Zaira Balza Velazquez, es venezolana nacida en Puerto Ordaz, hace diez años emigró a Argentina y allí estudio psicología en la Universidad de Buenas Aires, hace un año se graduó y desde entonces atiende clínicamente a pacientes.
Conversando con sus amigas, supo que dos de ellas habían sido víctimas del Monstruo de Guayana, Hernán Mendoza, puesto que las dos le confesaron los abusos que este entrenador cometió contra ellas cuando solo eran unas niñas.
Balza asegura que desde el punto de vista clínico, los tiempos psicológicos no son los mismos para una personas que fue abusada sexualmente en su niñez, que para otra.
«Una año en la mente no significa lo mismo para una persona que para otra y cuando mayor es el trauma y el impacto, el tiempo no pasa tan de prisa», dijo la doctora, quien pidió «respeto y contención cuando las chicas hablan porque para ellas, eso no pasó hace 10 años sino es algo que recuerdan todos los días».
Dice que la agresión sexual en la infancia por parte de personas cercanas es doblemente compleja porque no solo es el abuso sexual, sino también de poder, el abuso a la dignidad y al cuerpo. «No fueron abusadas por cualquier persona (…) sino por una persona en la que confiaban ellas y sus padres y eso lo vuelve más traumático».
Asegura que entre los 6 y 9 años se conforma el aparato afectivo y sexual de los niños, por eso el desconcierto y la vergüenza cuando en esa edad eres víctimas de abuso sexual, y aseguran que ante la falta orientación, es lógico que se guarde el secreto durante tanto tiempo.
De manera polémica dijo que esos abusos pudieran ser agradables para algunas niñas y ello las lleva a preguntarse «¿será que me gustaba y por eso lo callé?» y de allí empiezan los traumas, recalcó.
Balza dice que hay que desarmar los traumas e indicarles que lo que sucedió no fue culpa de ellas.
Enfatiza que en el abuso sexual infantil la primera persona que encubre al agresor, es la víctima, por miedo y por vergüenza, por lo que recomendó acudir a terapias psicológicas para enfrentar lo que vivieron. «Cuando tu boca calla, habla tu cuerpo y lo hace forma errada», dijo la psicóloga quien se puso a la orden para atender a las víctimas de este agresor.
«Podemos hacer terapias grupales o individual, no necesitan tener que abonar ningún tipo de honorarios, siento que es una necesidad y ellas necesitan poder hablar».
Asegura sentir mucho dolor «porque esta persona (Hernán Mendoza) está trabajando con niñas, sigue dando clase y es evidente que si esta forma de perversidad es la practica sexual de este hombre, lo sigue ejerciendo con distintas niñas y tenemos que evitar que sigan habiendo víctimas».
El 80% de las abusadas sufren afectación psicológica
Sobre las consecuencias de este abuso sexual, Balza asegura que al menos el 80% de las víctimas sufren consecuencias psicológicas negativas. Las cuales podría ser el miedo generalizado, la agresividad, el sentimiento de culpa y de vergüenza, cambio en los hábitos de comida, consumo de droga o alcohol, conductas autolesivas, bajo rendimiento académico, así como cuadros de depresión, ansiedad, baja autoestima y sentimiento de estigmatización.
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«Nada de esto se suele asociar al trauma vivido en la infancia, es durante las
sesiones psicológicas donde mirando hacia atrás podemos encontrar la conexión con estos sucesos. Algunas personas crecen con rechazo hacia el propio cuerpo, y desconfianza o rencor hacia los adultos», añadió.
Respecto a la vida sexual, las víctimas de abuso a juicio de Balza, pueden desarrollar un conocimiento precoz o inapropiado de la sexualidad para su edad, la masturbación compulsiva, conductas exhibicionistas e incluso problemas de identidad sexual.
Mientras que a nivel social se pueden llegar a desarrollar conductas antisociales, o déficit en las habilidades de socialización, así como también retraimiento e introspección.
Enfatiza que mientras mayor sea el grado de intimidad (en la relación de la víctima con el agresor), mayor será el impacto psicológico, que se puede agravar si la niña recibe o no apoyo de la familia.
«Todas estas consecuencias asociadas al trauma por abuso sexual se van desarrollando como defensa ante lo vivido. Los niños por su inmadurez psicofísica no cuentan con mecanismos de defensa sólidos para tramitar la angustia, y mucho menos la vergüenza, el asco y el miedo que le produce el daño a su integridad física y a su dignidad. Entonces, establecen como mecanismo de defensa, la represión. La represión es el mecanismo de defensa que les permite “olvidar” y bloquear las escenas traumáticas».
¿Qué situación se considera un abuso sexual infantil?
Cuando hablamos de abuso sexual infantil nos referimos a toda conducta mantenida entre dos personas, donde al menos una de las dos es un menor de 14 años, entre las cuales existe una relación de desigualdad (por edad, por posición de poder, por tamaño, etc.) donde el menor de edad es utilizado para estimulación sexual de quien ejerce dicha conducta.
El adulto busca su propia estimulación o gratificación sexual, sin considerar el bienestar de su víctima, aprovechando la situación de inferioridad del niño, que, por su carencia madurativa, por su edad, inmadurez psicofísica y diferencia de poder no puede controlar su propia sexualidad.
Es el mayor y el más profundo de los hechos violentos que se puede cometer contra una persona, ya que afecta su persona y dignidad y produce un trauma profundo que lo acompaña en todo su desarrollo y vida.
