.000 operadores turísticos, debe sortear varios obstáculos, empezando por la escasa conectividad internacional.
«Nosotros necesitamos tener un flujo de demanda de servicio continúo durante todo el año, y eso va a venir en la medida en que se puedan incorporar rutas internacionales y que podamos ser atractivos a los mercados internacionales en el año 2023», explicó.
El retorno de rutas que conecten a Venezuela con los países de Sudamérica, especialmente con los vecinos Colombia y Brasil, es fundamental, así como una promoción que desligue al país de percepciones negativas del pasado, cuando vivió años de inseguridad y escasez generalizada.
Además, subrayó que los fallos en el suministro de agua potable, los apagones eléctricos, la escasez de combustible y el deterioro en las estructuras de vieja data son asuntos que se deben atender con prioridad para garantizar alojamientos óptimos.
Todo esto sin dejar de considerar la necesidad del levantamiento de sanciones internacionales, como las que prohíben vuelos directos entre Estados Unidos y Venezuela, o la que impide a la aerolínea estatal Conviasa ir hacia determinados países.
Reconocer las potencialidades
La inseguridad, que años atrás alejó al público extranjero, ya no es un problema para este sector que, reconoce González, también ha visto un mejoramiento de la oferta interna en el último trienio.
«La pandemia, entre otras cosas, sirvió para que la operación turística se viera en sí misma con potencial para poder ofrecer productos y servicios innovadores en Venezuela, donde, básicamente, el producto de turismo constaba de turismo emisivo, se alentaba más bien a salir de Venezuela en vez de recibir turistas», aseguró.
Este descubrimiento de los operadores turísticos, prosiguió, coincidió con la intención del Ejecutivo de unir esfuerzos para desarrollar este mercado y lograr la internacionalización perdida por factores como la crispación política o la crisis económica.
En 2022, el Gobierno creó los Órganos Superiores de Turismo, espacios en los que han sido incorporados todos los actores del sector, y en los que los privados han propuesto y articulado estrategias para el retorno de los visitantes internacionales.
«En estas instancias ha habido la posibilidad de hacer planteamientos desde el punto de vista de promoción, desde el punto de vista de los servicios públicos, de la atención a la infraestructura, de la revisión de algunas tarifas (…) y hemos sido, de alguna manera escuchados», dijo González.
Para él, como para todo el sector, las esperanzas están puestas en que se concrete ese engranaje entre lo público y lo privado que permita avanzar en el tan ansiado despliegue del turismo como una «joya» de las riquezas venezolanas, aún sin explotar.
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