Opinión

Ser Venezolanos, ¿Una nacionalidad o un privilegio?

Hace más de veinte años, cuando los venezolanos creían tener problemas con la democracia, muchos buscaron una salida que después descubrieron errónea, pero estaban tranquilos pensando que, en cinco años, volverían a resolverlo con su voto. Y no fue así.

Por Anamaría Correa

Debo confesar que, cuando mi padre manifestó estar entre esos venezolanos inconformes, en mi casa nos aterrorizamos. Él mismo nos había enseñado que el comunismo era muy bonito en teoría, pero no en la práctica, porque el comunista, cuando se apoderaba de un gobierno, se enquistaba y era muy difícil sacarlo de ahí. Pero insistía en que el comandante no era comunista, afirmaba que era un hombre de gran corazón, honesto, que soñaba limpiamente en sanar de impurezas nuestra desgastada democracia y que la prueba estaba en la propuesta del referéndum revocatorio; y explicaba que era un procedimiento legal a través del cual los votantes podían determinar la permanencia o no, del presidente electo por votación popular. Y nosotros, sus hijos e hijos políticos, muy incrédulos, le mostramos un video de su candidato, dando un discurso en una universidad cubana, ante Fidel Castro, con un contenido altamente revolucionario, que nosotros reprodujimos y repartimos.

Lea también: Carolina Jaimes Branger: No es más que un hasta luego

Aquel 6 de diciembre de 1998, Hugo Chávez ganó las elecciones de una manera contundente. La alegría en las calles era increíble, aunque muchos lloraban, entre los que me incluyo. Lo demás, no tengo que contarlo porque todos lo hemos vivido. Los mismos chavistas, hoy en día, afirman, añorando a su comandante, que no es lo mismo “chavismo” que “madurismo”, pero le son fieles al mandatario porque lo pidió Chávez antes de morir.

Algo que vivimos duramente todos los venezolanos, fue el fenómeno de la diáspora. Son muy pocas las familias que no tienen familiares fuera. Nunca fuimos un país de emigrantes y ya llegamos a los ocho millones de venezolanos que, por tierra, mar o aire, se fueron a buscar un futuro mejor en otros horizontes.

Y en el país se dio un fenómeno que no habíamos visto los venezolanos, un sentimiento de “repudio” de los adeptos al gobierno a los que opinamos diferente y viceversa. Es un odio extraño, porque el venezolano no es de esos. Nosotros no odiamos. Cuántas veces no compartíamos adecos y copeyanos, así como magallaneros y caraquistas, sin problema alguno, porque somos hermanos. Gracias a Dios esto ha ido pasando. Pero la cortina de hierro entre ambos bandos, ha sido difícil de derrumbar.

Y hemos visto de todo. Uno de los mejores amigos de mi hermano Juan Pablo, era chavista y preferíamos no tocar el tema político, cuando estábamos en alguna reunión, porque en verdad, discutir era muy desagradable. Hoy, ese amigo es parte de la diáspora. Vive en Estados Unidos y lo pudimos ver en su Instagram, ondeando una banderita de su nuevo país, el día en que le otorgaron la nacionalidad americana.

Pero también vienen a mi mente personas como Humberto Fernández Morán, quien fue considerado en los años cincuenta, para el Premio Nobel de Medicina, y se le pidió que renunciara a su nacionalidad venezolana, porque nuestro gobierno, en aquellos años, era la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, así que renunciando a la nuestra, adoptaría la estadounidense. Fernández Morán se negó a hacerlo, prefiriendo mantener su nacionalidad venezolana. Conste que, este destacado científico, fue el fundador del Instituto Venezolano de Neurología e Investigaciones Cerebrales (IVNIC), precursor del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, (IVIC), además, fue él quien inventó el bisturí de punta de diamante, y entre sus muchísimos aportes a la medicina, fue uno de los científicos que más aportó al desarrollo de la NASA, en el programa Apolo.

Venezuela ha sido bendecida por Dios. Tenemos el mejor clima del mundo y una riqueza natural destacada por su biodiversidad. Además, contamos con una extensa diversidad cultural, con influencias indígenas, europeas y africanas, reflejadas en nuestra música, gastronomía y tradiciones, que nos hacen únicos. En el mundo, los venezolanos se destacan por su amabilidad y su manera cariñosa y cálida de ser. Poseemos una resiliencia envidiable, una entereza que nos ha permitido adaptarnos a todas las situaciones adversas que hemos enfrentado. No hemos perdido el optimismo.

Hoy en día, la arepa, el queso de mano, la hallaca y el tequeño se disfrutan en todo el mundo. Los venezolanos, esparcidos por el globo terráqueo, han sabido llevar nuestro gentilicio con tanto orgullo que, en algunos lugares, no son muy queridos precisamente porque se destacan como los mejores. No necesitamos ser Carolina Herrera, Gustavo Dudamel, Edgar Ramírez, Yulimar Rojas, Luis Fernando Borjas, Lele Pons o Deyna Castellanos para demostrar lo que somos.

Una nueva generación de jóvenes se ha ido destacando, como Elvis Vicuña, campeón mundial en los juegos Shaolin en China; Ricardo Chaneton, primer venezolano en ganar una estrella Michelin; el valenciano Luis Rendón, galardonado con un Emmy como mejor periodista deportivo; Evelyn Miralles, Eliezer García Gazaui y la valenciana Marisol Román Guerra, quienes han sobresalido en la NASA, por nombrar a algunos. Y no podemos olvidar a esos venezolanos que, soportando las inclemencias de climas ajenos a nuestra idiosincrasia, no pierden su amabilidad hacia los demás, siempre encontrando el lado jocoso o positivo y repartiendo alegría.

Definitivamente, ser venezolano no es cuestión de nacionalidad, es un privilegio.

Por Anamaría Correa

valencianidad


Visítanos en Twitter e Instagram

Comentarios