El Abuso Sexual Infantil puede incluir distintas formas de acercamiento sexuales inadecuados:
- Manoseos
- Caricias inapropiadas
- Exhibiciones obscenas
- Manipulación de los genitales del niño
- Inducción a que el niño manipule sus genitales o los genitales del agresor
- Penetración vaginal o anal
- Sexo oral
- Corrupción
- Obligar al niño a contactos sexuales con animales
- Inducción y/o presión para el ejercicio de la prostitución
- Participación de niños en videos o fotografías pornográficas.
¿Por qué las víctimas no hablan?
Es completamente normal que ninguna de ellas haya hablado antes y que para muchas sea difícil sacar a la luz estas cuestiones. Nuestros mecanismos de defensa hacen que todas estas cosas traumáticas las pongamos a un lado, las reprimamos.
Para muchas puede estar siendo difícil que estas cosas feas que pasaron y no querían recordar ahora están siendo disparadas porque otras personas están hablando de eso, y aunque ellas necesariamente no quieran hablarlo es imposible ignorarlo. Es una de las cuestiones que debemos estar pendiente, que no todas están listas para conversarlo, algunas pueden estar más listas que otras.
En realidad, solo en el 50% de los casos los niños revelan el abuso; únicamente el 15% se denuncia a las autoridades; y tan solo el 5% se encuentran envueltos en procesos judiciales.
El abuso sexual durante la infancia pasa mucho más de lo que podemos creer y de lo que sabemos. Casi el total de los casos de abuso infantil el agresor es una persona conocida por el grupo familiar, no es para para anormal, es bastante común que así suceda. No se trata de consentimiento, cuando eres menor de edad el consentimiento no cuenta, no vale. El agresor
es más maduro, más grande, tiene más poder que el niño, y es quien manipula y controla la situación.
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No se trata de una cuestión de si la niña no se negó o que no haya dicho nada, incluso niñas pueden recordar que cuando el abuso ocurrió ellas no pusieron ninguna resistencia y es completamente normal. Ellas saben que esa persona tenía más poder que ellas. Muchas veces hay amenazas verbales por parte del agresor instigando al niño a mantenerlo en secreto.
La creencia de la niña generalmente tiene que ver con que, si ese
secreto se rompe, algo malo va a pasar. también opera el temor a no ser creída, junto con el miedo a destrozar la familia o a las represalias del agresor. Así se instaura el sentimiento de culpa, sentir que no pueden decir nada. Y también se suma la vergüenza, ver hacia atrás y saber que eso no estuvo bien, que lo que pasó no estuvo bien, se siente vergüenza de hablar
del abuso sexual. Como adultos significa asumir que eso efectivamente sucedió.
¿Qué recomendaciones se puede dar a una persona que haya sufrido abuso sexual durante su infancia?
Lo más traumático y dañino de una situación de abuso sexual no es la situación en sí sino el impacto psicológico de la culpa y la rabia hacia sí mismo.
Es necesario trabajar los sentimientos de culpa, permitir y facilitar la salida de sentimientos reprimidos. Es recomendable que las persona se permitan hablar libremente de lo que sucedió, de manera que esto facilite la salida de las emociones reprimidas. Siempre intentar reconocer y validar los sentimientos que surjan.
Pueden pensar en la idea de iniciar terapia o no, la terapia psicológica no es más que un espacio seguro donde pueden expresar libremente las emociones mas profundas y darle un tratamiento adecuado a medida que aparezcan. Establecer conexiones entre sentimientos actuales y los motivos que los originó.
Quizás muchas victimas hablen por la esperanza de que el agresor sea castigado por el sistema judicial, o al menos, evitar el sufrimiento de potenciales víctimas. Sin embargo, es necesario tener presente que ofrecer su testimonio es también una experiencia liberadora que puede
ayudar a mitigar el trauma propio y el de otras víctimas. Esto puede ser vivido como un cierre a ese dolor que se guardaba dentro.
Otras recomendaciones
Por su parte nuestra coach y columnista Rina López asegura que en el caso del abuso sexual infantil, «he visto donde los familiares más cercanos son los perpetradores (padres, tíos, hermanos). Situaciones como esas, trascienden más allá de la cultura y de la clase social».
Enfatiza que las consecuencias psicológicas que los abusos causan en el infante, lo pueden acompañar toda la vida. «Incluso, los problemas pueden no aparecer en el momento, y se postergan para mostrarse en el futuro».
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Sobre esas consecuencias, López plantea la ansiedad, depresión, trastornos de la personalidad, baja autoestima, así como sus relaciones de pareja y por consiguiente también las relaciones sexuales.
Se pueden presentar problemas de adaptación o de conducta (los delincuentes), problemas físicos (dolores injustificados) e incluso la retransmisión a los hijos de quien ha sido víctima a través del maltrato o el mismo abuso sexual.
López coincide con Balza al señalar que la mejor forma de tratar a estos pacientes es con terapia, por lo que considera ineludible buscar ayuda psicológica, sin embargo, como paliativo para la ansiedad, recomienda Mindfulness, una técnica sencilla que se usa no para tomar el control en situaciones apremiantes, sino para estar centrada en esos momentos.
«Se trata de enfocar total atención en una sola cosa a la vez. Por ejemplo en el momento del baño dejo caer el agua en mi cabeza y escucho el sonido, pongo atención solo a eso en un par de minutos y listo», dice López, quien añade que un par de ejercicios de atención al día, serán suficientes.
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